Si te has pasado el verano a lo loco, de un sitio para otro, del mar a la montaña, de un hotel spa a una casa rural, o de un avión al tren; a ratos con la familia, tus colegas de siempre o alguna pareja, cuando llega la hora de retomar la rutina todo puede ser muy duro. Pero si has pasado un verano tranquilo, en el pueblo de una amiga, o remojada en la piscina de tu comunidad en el centro del país, la vuelta a la vida de verdad tampoco es tan deprimente.
Pocas veces he tenido yo esa sensación porque siempre me ha gustado hacer una transición suave de las vacaciones al automatismo del día a día. Prefiero no apurar mucho y pasar los últimos días libres en mi ciudad quedando con algunos amigos, visitando exposiciones o yendo a conciertos. Eso me hace sentirme de nuevo integrada en mis calles y entre mi gente. Y si ese paso puedo hacerlo disfrutando de buen sexo pues mejor que mejor. ¡Nada más desestresante!
Es un momento muy bueno sobre todo para quedar con amigos reincidentes. Todos estamos más distendidos. El verano nos ayuda a tomarnos la vida con otra laxitud y no me equivoco si digo que somos capaces de enfocar las relaciones personales e íntimas con menos prejuicios. Por eso, los últimos días de mis vacaciones, suelo alternar con los mismos tres o cuatro amigos desde hace un par de años. Y esto me hace tener una perspectiva interesante del sexo y los hombres. ¡Todos son tan distintos en la cama! ¡Y todos evolucionan de un año a otro! Lo que me lleva a reflexionar sobre mi propia sexualidad y mis cambios. Algo que me gusta mucho. Me doy cuenta lo que he aprendido sobre mi cuerpo de una a otra vez y cómo cada año que pasa soy más exigente con lo que quiero y también aprendo a pedirlo más claramente, de mejores modos y sin ningún tipo de reparo.
Con Andrés sigo manteniendo el rollito intenso del romanticismo porque es un hombre muy clásico y que gusta de agradar y ser cariñoso. Y a mi me gusta corresponderle igual, además de premiarle porque ha mejorado muchísimo en los preliminares. La pasión desenfrenada de Javier es agotadora pero me sigue enganchando. Adoro que me quite la ropa con esa intensidad del primer día que nos conocimos, pero ahora me pide él también que le de caña y después de estar juntos siempre necesito un par de días para recuperarme de esas sesiones de sexo de horas. Últimamente ha encontrado el modo de controlar su cuerpo y reponer la energía con mayor rapidez y ahora soy yo la que no consigue tener aliento para seguir su ritmo. Luis se empeña en aprender y practicar conmigo nuevas técnicas amatorias dentro del mundo del bondage y, por supuesto, yo dejo que me ate, me abandono a todo lo que se le ocurra, porque me convence igual con susurros, que con sus manos o con la lengua. Y como lo que más le gusta es hacerme disfrutar, yo nunca le llevo la contraria. Mateo siempre ha sido más de dejarse llevar, más introvertido y eso me permite llevar las riendas que es algo que también me apetece mucho en algunas ocasiones. Me encanta escuchar los momentos de sus orgasmos cuando deja salir su verdadero yo y gime y grita sin vergüenza. Porque entonces es él en su plenitud y me satisface enormemente llevarle hasta sus límites.
El final de las vacaciones es un momento especial para mí. Unos días de relax y disfrute, de gozo, de pasión, de sudar y excitarme, de vivir… ¡Volvamos a la carga! ¡Empecemos nuestra rutina con ganas de seguir viviendo por y para buscar la felicidad y eso comienza por cuidar y alimentar nuestra alma pero también nuestro cuerpo. ¡Feliz vuelta!