“Venda Sexy” o, también conocido como “La Discotéque”, fue un centro de torturas político-sexuales. Las torturas llevadas a cabo en este centro durante la dictadura de Pinochet en Chile fueron inhumanas e inimaginables.
A simple vista era una casa como cualquier otra, situada en un barrio residencial de clase media de Santiago de Chile, pero se trataba de uno de los recintos clandestinos utilizados por la policía secreta de la dictadura, la DINA (Dirección General de Inteligencia). El principal objetivo era detener y torturar a toda persona afiliada al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).
Es importante destacar que, después de casi medio siglo de lucha y gracias a los testimonios de varias víctimas, por fin, un juez ha reconocido que lo vivido en esta casa fueron torturas y abusos que suponen una forma específica de violencia contra la mujer.
¿Por qué el nombre de “Venda Sexy”?
El nombre “Venda Sexy” deriva de la jerga propia de los agentes de la Dina y está estrechamente relacionado con sus métodos de tortura preferidos, ya que para llevarlos a cabo hacían que sus víctimas permanecieran desnudas y con los ojos vendados. Dicho origen queda recogido en el informe Valech o Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura.
Este centro de torturas también fue conocido como “La Discotéque” porque en la casa sonaba de forma constante música estrepitosa y a todo volumen que provenía de un tocadiscos de vinilo para evitar que los gritos de las víctimas se pudieran oír, escondiendo el horror que se estaba viviendo dentro de la casa.
¿Qué pasó en “Venda Sexy”?
Las víctimas sobrevivientes afirman que era imposible imaginarse lo que se vivía en esa casa hasta que estabas dentro. La crueldad y la inhumanidad con las que eran tratadas pasaban los límites de la imaginación.
“Venda Sexy” sería uno de los cinco centros secretos de tortura y desaparición de personas durante la dictadura de Pinochet en Chile, pero en este caso destacaban las torturas de carácter sexual. La violencia sexual vivida en esta casa no existió en otros centros de tortura e hizo que la denuncia de las víctimas se retrasara en el tiempo por los sentimientos de vergüenza y culpa. Beatriz Bataszew, una de las victimas sobrevivientes, afirma “Había una saña impresionante contra nosotras las mujeres, con el único fin de ejercer el dominio a través de la violencia sexual”.
Testimonio de Beatriz Bataszew
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“Venda Sexy” funcionó desde finales de 1974 hasta mediados de 1975. Fue dirigida por la “Agrupación Águila” bajo el mando del capitán de carabineros Ricardo Lorenz Mires, quien se encargaba de supervisar las torturas llevadas a cabo en el centro.
Durante poco más de 6 meses se calcula que unas 300 personas pasaron por esta casa y de ellas, 33 siguen detenidas-desaparecidas. Las torturas más brutales y sexuales se llevaban a cabo en el sótano, mientras que en la primera planta las mujeres eran sometidas a violaciones sexuales constantes.
Eran los propios agentes de la DINA los que llevaban a cabo las violaciones, pero destaca la figura de una mujer, Ingrid Olderock. Esta mujer era la teniente de carabineros encargada de formar la “Brigada Femenina de la DINA”, cuya principal función era la tortura. Ingrid aprovechó su experiencia como entrenadora de perros policiales y entrenó a su perro Volodia para cometer abusos sexuales. Ella se ocupaba de dar órdenes y dirigir al perro, mientras otros agentes sujetaban a las víctimas en posiciones que facilitaban la violación.
Las torturas comenzaban desde el momento que llegaban a la casa. En ese mismo instante les vendaban los ojos, les llevaban a una de las habitaciones, les desnudaban de manera brutal y daban comienzo sesiones de tortura de hasta dos horas, mientras eran sometidos a interrogatorios con el fin de sacar información política.
Algunas de las torturas llevadas a cabo en “Venda Sexy” fueron: shocks eléctricos en diferentes partes del cuerpo, colgamiento de manos y pies, quemaduras con cigarros, violación y acoso sexual con perros, introducción de ratas vivas en la vagina u otras partes del cuerpo, ver y escuchar la tortura de otros familiares y amigos, obligar a mantener relaciones sexuales con padres o hermanos que también estaban prisioneros, cortes con cuchillos de gran tamaño, embarazos forzados, abortos, etc.
Durante las sesiones de tortura, también solían utilizar la hipnosis y la inyección de pentotal para hacer hablar a sus víctimas. De ello se ocupaba Osvaldo Pincheti, también conocido como “el brujo, el profesor destino o el doctor tormento”, quien era hipnotizador y paramédico de la DINA.
Una sentencia histórica después de años de lucha
Después de casi medio siglo un juez chileno ha incorporado la perspectiva de género a la condena de varios agentes de la DINA. El juez Mario Carroza en su sentencia deja claro que lo vivido por las mujeres en esta casa fueron torturas deshumanizadas, degradantes y abusivas que debían tenerse en cuenta como una forma específica de violencia contra la mujer.
Por fin, un juez reconoce que los agentes no se limitaron a secuestrar hombres y mujeres para encerrarlos y extraerles información mediante la tortura, sino que también hubo un ensañamiento contra las mujeres que marcaría su vida futura debido a la gravedad y naturaleza de los abusos que sufrieron.
Todo ello gracias al testimonio de 6 mujeres víctimas de todo este horror que han sacado el coraje para denunciar y luchar durante años para lograr justicia.
Una sentencia con gran valor para las víctimas, pero en la que echan de menos que se juzgue a las personas que orquestaron este instrumento de terrorismo de Estado, es decir, a la autoridad política. Está claro que supone un avance importante, pero no deja de ser una justica a medias que llega medio siglo tarde.
“Esto no solo fue violencia sexual, fue violencia política sexual, que tenía como objetivo domesticarnos, disciplinarnos y particularmente castigarnos, porque éramos mujeres que luchábamos decididamente contra la dictadura”
Beatriz Bataszew