Cada 27 de enero se conmemora el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto, el que sin duda fue uno de los genocidios más terribles de la historia de la humanidad, ya que murieron muchos millones de personas, principalmente judíos, pero también homosexuales. Estos últimos, marcados con un triángulo rosa invertido, fueron los presos más silenciados y marginados de los campos de concentración.
El testimonio más antiguo escrito por un superviviente homosexual de un campo de concentración nazi, Leo Classen, acaba de ser publicado y deja constancia del horror que vivieron los portadores del triángulo rosa.
Memoria del Holocausto
El 27 de enero es una fecha proclamada oficialmente por la Asamblea General de las Naciones Unidas como el Día internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto. Tiene su origen en la liberación, en 1945, por las tropas soviéticas del campo de concentración y exterminio nazi Auschwitz-Birkenau, el que fuera el mayor campo de prisioneros y exterminio de la Alemania nazi.
El objetivo de este día pasa por reivindicar la memoria de todas las víctimas del Holocausto. Sin embargo, los prisioneros LGBT siguen siendo los más olvidados. Cuando acabó la Segunda Guerra Mundial, la homosexualidad continuó prohibida durante años y no hubo reparación ni reconocimiento de estas víctimas. De hecho, el artículo 175 del código penal alemán que criminalizaba las relaciones homosexuales, continuó vigente hasta 1994.
Actualmente aún se desconoce el número de presos que fueron detenidos por su orientación sexual y que portaron el triángulo rosa en los campos de concentración.
Triángulo rosa, la marca de la vergüenza
Tras la llegada de Hitler al poder, los nazis arrasaron con el Instituto para el Estudio de la Sexualidad, creado en Berlín por el médico y sexólogo Magnus Hirschfeld, pionero en la defensa de los derechos de los homosexuales. La mayor parte del trabajo de Hirschfeld, quien había llevado a cabo los primeros estudios sobre homosexualidad, fue destruido, aunque las autoridades nazis aprovecharon los documentos para añadir nombres a las llamadas “listas rosas”.
El triángulo rosa invertido era el símbolo con el que marcaba el ejército nazi, durante el Tercer Reich, a los prisioneros de los campos de concentración que habían sido detenidos por su orientación sexual. Esta insignia, considerada de la vergüenza, era con la que clasificaban a aquellos hombres acusados de homosexualidad, bisexualidad o travestismo, y significó la muerte para muchos.
Ya sabemos algunos de los tratos inhumanos que recibieron los prisioneros de los campos de exterminio nazi. Si ser portador del triángulo rosa era el último eslabón de la cadena, no es difícil imaginar lo que sucedió con quienes llevaron esta marca en su uniforme.
Leo Classen, testimonio más antiguo de un triángulo rosa
Leo Classen publicó entre 1954 y 1955 una serie de artículos en la revista Humanitas sobre su paso por el campo de concentración de Sachsenhausen-Oranienburg. Estos textos han permanecido inéditos hasta 2021, fecha en la que son recuperados y traducidos al español por Carlos Valdivia, y publicados por la editorial Egales en el libro: Y Leo Classen habló. Primer testimonio de un triángulo rosa.
Dichos textos son un reflejo de la violencia con la que se trataba a los presos homosexuales en los campos de concentración: torturas, castraciones, palizas, violaciones, experimentos y juegos macabros… todo tipo de castigos horribles y una disciplina de campo extrema (menos comida, el triple de trabajo y los más duros, etc.).
El de Leo Classen es el testimonio más antiguo de un triángulo rosa, pero no el único. En 1972, el austriaco Josef Kohout, con la ayuda del escritor Heinz Heger, publicó Los hombres del triángulo rosa: memorias de un homosexual en los campos de concentración nazi.
En 1994, el francés Pierre Seel escribió su biografía, ayudado por el periodista Jean Le Bitoux, en su libro Pierre Seel: Deportado homosexual.
Y en 2010, Rudolf Brazda (último superviviente conocido de los que llevaron el triángulo rosa en los campos de concentración nazi), junto con el escritor Jean-Luc Schwab, publicó Rudolf Brazda, itinerario de un triángulo rosa.
No existen muchos testimonios de triángulos rosa debido a la vergüenza que significó durante años ser homosexual, además del miedo a ser denunciado. Pero los que hay coinciden en el horror y la violencia que sufrieron. Se trata, sin duda, de relatos no aptos para todo tipo de sensibilidades, que nos recuerdan por qué no debemos olvidar la historia.
“Hay experiencias que destrozan el cuerpo y el alma… Lo que había fuera, lo que una vez habíamos llamado vida, quedaba lejos, muy lejos, no como el olor de la sangre y la putrefacción, de la agonía y la maldad que nos rodeaban allí…”.
Leo Classen
3 comments
Ester vuelve a sorprendernos con su sensibilidad y su capacidad de síntesis ,así como su empatía para rescatar del pasado hechos que no deberían de ser olvidados por el bien y la salud ya sea de la psique ya sea del alma.
Gracias Juan Carlos.
Como siempre, muy agradecida por tus comentarios. 🙂
Sin duda hay cosas que no debemos olvidar y nunca deben volver a repetirse. Un saludo.