Tengo una parafilia ¿es eso malo?
El término parafilia fue acuñado por Willem Stekel (1930) y popularizado por John Money (1988) y surgió por la necesidad de categorizar actividades y comportamientos sexuales poco comunes y fuera de la «norma». Hoy en día hablar de lo que es o no «norma» en términos de sexualidad es bastante relativo, ya que la gente suele considerar únicamente como sexo normativo el sexo con penetración (pene-vagina), monógamo (incluso dentro del matrimonio en muchas culturas) y en su mayoría entre heterosexuales.
La ciencia, particularmente la psicología y la medicina, ha tomado las riendas para definir qué actividades amatorias, y en virtud de qué motivos, pueden considerarse sanas y permisibles y todo ello con la consideración de que el sexo solo puede ser reproductivo y no practicado con fines lúdicos y saludables. La dificultad que presenta este análisis es que es imposible definir lo que es sexualmente normal, ya que la norma surge por la comparación estadística (teniendo en cuenta que algunas personas no hablarán de sus gustos por estas actividades ya que si se consideran no normativas las mantendrán ocultas) y no necesariamente está relacionada con las patologías.
Si apelamos a uno de los puntos de la definición de salud sexual de la OMS (2002) «para que la salud sexual se logre y se mantengan los derechos sexuales de todas las personas éstos deben de ser respetados, protegidos y satisfechos”. Con esta definición podríamos deducir que si nuestras prácticas eróticas y sexuales son satisfactorias, nos proporcionan bienestar, placer (igual para las personas con quienes las compartimos), son consensuadas, respetadas y favorecen el disfrute y deseo de ambos practicantes, estamos respetando los derechos sexuales, «favoreciéndolos y satisfaciéndolos» como bien nos dice la definición. Por el contario, un trastorno parafílico es una desviación grave del comportamiento sexual, algo que afecta a la sexualidad y que nos llega a alterar mentalmente, perjudicando también en ocasiones a otros individuos.
Hoy en día existen dos manuales, guías de diagnóstico, para que psicólogos, psiquiatras y médicos encuentren las pautas que ayuden a reconocer las distintas enfermedades psicológicas que atañen a estos trastornos. Uno de ellos es el DSM-5 (el número 5 indica que va por su quinta edición), una guía de diagnóstico que suele ser la más usada y muy empleada por los psiquiatras americanos, Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA). Por otro lado encontramos otra guía realizada por la OMS (Organización Mundial de la Salud) llamada CIE-10 (Clasificación Internacional de las Enfermedades y Trastornos Relacionados con la salud mental). El 1 de enero del año 2022 entrará en vigor el CIE-11, lo menciono porque en la edición 10 a las parafilias se les llamaba «trastornos de inclinación sexual» y aquí pasarán a llamarse «trastornos parafílicos».
Trastornos parafílicos
Para empezar veamos algunos de los trastornos indicados, tal y como vienen citados, en el DSM-5:
- Trastorno de Voyeurismo
- Trastorno de Exhibicionismo
- Trastorno de Frotteurismo
- Trastorno de Masoquismo Sexual
- Trastorno de Sadismo Sexual
- Trastorno de Pedofilia
- Trastorno de Fetichismo
- Trastorno de Travestismo
- Trastornos Parafílicos no especificados
En futuros posts trataré cada uno de estos trastornos por separado pero hoy quiero centrarme en las generalidades de las parafilias y cuándo éstas deben considerarse trastorno o una expresión erótica de la sexualidad.
Existe una gran controversia en cuanto a este tema, ya que las personas que tienen una expresión de la erótica y una vivencia de la sexualidad como la que se cataloga dentro de las minorías o sexualidades no normativas muchas veces son etiquetadas y estigmatizadas por fantasear con ciertas prácticas, que podrían ir desde juegos de dominación y sumisión (BDSM) hasta el exhibicionismo. Es por ello que quizá haya quien no se atreva a jugar con una fusta o a atar a su pareja en la cama al pensar que es algo malo, o quienes se crean enfermos al percibir excitación sexual ante un objeto o al ver a alguien en tacones.
Las fantasías que tienen que ver con las parafilias son más comunes de lo que podemos imaginar. Uno de los estudios más importantes llevados a cabo sobre esta cuestión es de Justin J. Lehmiller, investigador del Instituto Kinsey y autor del libro «Tell me what you want«. Los resultados arrojados por él son muy interesantes; el 97% de los encuestados tenían fantasías sexuales, de ellos el 87% las tenía una vez a la semana y el 52% una vez al día, así que aunque pensemos que nuestras fantasías pueden ser raras o únicas, como podéis ver, son más comunes de lo que creemos.
Dividió las fantasías en tres grupos principales:
- Sexo grupal: la única que no se encuentra catalogada dentro del grupo de las parafilias o mencionada en el DSM-5 como trastorno parafílico.
- Sexo o prácticas sexuales en lugares raros: que incluye todo lo que es el sexo en público (exhibicionismo, voyeurismo, frotismo).
- Fantasías de poder y control: presentes en más de la cuarta parte de las personas. Aquí se incluyen los golpes, las agresiones, las fantasías de violación y en general el BDSM considerado como placer erótico. Otra de las perversiones de gran alcance es el bondage (restricción por ataduras) presente en un 79% de los encuestados. El 57% fantaseaba con disciplinas sadomasoquistas, ya sea dando o recibiendo órdenes y el 73% fantaseaba con dolor, incluido darlo o infringirlo. En cuanto al sexo forzado los resultados eran bastante elevados, fantaseaban con ello el 54% de hombres, 61% de mujeres y el 68% de individuos no binarios. La fantasía de la violación es bastante común e incluso también es usado en las películas en las que se puede ver a la mujer protagonista forzada por su agresor del cual se enamora después. Otro patrón común de las teleseries y películas es que la mujer da una bofetada por sentirse ofendida y posteriormente se besa con el personaje.
¿Cómo distinguimos entre lo que es una parafilia y un trastorno parafílico?
Para distinguir entre parafilia y trastorno parafílico hay dos criterios fundamentales:
- Discriminar cuál es la naturaleza cualitativa de la parafilia. Encontrar la descripción del trastorno y las características que debe cumplir para que sea catalogado como trastorno y no como parafilia. Esta descripción define básicamente la duración (más o menos casi todas se llevan a cabo durante un periodo de al menos seis meses), si van acompañadas de fantasías sexuales recurrentes y altamente excitantes, impulsos sexuales o los comportamientos que implican.
- Especificar si afecta al individuo en sus áreas de funcionamiento, si deteriora otras áreas de su vida, si le produce sensación de malestar, angustia o deterioro personal y si afecta a otros individuos en cuanto a consentimiento y daño.
Otra frase bastante distintiva para esta diferenciación es la siguiente: «la parafilia es una condición necesaria pero no suficiente para tener un trastorno parafílico y una parafilia por sí misma no necesariamente justifica o requiere una intervención clínica».
En cuanto a si produce malestar intenso en la persona que lo padece o en quienes le rodean, podemos poner el ejemplo de una fantasía recurrente, molesta, perturbadora, incontrolable, seguida de un impulso casi mecánico por satisfacerla. Pensemos que en esta situación el individuo ya no tiene control sobre su mente ni sus impulsos, lo que le va a resultar molesto y perturbador interfiriéndole en otras áreas de funcionamiento personal generándole angustia o deterioro. Si esta persona quiere satisfacer su fantasía y la convierte en una necesidad vital de forma impulsiva muy probablemente forzará a otra, u otras personas, sin importarle su consentimiento o daño.
Algunas de las cuestiones que llevaríamos a cabo en una sesión terapéutica al realizar un diagnóstico diferencial serían:
- Si la persona es capaz de excitarse, de sentir placer y disfrutar con relaciones eróticas que no tengan nada que ver con la parafilia en cuestión.
- Si tiene otras fantasías además de la que cree, que pudieran estar causándole un problema.
- Si dicha fantasía es recurrente, inclusiva, molesta y no se la puede sacar de la cabeza, que aunque quisiese dejar de pensar en ello no puede.
- Si tras varios días sin cumplir alguna de las fantasías es capaz de buscar llevarla a cabo a toda costa, cueste lo que cueste.
- Si le es necesario cumplir esa satisfacción sexual a pesar de hacerse daño asimismo o a otras personas, sin ser capaz de evitarlo.
- Si pasa varias horas al día viendo pornografía relacionada con el tema, pensando en ello y dejando de lado otro tipo de actividades placenteras inclusive deberes laborales y familiares entre otros.
Finalmente, nos damos cuenta de que en la mayoría de la población estas fantasías, incluidas las que están en el grupo de las parafilias, se ven agravadas por los tabúes. Considerarlas prohibidas y no poder expresarlas en nuestra vida diaria las hace aun más excitantes para algunas personas, lo que no quiere decir que se quieran llevar a la realidad. Si forman parte de la llamada «sexualidad no normativa» lo más común es que no se practiquen de forma exclusiva y rutinaria, puesto que precisamente perderían el interés y la novedad.
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Imagen de portada Gret de Lou, Autor Diego Moser.
Texto editado y corregido por Más Allá del Placer.