¿Quién no tiene una contractura por algún rincón de su cuerpo? No pienso creer a quien diga que no tiene ninguna. Y si te afectan a tu vida diaria e incluso, te incapacitan en ocasiones para algunas actividades de tu rutina, mucho más inconvenientes resultan en los momentos íntimos. Aunque ya comenté en otra ocasión acerca de esas situaciones incómodas durante el sexo en las que te sobreviene un calambre o se te montan los dedos de los pies mientras disfrutas, quiero insistir porque, a veces, afectan tanto que no te dejan llevar a cabo alguna postura, mantener un buen ritmo con las manos por culpa de esa lesión o ni siquiera te permiten realizar el acto en sí.
Tengo un amigo al que hace un par de años se le desencajó la mandíbula en plena faena succionadora al miembro de su pareja. Obviamente no pudieron terminar su noche de pasión en la romántica, y tan minuciosamente decorada, habitación de hotel que habían reservado para su primer encuentro. Pero no les fue mal del todo, ya que el tiempo que pasaron en urgencias les unió mucho sentimentalmente y aún continúan juntos.
También sufren mucho las lumbares con las posturas en las que mantenemos un equilibrio complicado, o cuando las forzamos arqueando la espalda en curvas imposibles. Por ejemplo, mientras estamos a cuatro patas dejando que nos satisfagan desenfrenadamente desde atrás. O nos concentramos haciendo ejercicios de pilates que nos ayuden a mantenernos en buena posición durante el acto, o en disfrutar de lo que nos invade sin pensar. Y puestos a elegir, no creo que nadie dude. Aunque acordaros cuando al día siguiente la lumbalgia os acose y no tengáis claro a cuenta de qué os duele.
A otra amiga se le dio un caso mucho más curioso tras pasar más de un cuarto de hora dejándose llevar por una lengua bien ejercitada. Su generoso amante la estaba manteniendo en una tensión tan placentera, sencillamente haciéndola disfrutar con el goce de ser lamida sin prisas, que ella, en su empeño por no querer llegar al orgasmo de ningún modo, aguantó y aguantó tanto la llegada del éxtasis controlando su cuerpo y sus estímulos, que al final consiguió contracturarse la espalda y el cuello. Estuvo una semana yendo al fisio para que la rehabilitara de la tortícolis. Y aunque de aquellas sesiones salió un romance muy interesante, que otro día os contaré, todavía hoy tiene miedo a controlar los orgasmos mucho tiempo y en cuanto le apetece se corre sin pensarlo dos veces. “Ya vendrán más orgasmos después.” Es lo que me dice siempre.
La cuestión que a mi me queda clara es que, a veces, es más difícil salir ileso de una relación sexual intensa y apasionada, que satisfecho. ¡Y eso ya es decir!