Van pasando los días y no llega el momento en que Pablo y yo podamos estar juntos. Esta circunstancia que nos mantiene a todos confinados en nuestras casas no permite que las parejas a las que nos ha tocado vivirlo separados tengamos claro cuándo vamos a tener la libertad y la seguridad de disfrutar del sexo cuerpo a cuerpo. Y como Pablo me echa tanto de menos, a veces, además de mandarme mensajes cortos y directos para decirme cuantas ganas tiene de follar conmigo, me envía preciosos correos electrónicos en los que detalla hasta el mínimo todas esas cosas que me suele hacer cuando estamos juntos. Y aquí os comparto su último correo en el que explica muy bien la forma en la que le gusta amarme cuando estamos bien cerquita.
‹‹Todo tiene un comienzo y el mío contigo, casi siempre, en cuanto nos vemos, es el de buscar tu boca con la mía mientras mis manos juegan a correr por tu espalda, hasta que empiezo a querer comerte a mordiscos y aprovecho entonces para deslizarlas hasta tu culo. Lo agarro con fuerza con ambas para encenderme bien y enseguida mi polla se pone dura. No me das tiempo a mucho más porque vas deprisa a buscarla con ganas, primero con los dedos mientras me sueltas los pantalones para rematar rápidamente con la boca. En cuanto la siento húmeda y caliente, rítmicamente entrando y saliendo de tus labios, me golpean los primeros latigazos de placer.
Nunca dudes de que tengo que hacer grandes esfuerzos para controlarme y no explotar ya en ese momento, porque prefiero disfrutar nuestro encuentro mucho más. Para entonces mis manos se habrán escondido ya entre tus pechos buscando tus pezones. Y a partir de ahí no solemos tardar en llegar a la cama. Te voy desnudando con ansias, aunque prefiero dejarte a medio vestir en algunas ocasiones y apartar tus bragas a un lado, sin quitártelas, para dejar paso libre a mi lengua y que empiece a bucear en tu entrepierna, lamiéndote y jugueteando con tu clítoris al que puedo sentir cada vez más abultado. Solo después de dejarte gritar cuando te llega el orgasmo, cuando ya no podemos resistirnos más, follamos.
Me acomodo sobre ti, y me gusta mirarte a la cara, ver en tus ojos el placer, el tuyo y el mío. Sujeto tus piernas con mi cuerpo, agarro con fuerza tus manos, después tu cara y, queriendo conservar el momento, voy cambiando de sitio las manos en una lucha angustiosa por abarcar todo tu cuerpo. Tras un rato disfrutando a mi manera buscamos otra postura, y nos desnudamos ya por completo. Adoro verte subir encima de mí, con el deseo de imponer el ritmo de esas caderas que consiguen hacerme perder el sentido, aunque sigo resistiéndome a llegar, porque quiero estirar aún más esos minutos de placer. Te miro a ti, a tus collares que se mantienen dueños de tus pechos y que, cimbreando, me hipnotizan. Casi a punto de acabar sin poderlo evitar, y tras perder la cuenta de los orgasmos que han ido escapando de tu boca, cambiamos de nuevo de posición. Y entonces veo tu espalda alargarse ante mí, dándome todas las facilidades para que desde atrás pueda poner toda mi energía en penetrarte. Y ahí ya me pierdo, te doy los cachetes que tanto nos excitan, pellizco tus pechos, te agarro del pelo y me engancho a ti de todas las maneras posibles hasta que nos corremos a la vez. Tus gemidos y mis jadeos llegando juntos a otro tramo del placer. Y después tus escalofríos al acariciarte, ya tumbados y empezando a relajarnos, las sonrisas, las miradas cómplices… Todo eso es lo que hoy echo de menos de ti.››
Aprovechemos para disfrutar lo poco bueno que tienen las separaciones y digámonos estas cosas más a menudo que alegran el alma y animan el cuerpo.