Uno de los motivos de consulta más frecuentes en sexología tiene que ver con el tamaño del pene. Y no es precisamente por exceso de volumen del mismo, sino por todo lo contrario, ya que hay muchas personas que consideran que tienen… un pene pequeño.
Digo consideran porque «del dicho al hecho hay un gran trecho» y es que en este caso el refrán aplica al pie de la letra porque en la mayor parte de las ocasiones esto no es cierto. Pero, ¿es que tener un gran pene es algo bueno?
La macrofalosomía y los penes de gran tamaño.
Este aparente trastorno se ha convertido en la envidia de todos y todas. En el porno, mundo de ficción que desafortunadamente sirve como base a la educación sexual actual, se contratan actores que tienen un pene que supera el tamaño promedio, y eso hace creer al que lo ve que lo «normal» es eso y no lo suyo.
Culturalmente hablando, un hombre bien dotado «representa» una figura potente y viril. A través de los tiempos el falo grande se ha relacionado siempre con la fertilidad, la abundancia y la potencia sexual. Por ello encontramos que, psicológicamente, el tamaño de los penes influye en la valía que se dan los hombres y muchos de ellos centran todo su potencial y autoestima en tener un miembro viril grande.
Hoy hablaremos de dos personajes históricos, de gran influencia, a los que su falo descomunal les trajo más desfortunio que suerte.
Fernando VII “El deseado” (1784-1833).
Lo que podría ser el sueño de todo hombre, y la combinación ideal, ser rey y tener un gran pene, fue precisamente lo que se convirtió en una pesadilla para Fernando VII, que llegó a ser el rey más prepotente, odiado y despreciado de España. Las dimensiones de su pene eran tan superiores a las de la media, que sus primeras esposas no pudieron darle descendencia a causa de lo difícil que era mantener relaciones sexuales con él.
Su primera esposa María Antonia de Nápoles, con quien tardó un año en consumar su matrimonio, contaba en la correspondencia que intercambiaba con su madre que se encontraba desesperada e incluso dudaba de que el rey fuese un hombre físicamente. Después de su muerte, Fernando VII, contrajo matrimonio con Isabel de Braganza. Por entonces del rey ya se rumoreaba la frecuencia con la que visitaba los prostíbulos de Madrid.
La reina da a luz a una niña que muere a los 4 meses, se embaraza en dos ocasiones y fallece a los 21 años a causa de una cesárea mal practicada. Con su tercera esposa, María Josefa Amalia de Sajonia, las cosas no fueron distintas. Ella venía de un convento en donde, por supuesto, había absoluto desconocimiento acerca de la sexualidad y de las formas de procrear. Era una mujer ingenua y le causaba muchísimo temor y culpa mantener relaciones sexuales. Se cuenta que la noche de bodas se orinó del terror y huyó espantada al ver el potente miembro de su marido, y es por ello que el papa Pío VII se vio en la necesidad de enviarle una carta en la que le explicaba que tener relaciones sexuales con su marido no era un pecado y que este acto era necesario para poder tener descendencia. A pesar de todos los esfuerzos, fallece sin dejar prole alguna.
La vida íntima de «el Deseado» no se queda ahí. Empiezan a correr rumores de que sus dos últimas esposas habrían fallecido a causa de los desgarres internos ocurridos al ser penetradas por su gran miembro.
Con María Cristina de Borbón, la única con la que tuvo hijos, contrajo matrimonio tan solo cuatro meses después de la muerte de María Josefa y la leyenda cuenta que fue violada por el rey el día de la noche de bodas. Lo curioso es los médicos de la corte llegaron a confeccionarle una almohadilla con varios centímetros de grosor y un agujero central para evitar que sufriese desgarros al ser penetrada, un cojín para «no destronar a la Reyna», por el que el rey introducía su miembro antes de la cópula así la longitud del pene se veía acortada en unos centímetros y la relación resultaba menos dificultosa.
Rasputín “el monje loco” (1869-1916).
Catalogado como uno de los hombres más siniestros de la historia, símbolo de manipulación religiosa, fue, a pesar de ser monje, considerado un depravado sexual.
Rasputín no pertenecía a ninguna orden religiosa practicante de la abstinencia sexual, sino que se le asociaba a una secta clandestina, cristiana y ortodoxa conocida bajo el nombre de Khlysti. Dentro de sus prácticas, y durante las asambleas, Rasputín se flagelaba con ramas o telas para entrar en un trance alterado de conciencia, lo que le llevaba a realizar frenéticas actividades sexuales. Solo así llegaba a un momento en el que consideraba que estaba más cerca de dios alcanzando un estado de agotamiento sexual supremo, después de un largo periodo de libertinaje.
Toda Rusia murmuraba acerca del descomunal tamaño del pene de Rasputín y se dice que él no tenía ninguna vergüenza en mostrarlo en cualquier momento y delante de todas las mujeres. Además de tener grandes poderes de sanación y espirituales, Rasputín tenía un insaciable apetito y magnetismo sexual que atraía a todas las damas. En especial se rumoreaba que tenía amoríos con la zarina Alexandra, algo que no ha sido comprobado pero que creó envidias dentro de la aristocracia rusa que se empeñaba en desprestigiarlo.
De su miembro viril no queda mucho en el anonimato, ya que después de su asesinato (1916) fue extirpado como símbolo de humillación. Se dice que con su pene se han realizado rituales de fertilidad, un ejemplo más de la relación fertilidad-falos grandes, y se le ha rendido culto. Aparece en 1920 en París y es después reclamado por su hija Maria Rasputín que lo saca de la «circulación» por mucho tiempo. Como dato curioso, unos años más tarde alguien asegura poseerlo tras haberlo comprado a su hija. Después de llevarse a cabo unos análisis de comprobación, el falo en cuestión resultó ser… un pepino de mar.
Hoy en día, el pene de Rasputín puede ser visitado. Es la principal atracción del Museo del Erotismo en San Petersburgo, que se encuentra situado en una clínica de urología y sexología.
El miembro se encuentra conservado en formol y mide 28.5 cm, aunque en biografías y referencias anteriores se ha llegado a hablar de un tamaño de 40 cm. Con esa medida, claramente estamos hablando de un caso de macrofalosomía. Cabe mencionar que la forma en la que se mide el pene es variable, los 40 cm pueden hacer alusión a un pene en erección, que es la dimensión que se toma en cuenta para hacer un diagnóstico diferencial. La pieza que se encuentra en formol es un pene en estado de relajación y por supuesto, a través de la manipulación y el paso del tiempo, puede haber sufrido pérdidas o modificaciones en su tamaño y forma.
Como último dato curioso, en los registros, el caso más grave de macrofalosomía con el pene más grande del mundo en la actualidad, lo tiene Roberto Esquivel Cabrera. Su miembro alcanza una longitud de 48 cm en reposo, su edad 60 años, y esto le ha creado tantas complicaciones, que no puede salir a la calle ni trabajar.
¿Seguís pensando que tener un pene descomunal es lo ideal?
- Texto editado y corregido por Más Allá del Placer.
1 comments
Qué interesante, Gret y de terror diría yo. Con esos tamaños y complicaciones para tener relaciones. Se trata de disfrutar no de ver que tanto lastiman.
Como bien comentas siempre los varones han querido un gran miembro y eso no creo que cambie. Y por más que se diga que no importa y que el saber usarlo sea lo importante, lo cierto es que hay muchas féminas que si les importa también. El tamaño no importa pero con salvedades, creo. Incluso leía que en promedio los dildos y vibradores son 21% más largos que el pene promedio y eso ya descontando el espacio necesario para tomar el juguete.
A mí de joven me tocó escuchar como ellos presumían su miembro. Y se les olvidaba que la perspectiva cambia todo. El ángulo de visión y por supuesto la pareja deciden en todo caso si es el tamaño correcto. Y creo que en general, lo es.
Penes descomunales, ni en juguetes voto yo!