Anoche soñé que Pablo se enrollaba con la cajera del súper de mi casa. Hasta ahí todo bien porque era solo un sueño, claro.
Pero lo que me desconcertó fue que, al despertar, tenía la sensación de haber disfrutado, bueno, no solamente la sensación, también estaba bastante húmeda. Y es que dentro del sueño ya estuve viviéndolo como un momento de placer. Evidentemente, como era mi cabeza, yo estaba presente durante todo el acto sexual de mi novio con aquella chica.
En un primer momento la historia sucedía cuando yo llegaba al comercio buscando a Pablo, porque me había wasapeado dos horas antes diciendo que entraría a coger algo de cena, pero era muy tarde y aún no había vuelto. Era de madrugada y ya estaba cerrado, sin embargo, desde la calle, y con la cara pegada al cristal de la puerta, pude ver perfectamente sus dos cuerpos acariciándose bajo la luz de un foco que en la vida real no existía. Mi chico, desnudo de cintura para abajo, la subió, como dios la trajo al mundo, a la cinta para el pago de productos tumbada boca arriba y comenzó a besuquearle el ombligo. De ahí pasó a lamerla más abajo, a lo que ella reaccionó con grandes gemidos y aspavientos de verdadero disfrute. Nadie más pasaba por la calle por lo que no había más testigos de aquel tórrido encuentro salvo yo. Y yo, para nada enfadada o celosa, no pude evitar excitarme ante la visión de la cabeza de Pablo entre los muslos de aquella chica imponente que derramaba erotismo por toda la línea de caja. Así que allí mismo, al otro lado de la acción, decidí acompañarlos metiéndome la mano en los pantalones buscando mi propio placer. En lo que yo iba disfrutando y acelerando mi respiración podía contemplar cómo habían cambiado de actividad y posturas, y ahora era ella la que, arrodillada en el suelo, chupaba con ansias y buena técnica el potente miembro erecto de mi pareja. Ver a Pablo mirándola, increpándole para que continuase con aquello, me puso totalmente a cien. Porque en los sueños puedes, por supuesto, oír lo que pasa lejos o en un lugar cerrado en el que tú no estás. Al menos en este.
Para cuando él pasó a follarla desde atrás, apoyándola de nuevo sobre la cinta, y dejando que sus tetas la tocaran, yo ya me había corrido, sin embargo, seguía jugando con mis dedos dentro de las bragas completamente embriagada por aquella función y deseando que mi Pablo llegase a su orgasmo para con su excitación volver a tener otro yo. Y cuando él terminó aplaudí. No olvidemos que era un sueño.
Soy consciente de que este tipo de fantasías son muy habituales, pero por ahora prefiero que se quede solo en eso. Quizás llegue un día en el que sea capaz de hacer que mi cuerpo disfrute viendo cómo folla mi pareja con otra persona, pero por ahora lo dejaremos estar. Los sueños, sueños son.