Hay un nuevo fenómeno social que está de plena actualidad: muchas personas desean «vivir en pareja«, es decir, compartir sus vidas de manera amorosa pero cada uno en su casa. Compromiso o exclusividad sexual, puede que sí, pero sin convivencia.
¿Crees que este planteamiento vital favorece o perjudica la duración y calidad del vínculo entre ambos? ¡Veámoslo!
Aquellas personas que viven conforme a este modelo de pareja defienden que no se necesita vivir en la misma casa para que la relación sea duradera, estable y feliz.
Hay personas que dicen que es muy importante la flexibilidad en estas relaciones pero que se puede generar insatisfacción o sentimientos de inseguridad porque alguno de los dos no esté seguro de este modelo de relación y haya accedido por sentirse presionado o por tratar de agradar al otro y evitar conflictos.
Como todo en la vida, mantener una relación LAT es complejo y tiene varios inconvenientes, pero también muchas ventajas. El hecho de vivir en casas separadas y mantener un compromiso como pareja, a menudo, no es aceptado o comprendido por parte del entorno más allegado de ambos, ya que tanto familiares como amigos entienden que si dos personas, o las que formen el vínculo, se aman lo «natural» y «normal» es que vivan bajo el mismo techo. De lo contrario, estaríamos hablando de personas que no se aman lo suficiente ni se toman en serio la relación.
Pero lo cierto es que hay parejas que desean tener su propio espacio individual y no les apetece cambiar su estilo de vida. Es más, algunos argumentan que la convivencia y la monotonía apagan la chispa de la relación y, sin embargo, contar cada uno con su propio espacio les permite disfrutar de su individualidad e independencia, y que aparte está el tiempo que comparten ambos que también valoran mucho.
De este modo, roces diarios como el reparto equitativo de tareas domésticas, las manías o la gestión del tiempo personal se evitan al estar cada uno en su propio espacio. Incluso, puede haber más temas de conversación cuando se ven porque no están juntos todo el tiempo.
A decir verdad, muchas personas valoran la sensación de echar de menos al otro en lugar de estar continuamente 24/7 y que, este hecho, les motiva a hacer planes para verse y sentirse a gusto en algunos momentos del día o del fin de semana.
Pueden estar juntos varios días en la vivienda del otro y compartir responsabilidades, y luego volver a su rutina de trabajo y ocio cada uno en su hogar. Aunque haya gente que esto no lo entienda, para ambos están más que claros sus sentimientos de amor, confianza y respeto, y su compromiso es tan válido y sólido como aquellos que sí conviven. Existe, por tanto, el convencimiento de que quieren ser pareja aunque no compartan habitualmente el mismo espacio.
Estadísticamente se ve cómo a mayor edad aumentan las parejas que se decantan por este modelo de relación en comparación con parejas más jóvenes.
Es como si apostaran por un noviazgo permanente donde comparten su vida cuando ambos quieren sin imposiciones sociales del tipo: «si tienes pareja tenéis que vivir juntos, de lo contrario no os tomáis en serio».
Los LAT valoran mucho su individualidad e independencia, además de esa libertad y cuidado por su intimidad, y eso no quiere decir que no amen de verdad a su pareja. Pero para que esto realmente funcione debe haber mucha confianza, honestidad y buen entendimiento.
Se debe aprender a construir la relación y fortalecer el vínculo entre ambos, además de corregir los errores fruto del desgaste de la relación como en cualquier pareja.
Quizás la parte más complicada sea si se desean tener hijos, en el caso de parejas más jóvenes o en edad fértil, pero todo es plantearlo, ¿no?
Finalmente, no se trata de decir sí a los LAT o no a los LAT, sino respetar y legitimar los modelos de relación que cada pareja asume y entender que las reglas y el código de cada relación compete a sus miembros, a nadie más. Nadie debe criticar o menospreciar el modo de entender o vivir el amor de otros porque sea diferente al suyo o no lo entienda.
Respetémonos.