¿Es mi forma de vivir la sexualidad mejor que la tuya?

¿Por qué pensamos que nuestra forma de entender la sexualidad es la correcta? ¿Qué tiene que ver la cultura con esto? O mejor dicho, ¿qué papel juega la aculturación en todo ello? Post del historiador Elliot Costa.

En estos tiempos en los que con tanto ahínco estamos luchando por poder amar y ser amados con total libertad, en igualdad y sin censura, a veces olvidamos que nuestros conceptos sobre el «amar» y «ser amado» no son nociones permanentes, inmutables y evidentes.   Al igual que la mayoría de los conceptos dentro de la propia sexualidad.

«En la variedad y la diversidad está el gusto» solemos decir cuando defendemos la diversidad sexual, pero ¿de verdad aceptamos la diversidad o, inconscientemente, le ponemos algunos límites sin darnos ni tan siquiera cuenta de que estas fronteras existen en nuestra forma de pensar?

¿Por qué lo mío es mejor que lo tuyo? Imagen de Más Allá del Placer.

Hablemos de aculturación.

No como una teoría histórica-antropológica, sino como un fenómeno que ocurre a día de hoy y que aumenta al mismo tiempo que crece la globalización con el ya común uso de internet.  Y es que, aunque en algunos ámbitos donde se presuponen las dificultades de un choque de culturas este concepto se ha trabajado, en otros ambientes invisibilizados, como la sexualidad y la educación sexual, apenas se está teniendo en cuenta.

Definamos qué es la aculturación: «fenómeno que se da cuando una persona perteneciente a un grupo cultural juzga y sentencia, desde sus premisas morales, éticas y/o estéticas, características de otras culturas a partir de la premisa «mi cultura es la correcta, y lo demás está mal o es inferior».

Cuando lo reducimos a esta definición, es evidente que este pensamiento coarta la libertad y, tenemos que decirlo, muchas de las luchas feministas y LGTBIQ+ se basan en luchar contra grupos de personas que tienen un tipo de pensamiento parecido al mencionado.  Los núcleos culturales no acaban en la frontera de los países, sino que pueden, deben convivir y conviven dentro de un mismo territorio.

Pero ¿qué ocurre cuando intentamos no enfrentar dos culturas similares de un mismo territorio (como puede ser una cultura más conservadora y otra más progresista) sino que enfrentamos nuestras ideas frente a otras culturas que están en la otra parte del mundo? Es más, ¿qué ocurre si el tema a poner en duda son conceptos abstractos? Esos conceptos que son indefinibles, inefables y cuyo significado es tan voluble y cambiante que puede cambiar drásticamente varias veces antes de ni tan siquiera pasar una generación. Pues que entonces tenemos un conflicto asegurado.  Y siendo más exactos, un conflicto de temática racista.

Por una sexualidad sin prejuicios. Imagen de Más Allá del Placer.

Hay una gran variedad de tipos de aculturación según los grupos sociales que intervienen y, en este caso, vamos a centrarnos en uno de los más llamativos y que, al mismo tiempo, suele ser uno de los más ignorados.  El llamado, en historia y antropología, «eurocentrismo», pero que en realidad engloba a todo el mundo occidental.

En el caso del eurocentrismo, el pensamiento del imaginario colectivo occidental cree que nuestra sociedad no solo protagoniza la historia del mundo, sino que lidera y se convierte en la vanguardia de todo progreso social y cultural. Y ponemos a occidente como referencia a seguir y a las demás culturas situándolas unos peldaños por debajo según su grado de similitud con nuestras creencias.

Mientras más parecidos a occidente ¡más elevados! y mientras más alejados de ese modelo cultural ¡más bajo es su nivel!

En otras palabras, seguimos poniendo al ser humano caucásico y su cultura como modelo superior a imitar, sin ni tan siquiera dignarnos a conocer la realidad y los entresijos de las demás culturas.

No dejamos de recalcar, también, que hay núcleos culturales, religiosos y sociales que definen nuestra sexualidad y cultura, como errónea y abominable, lo que genera conflictos y enfrentamientos.  

¿Qué tiene que ver todo esto con la sexualidad?

Pues por desgracia, mucho.

La sexualidad vive oprimida por la cultura. Imagen de Más Allá del Placer.

La mayoría de las corrientes reivindicativas sobre sexualidad que nosotros vivimos están oprimidas por los límites de la cultura occidental y trabajan desde esa base.  No solo no teniendo en cuenta los problemas raciales, sino que además intentando imponer esos mismos modelos y reivindicaciones al resto del mundo. Y cuando el resto del mundo no encaja en ese patrón automáticamente son tachados como culturas intolerantes y anti-progresistas. En otras palabras, hacen aculturación. Juzgan desde su punto de vista, estableciendo un modelo superior, el nuestro, a imitar.  Y desgraciadamente, eso mismo pasa con otros modelos culturales que no son el nuestro.

Para entenderlo mejor vamos a ver un ejemplo con la lucha por los estereotipos de belleza.

Los estereotipos de belleza son algo mutable y cambiante.  Pero si algo tienen en común, es que siempre definen un físico imposible de conseguir para, de esa manera, mercantilizar y sacar beneficio sobre quienes quieren obtenerlo. Provocando, por el camino, gordofobia, problemas de salud física y mental y dismorfia, entre otros. Actualmente, tenemos un estereotipo de belleza aún muy marcado en la delgadez extrema, aunque las luchas sociales contra esa hegemonía han logrado que este estereotipo se cuestione y divida según gustos, aunque con características en común.  Cuando se lucha contra el monopolio del estereotipo de belleza se batalla contra el modelo tiránico implantado o contra el sistema de valores que pone en alza la importancia del físico.

En cualquiera de los dos casos, si trasladas esa lucha a otras culturas su fracaso estará asegurado. En primer lugar, su(s) estereotipo(s) de belleza pueden ser diferentes, es algo subjetivo y variante, y su sistema de valores también.

No veamos lo que no entendemos como inapropiado. Imagen de Más Allá del Placer.

Cuando atacamos los problemas de otras culturas desde occidente y desde nuestro punto de vista, la mayoría de las personas cometen aculturación desde la primera premisa.  Juzgamos el estereotipo de belleza de las demás culturas como algo extraño y horrible, como si el nuestro fuera perfecto.  Nos extraña que nuestros argumentos y métodos no sean escuchados, no funcionen (cuando apenas están funcionando en nuestra propia cultura) y vemos los prototipos de belleza de otras culturas como horribles e, incluso, deleznables.

Sexualidad sin prejuicios.

En definitiva, cuando luchamos por la libertad sexual y una sexualidad libre y sin tabúes, solemos dar por sentado que luchamos por lo correcto.   Y la realidad es que solo luchamos por la libertad de unos pocos.  De alguna forma, hemos llegado al punto de creer que eliminar la LGTBIQ+fobia también elimina el racismo.  Y estamos muy alejados de la realidad.  Al no tener en cuenta a las minorías racializadas y las diferencias culturales, las luchas y las reivindicaciones solo ponen más barreras entre nosotros.

Solemos pensar que luchamos por la libertad, pero la realidad es que la libertad, si no es para todos, no es libertad.  Y la igualdad, si no es para todos, no es igualdad.

El racismo y la intolerancia no pueden ser bienvenidas en la lucha en pos de una sexualidad sana y libre.

 

 

 

 

 

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