La cultura japonesa, como cualquier otra cultura, tiene una representación de los estándares de belleza y sexualidad en aquello que resulta atractivo y bello desde un punto de vista social. ¿Pero esta belleza siempre se corresponde a lo que realmente resulta atractivo sexualmente, a lo que desean los miembros de esa sociedad? ¿Es toda la belleza y los conceptos de belleza sexuales o se consideran sexys?
La respuesta es que no.
En la actualidad, existe una disonancia en Japón entre lo que se presenta atractivo en la esfera sociocultural (por ejemplo en los medios de comunicación, redes sociales, revistas de moda… ) y lo que en un contexto heterosexual gusta sexualmente a un hombre o a una mujer. Como en otras culturas patriarcales, las mujeres son las más afectadas por la presión para alcanzar unos mitos imposibles impuestos por la sociedad, por la cosificación y por la sexualización en otros ámbitos.
¿Pero cuáles son esos estándares de belleza femenina en la esfera pública en Japón?
Lo que se busca en la mujer no es solamente a nivel físico, sino que es un modelo que va mucho más allá. Una mujer con la piel blanca, delicada, pequeña y delgada pero con una personalidad tranquila y callada aparece como ideal en los medios de comunicación, en las películas, libros, series… Este prototipo tiene su origen histórico, forjado a lo largo del tiempo y arraigado en la cultura japonesa.
Un modelo que responde al ideal femenino. Una mujer de la que el hombre se sienta orgulloso al presentarla en sus círculos sociales y familiares, sin una connotación sexual. Una belleza pura y contemplativa.
Por otro lado, tenemos el modelo que responde a las fantasías sexuales de los japoneses, el que encontramos en las revistas y películas pornográficas, en el hentai… Dentro de un espacio que responde a un sinfín de fantasías diversas y, por ese motivo, presenta variedad de cuerpos, complexiones y formas. Por supuesto, este modelo sexual puede a veces corresponderse con el modelo de belleza socialmente aceptado, pero la realidad es que la mayoría estos modelos son completamente antagónicos. Es por eso, que estos estereotipos de belleza sexuales no son presentables al mundo, y por eso esas preferencias deben llevarse en secreto.
Esta diferencia, entre la belleza aceptada socialmente y la belleza que despierta el erotismo y la sexualidad, se cristaliza en el concepto de matrimonio. Pues uno no se casa con la persona que le pone, sino con aquella que cree que va a ser aceptada socialmente porque espera recibir una serie de beneficios tales como reconocimiento social, estabilidad económica, y un largo etcétera. Por eso muchas personas casadas no ven satisfechas sus necesidades románticas y/o sexuales y a la larga siguen buscando complacer esas necesidades fuera del matrimonio.
Además, las mujeres se matan por alcanzar el primer modelo de belleza social. Por una parte reciben esa presión por los medios de comunicación y por otro tienen el empuje de seguirlo para ser casaderas. Porque en la sociedad japonesa es más importante ser casadera que ser sexy debido a los beneficios que eso conlleva.
Tal vez este concepto de matrimonio desde el punto de vista occidental pueda sorprendernos pero recordemos que, por ejemplo, en Europa hasta el siglo XIX el concepto de matrimonio no tenía nada que ver con el amor y el romanticismo. Y como pasa en todos los países y culturas, las nuevas generaciones de las últimas décadas abogan por otros tipos de modelos. Como ya he ido comentando a lo largo de mis artículos, cualquier modelo en sí no es malo o bueno, tiene su función social; no obstante, si es muy rígido constriñe a las personas que viven en esa sociedad o cultura.
Como apunte final, me gusta hablar del Japón de los dos tiempos, uno en donde el concepto de belleza social responde a un ideal que se ha ido construyendo a lo largo de la historia y otro que responde a la sexualidad y al deseo de la sociedad actual japonesa, derivado de la globalización y por ende a la expansión de otros modelos capaces de responder a la variabilidad de los objetos de deseo de los individuos de una sociedad.