Si buscas en la RAE la palabra “griego”, una de sus acepciones se refiere al sexo anal. Pero ¿a qué se debe esto? ¿Se encuentra la explicación en la Historia de Grecia?
La expresión “hacer un griego” surgió en el siglo XIX, en los altos burdeles europeos, donde a determinadas prácticas que estaban mal vistas, se le empezaron a poner nombres sofisticados. Pero ¿por qué se llamó concretamente “griego” al sexo anal? El motivo tiene que ver con la extendida creencia de que las relaciones homosexuales eran aceptadas en la Grecia Clásica, y de ahí se dio por hecho que también lo era el sexo anal. ¡Craso error! Para entenderlo mejor, vamos a descubrir cómo se vivía todo lo relacionado con el sexo y el erotismo en esa época.
En la Antigua Grecia, se educaba a las personas sobre la sexualidad desde la infancia, de una manera abierta, pues se aspiraba al desarrollo pleno en esta área. Además, existía el culto al cuerpo y al desnudo, como algo bello.
Los griegos idealizaban la relación entre el hombre adulto (erastés, amante) y el chico adolescente (erómenos, amado). Estas relaciones (conocidas como pederastia) contenían un valor educativo y moral, del primero hacia el segundo. Pero cuando el muchacho alcanzaba los 18 años o comenzaba a salirle barba y otras características físicas de hombre adulto, dejaba de estar bien visto por la sociedad que continuara este tipo de relación entre ambos.
Que un hombre se sintiera atraído por la belleza de un joven era de lo más frecuente, sin embargo, la penetración anal no era aceptada por las normas sociales, sino que lo habitual era la masturbación mutua.
Diversos filósofos, como Platón, Sócrates o Plutarco, analizaron en sus escritos este tipo de relaciones entre varones, debatiendo sobre si debía consistir en un amor casto o erótico. El amor profesado entre algunos de estos eruditos y sus alumnos era bien conocido.
Las relaciones homoeróticas estaban muy vinculadas también al deporte, entre jóvenes atletas y su entrenador, de modo que los entrenamientos se impregnaban de un cierto erotismo de cuerpos desnudos untados de aceites.
En la mitología griega, el erotismo está presente de manera frecuente. Así, las relaciones homosexuales aparecían tan a menudo como el incesto y las infidelidades. A muchos dioses (Zeus, Apolo, Orfeo…) se les atribuyen jóvenes amantes varones. Esto se ve reflejado en algunas de las obras de Homero como La Ilíada.
También a muchos líderes políticos y militares se les conocían amantes de su mismo sexo.
Por otro lado, en la Grecia Clásica, el erotismo estaba presente en todas las artes plásticas. Abundaban las esculturas desnudas o semidesnudas, cerámicas, vasijas y utensilios domésticos con posturas sexuales, danzas eróticas, falos… incluso escenas homoeróticas. Estas imágenes, a menudo, mostraban penes pequeños y proporcionados, pues los grandes se consideraban poco estéticos y eran más propios de seres monstruosos como los sátiros o los centauros. Del mismo modo que en otras sociedades, los falos erectos se usaban a modo de talismanes o amuletos, se colgaban de las puertas y se pintaban en las paredes.
En relación con el papel de las mujeres en Grecia, estas eran simples procreadoras y cuidadoras del hogar. Su única aspiración podía ser casarse, por lo general muy jóvenes, y con un hombre bastante mayor que ellas.
La virginidad, por su parte, estaba sobrevalorada y se le ofrecía culto.
La prostitución ocupó un lugar importante en la sociedad griega. Son muy conocidas las llamadas “hetairas” (la más famosa fue Aspasia de Mileto), cortesanas de la clase alta. No se trataba de prostitutas comunes, sino que practicaban el amor como un arte. Además de por su belleza, se caracterizaban por estar instruidas intelectual y artísticamente. No se les permitía casarse, pero algunas alcanzaron bastante poder.
Como vemos, si algo caracterizó a la Antigua Grecia fue una exaltación del erotismo, ya fuera en su mitología, en sus artes o en sus relaciones cotidianas.
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