El orden nos gusta a todos, pero que todos somos ordenados o que le damos la misma importancia como para dedicarle el tiempo que necesita, eso ya es otra cosa. Y como cada cual decide lo que quiere hacer con su tiempo ahí no voy a plantear ninguna discusión. Pero, ¿y en el sexo? ¿Es importante ser ordenado? ¿Hay gente que lo es y otra que no? ¿Es eso importante?
Mi amigo Jose es extremadamente quisquilloso con el orden en general y, por lo que tengo entendido, de igual modo lo es también en la cama. O mejor dicho, antes de irse a la cama. Alguna novia tuvo que, en los momentos de café y confidencias, me confesaba que estaba cansada de sus estrictas manías y que pese a quererlo mucho lo dejaba solamente por eso. Primero porque con él era imposible llegar y tener sexo con arrebato y pasión porque no podían desnudarse de camino a la cama dejando la ropa por el suelo. El siempre tenía que dejar la ropa bien doblada antes de follar, y se molestaba si ella lo dejaba todo tirado. Incluso más de una vez había parado un estupendo cunnilingus porque con el rabillo del ojo se había fijado en que el edredón había caído al suelo y no era capaz de concentrarse hasta que lo colocaba estirado en su sitio. Ella no se agobiaba porque en el día a día de la convivencia Jose le exigiera ser tan ordenada como lo era él, sino porque en sus momentos íntimos no conseguía que él se relajase y lo difrutarse al cien por cien.
Por otro lado a mi personalmente lo que más me fastidia es hacer todo en el mismo orden, en los preliminares. Hay algunos hombres que entienden que si no realizan los mismos actos siguiendo la misma secuencia siempre, no van a conseguir excitarte igual. Y a mi hay ocasiones en las que me sobran no solo los besos o las caricias, sino hasta la necesidad de desnudarme y lo único que me interesa es que mi pareja me empuje contra la pared, me baje las bragas y ataque con toda su energía. No podía soportar por ejemplo, que cada vez que mi ex y yo nos enrollábamos, no me dejase chuparle como yo deseaba, y cuando yo deseaba, sino que siempre tenía que dejarme hacer y esperar a que él me hubiese dado un buen repaso para proceder entonces yo a bajarle los pantalones. Y esto también sucede con los espacios en los que tienes relaciones. Mi amiga Susana se queja a menudo de que su chico es tan mirado con ella que se niega a hacer el amor en otro sitio que no sea la cama o el sofá, siempre pendiente a que no coja frío, o no se tumbe en sitios muy duros.
Aunque lo peor que he experimentado en cuanto al orden y el sexo, fue en un trío con el que yo esperaba divertirme mucho más, y que se quedó en una diversión estándar por culpa precisamente de que la otra chica implicada en el “ménage-à-trois” decidió organizar los turnos y los momentos en los que cada uno de nosotros debíamos meter, sacar, chupar o tocar. Y tanto orden en el sexo no lleva a nada bueno.
El sexo, con amor o sin él, entre dos, tres o más, en el suelo o en la mejor cama del mundo, no puede ni debe organizarse tanto. Es el momento de la vida en el que hay que sentirse más libre para dar y recibir, porque si no, ninguno será capaz de gozarlo y vivirlo en plenitud. Así que seguiré insistiéndole a Jose para que se trabaje esas manías y pueda mantener alguna relación más de tres meses.
* Ilustración de Francisco Asencio
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