-Lo siento Amy, pero yo tengo que hacerlo con los calcetines puestos. Porque si los pies se mantienen calientes la sangre no tiene que bajar a calentarlos y se va donde se tiene que ir. ¡Que eso todo el mundo lo sabe!
-Sí, pero a ver. Si tanto problema tienes con el riego, ¿por qué no te metes en la cama bien tapadito y resuelves esa cuestión sin herir la sensibilidad estética de tus parejas?
-Porque quiero tener libertad de movimiento. Quiero poder subir y bajar por su cuerpo, abrazarla por todos lados y verla moverse también a ella sin una sábana de por medio. Y es que no puedo estar pendiente todo el tiempo de si se me mueve el edredón de los pies o no. ¿Y si no estamos en la cama sino en el sofá? Pues nada, yo mejor me dejo los calcetines puestos y me despreocupo. Así puedo concentrarme en lo verdaderamente importante.
Así de contundente se muestra mi amigo Carlos y ese consejo es el único que puedo darle, ya que no se me ocurre ningún otro modo de conseguir que se despegue de sus amados calcetines ni en invierno ni en verano. Porque yo, que no soy nada friolera, me siento incapaz de entender que no pueda pasar ni un segundo sin ellos. Y reconozcamos que cuando el momento pasional te pilla de sopetón puede que no te fijes en nada. Pero a lo que el polvo dure más de cinco minutos, ya te estás fijando en todo a tu alrededor. Y hay prendas que te llaman, o mejor dicho, te gritan a los ojos desde la distancia.
-Y dime, Amy. ¿Cuál es el verdadero problema de eso? ¿No es erótico porque alguien decidió en un momento dado que eso no podía serlo y ya estamos todos condicionados? Sin embargo la lencería sí que lo es. Incluso diría yo imprescindible. Son muchas las mujeres que conozco que adoran hacer el amor con sus braguitas puestas durante todo el acto. ¡Y yo lo odio! No me interesa nada, ni me erotiza especialmente. Prefiero desnudarlas sin más y disfrutar de su cuerpo desnudo. ¿Por qué ellas tienen que reírse de mi colección de calcetines? ¿Y si llevara gafas? ¿O un piercing? ¿O un feísimo tatuaje que les bajase la libido? ¿Ya tenemos que poner pegas?
Y yo, que soy muy amante y defensora a ultranza de la naturalidad en el sexo, tengo que darle la razón. Con esos argumentos, y pensando en que nunca debemos dejar que se nos imponga nada en este campo, bueno, y en algunos otros tampoco, reconozco que Carlos practica una filosofía muy interesante: cada uno puede follar llevando puesto lo que le apetezca o necesite llevar. Sin criticar. Además o aparte de utilizar prendas excitantes, tenemos que aprender a respetar que la persona tiene que sentirse ante todo cómoda para entregarse y dedicarse al contrario. Si Carlos necesita calcetines, no podemos reprochárselo. Lo cual me está haciendo recordar ahora una vez en la que tuve ocasión de compartir un ratito muy muy interesante y divertido con un chico que decidió no quitarse el gorro de lana de la cabeza durante los veinte minutos que fue capaz de mantener la erección. ¡Claro que ahora entiendo el porqué!
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