Desde que saltó a la palestra “50 sombras de Grey” se ha puesto muy de moda el tema del sadomasoquismo, pero no se trata de algo reciente, sino que ya hace siglos que está presente en los deseos de las personas y que viene apareciendo en la literatura.
Tal vez habréis escuchado alguna vez hablar de una práctica sexual denominada BDSM, pero seguramente no sabéis lo que significan exactamente cada una de estas letras: la “B” corresponde al bondage, que es el arte de las ataduras o inmovilización del cuerpo de una persona; la “D” viene de disciplina y dominación; la “S” tiene que ver con sumisión y sadismo; y, por último, la “M” es la inicial de masoquismo.

Pero ¿de dónde proviene el término “masoquismo”? Pues de “Masoch”, concretamente de Leopold von Sacher-Masoch (1836-95), un esccritor austriaco.
El concepto de masoquismo, fue utilizado por primera vez en 1886 por el psiquiatra y sexólogo Krafft-Ebing, haciendo alusión a un tipo de psicopatía sexual (como ejemplo de aberración de la sexualidad humana), debido a las aficiones y prácticas sexuales de los personajes descritos en las obras de Masoch.
Aunque en sus inicios, este término se utilizaba exclusivamente dentro de vocabulario médico y del psicoanálisis, posteriormente se hizo popular debido al escándalo que supuso la publicación de algunas novelas de Masoch.
El propio Masoch reaccionó contra el hecho de que su nombre fuera usado para denominar una enfermedad y ser recordado por la historia como un perverso.
En efecto, sus novelas están protagonizadas por mujeres dominantes, algunas basadas en mujeres con las que mantuvo relación, es decir, la vida y la obra del autor estaban entrelazadas. Ese es el caso, por ejemplo, de «La venus de las pieles» (1870). Esta fue la quinta novela de una serie que trataba sobre el amor, que al parecer estaría basada en la relación del autor con Fanny von Pisto.
La obra narra la relación sexual de poder de un hombre que necesitaba ser esclavo de una mujer vestida con pieles, para alcanzar el máximo de placer y excitación, firmando además un contrato como esclavo donde incluso permitía la incorporación de un tercer amante. Retrataba los propios deseos del autor de dejarse atar y humillar por una mujer.
Tráiler «La Venus de las pieles»
Roman Polanski, 2013
¿Por qué una venus con pieles? Pues ninguna figura podría ser más sensual y dominante que la diosa griega del amor, bajando del Olimpo para reunirse con un simple mortal, que para entrar en calor se cubre con un abrigo de pieles (siendo las pieles un elemento simbólico que otorga poder a quien las viste).
La novela acaba con una interesante reflexión o moraleja sobre la desigualdad de género: “la mujer, tal como la ha creado la naturaleza, y como la prepara en la actualidad el hombre, es la enemiga de éste, y sólo puede ser su esclava o su déspota, pero jamás su compañera. Esto sólo podrá suceder cuando la mujer sea igual al hombre en cuanto a derechos, cuando se le iguale por educación y trabajo”.

Las descripciones que el autor expone en sus obras no son pronográficas, obscenas ni vulgares, como podría pensarse, sino cargadas de erotismo, elegancia y sensualidad. Masoch fue un literato reconocido en su época, cuyas obras fueron traducidas a diversos idiomas, aunque su figura haya ido cayendo en el olvido conforme aumentaba la popularidad del concepto que lleva su nombre.
Hoy en día, la palabra masoquismo ha pasado a tener dos acepciones, referidas al gusto por sentirse humillado o maltratado, pero sólo una de ellas tiene connotación sexual. Afortunadamente, el masoquismo ya no se ve como una perversión sexual, sino como parte de un juego de dominación que puede ser divertido y placentero en una relación sexual.
Para terminar, os dejo una frase del propio Masoch, que podría resumir las prácticas sexuales masoquistas: “Quien se deja azotar, merece que le azoten”.