Las relaciones de pareja pueden verse como una mesa, donde cada una de sus patas soportarán el peso de la convivencia y el desgaste propio del paso del tiempo. Estas 4 patas son: un proyecto de vida en común, la compatibilidad de caracteres (ojo spoiler: lo de los polos opuestos no funciona), el acoplamiento sexual y una escala de valores similar. Ya que estamos con las metáforas, también podríamos ver la relación como una silla, donde el asiento (comunicación) precisa de 4 patas bien firmes para no tambalearse: la proyección (¿me veo con esa persona?), la amistad/complicidad, el sexo y el respeto/lealtad.
Hablamos mucho de responsabilidad afectiva, pero no hacemos hincapié en que ésta se basa en dejar las cosas claras desde el principio con honestidad, respeto y desde el cariño.
Cuando se tambalean esa mesa o esa silla y reposas sobre la nada, es importante cuestionarte ciertas cosas antes de dar el paso de romper el vínculo con esa persona:
- Tus necesidades no se satisfacen o tú no las estás expresando. A veces aplicamos la ‘lectura del pensamiento’ y esperamos a que nuestra pareja «adivine» lo que nos pasa o necesitamos. Esta forma de proceder está muy influenciada por nuestros estilos de crianza y apego (seguro, ansioso, evitativo, desorganizado), así como por nuestras propias creencias sobre cómo deben ser las relaciones. Nuestras experiencias previas y los significados simbólicos que atribuimos a las conductas del otro, a menudo, nos condicionan y nos decepcionan por esperar y no recibir aquello que deseamos, en lugar de simplemente pedir lo que necesitamos.
- Se ha ido la chispa o estás en otra etapa de la relación. Cada pareja sigue su curso y posee un desarrollo concreto, no hay dos relaciones iguales. Pero existen varias etapas por las que pasan la mayoría de parejas:
- Enamoramiento: todo es ideal, sacas tu mejor versión, sientes mariposas…
- De ajustes: os vais conociendo mejor, cada uno se muestra tal cual es, comienzan los conflictos y la fase de desencanto.
- Desencanto o estabilidad: si se supera la crisis que conduce ineludiblemente a la ruptura, se da paso a la estabilización del vínculo.
- Compromiso y amor maduro: se establecen acuerdos y sobrevive la unión.
Por eso, el que se desvanezcan las mariposas del principio no significa que no os queráis, sólo estáis en una etapa diferente.
- Estás infeliz en la relación o en otras parcelas de tu vida. El estrés, los problemas económicos y familiares, la falta de ocio…, generan tensión y frustración. Al acumularse, se proyecta también a nuestra relación, convirtiéndose en otro foco de malestar e infelicidad, aunque no sea esa la raíz del problema. Parece que todo es negativo y le damos mucho peso a los problemas y obviamos aquello que nos une y que es positivo.
Una vez que hemos contestado a estas tres cuestiones es fundamental pasar a la siguiente fase. Cuando existe un desgaste importante en la pareja hemos de sopesar si una posible ruptura es una necesidad o un deseo, pues las posibilidades de acertar en nuestra determinación serán mayores si es una necesidad, por el alto coste que supone para nuestra salud mental el mantenerla.
Es mucho mejor pasar un tiempo triste y desilusionado tras una ruptura, que continuar a toda costa en una relación que te está desgastando y minando tu autoestima. Aunque debemos ser conscientes de que no es sano romper y volver con la misma persona decenas de veces. Si la vía predominante para resolver los conflictos es la ruptura, esto indica la tensión constante que hay en la pareja. Tanta repetición tan sólo demuestra una mala base entre ambos.
Pero, ¿por qué nos enganchamos de esa manera a una relación que ya resulta tóxica?
- Por el fuerte estrés que se genera, el cual favorece el cortisol y la posterior dependencia, una gran trampa.
- Por el refuerzo intermitente con el que segregamos dopamina (motivación y placer).
- Por las reconciliaciones que generan oxitocina (amor-apego).
A menudo, nos resulta muy complicado superarlo. Esto puede suceder porque todavía existe un contacto más o menos directo con esa persona, la continúas idealizando, espías sus redes o te obsesionas con el tema…, no aceptando que la relación está muerta y ha acabado, y te terminas victimizando.
Algunos consejos para sobrellevar mejor la ruptura, una vez que has decido dar ese paso, serían:
- Ventila tus emociones con gente de confianza o con un terapeuta.
- Dedícate tiempo de calidad: recupera aficiones, mímate, date algún capricho…
- No espíes sus redes ni te obsesiones con el tema: camina, lee, baila, disfruta de una peli, estudia, medita…
El duelo tras una ruptura lo atravesamos todas las personas que hemos terminado una relación. A veces, se rompe por una infidelidad, por faltas de respeto y un profundo desgaste…, lo cual puede mermar nuestra autoestima y perjudicar la salud.
No es fácil cambiar el estilo de vida tras romper, por supuesto, y hay que apoyarse en nuestra red de contactos (familia y amigos) para pasar ese difícil trance. Pero recuerda: los duelos por ruptura se pasan y se superan, pero una vida condenada al sufrimiento y malestar no es vida.