Durante los últimos 60 años han cambiado muchas cosas y la transición o evolución cultural en torno a la forma de entender nuestra sexualidad y las relaciones amorosas ha sido una de ellas.
En este artículo, queremos abordar algunos de estos cambios en el imaginario personal y colectivo de la sociedad española relativos al sexo. Profundizando especialmente en una nueva forma de entender la sexualidad más abierta e inclusiva, más respetuosa, que es la que pensamos que ha surgido en estos últimos años, (y que aunque es posible que haya pasado desapercibida entre los más jóvenes, entre quienes es posible que se haya diluido la progresión de ese cambio de mentalidad, o entre quienes frecuenten relaciones con personas que ya no comparten los anticuados valores que imperaban durante las décadas de 1960 y 1970 en España); pensamos que este cambio, en mayor o menor medida, se ha dado en toda nuestra geografía, especialmente en áreas urbanas.
Una mentalidad más abierta e inclusiva
Poco a poco, la cotidianeidad sexual y cultural de los españoles se ha ido impregnando de un respeto y un cambio de mentalidad progresivo que ha virado hacia la aceptación de un marbete más amplio e inclusivo de las diferentes sexualidades que pueden adoptar las personas. Hemos pasado de asumir la norma del modelo heterosexual tradicional, que hace sesenta años defendía la Iglesia y el Estado, a una apertura de mentalidad considerable. El ejemplo más representativo es la conquista de derechos de la comunidad LGTBI+, Lesbianas, Gays, Transexuales, Bisexuales, Intersexuales y otros grupos no heteronormativos. Además, esta libertad no ha quedado solo impresa en el papel, o en leyes que defienden su libertad de expresión y elección sexual, sino que ha sido ampliamente respaldada por la sociedad, y aunque todavía quedan muchas luchas y conquistas por realizar, el cambio y la transición ha sido considerable en pocas décadas.
Cambio de valores patriarcales tradicionales
Los valores tradicionales que imperaban en la vieja España de 1960, que rezumaban un rancio machismo destilado del modelo social que defendía la dictadura, han ido abandonándose, poco a poco, hasta el día de hoy. Pese a que todavía quedan algunos y minoritarios grupos políticos extremistas que reclaman ese retorno a las cavernas: el castigo y la discriminación de algunos grupos de personas simplemente por elegir una opción diferente, o por no defender sus anticuados valores patriarcales, que no dudan en ejercer la violencia para apuntalar sus ideas. Afortunadamente, la mentalidad, los valores y los gestos de nuestra sociedad han evolucionado, y han dejado atrás esas viejas costumbres del pasado.
Del feminismo al ecofeminismo
Estos anticuados valores patriarcales han ido perdiendo apoyo gracias a conquistas feministas en muchos casos. En los que ha habido que insistir en que la igualdad no es tal, si no afecta a hombres y mujeres por igual. Estos avances en el cambio de mentalidad se han facilitado por muchas mujeres y gracias al movimiento feminista. Como apunta María Mies, «en tanto que investigación feminista, constituían necesariamente una crítica del paradigma imperante de la ciencia y de las ciencias sociales, que no sólo había reducido a la invisibilidad a las mujeres y su contribución, sino que también estaba imbuido hasta los más hondo de prejuicios androcéntricos, o sea, centrados en el hombre, tanto en sus supuestos y conceptos más importantes para la opresión y la explotación de las mujeres: el biologismo y su consideración de las relaciones entre los sexos en las ciencias sociales, en la psicología, en las ciencias de la conducta, en la educación, etc.».
Además, ellas han sido habitualmente las más luchadoras por el medio ambiente y el resto de especies y seres vivos. Un claro ejemplo de esa lucha es la integración de la ecología y el ecologismo dentro de los principios del feminismo: es decir, lo que conocemos como ecofeminismo.
Sobre los cuidados y el trabajo no remunerado
Derivado del apartado anterior, y otro aspecto relevante que indudablemente ha contribuido a facilitar esa liberación de lo sexual para todas las personas, tenemos el cambio de mentalidad (y las prácticas asociadas) sobre los cuidados y los trabajos domésticos, o en definitiva, otros trabajos no remunerados, que hace diez lustros (cincuenta años) representaban una carga desproporcionada sobre el género femenino, y ahora, parece que hemos repartido algo más entre ambos géneros. Hace sesenta años estaba bien visto –incluso se promovía– que la mujer quedara recluida en el hogar, cuidando de la casa y los niños; ahora, afortunadamente, no.
Somos conscientes de que nos hemos dejado grandes e importantes cambios que se han producido en torno a la sexualidad en este periodo de tiempo. No los hemos querido abordar para no exceder la extensión de este artículo, pero nos encantará verlos ampliados en vuestros comentarios.
Nos gustaría terminar con un último guiño al argumento que hemos tejido a lo largo del texto, y es que en definitiva, y como dijo Virginia Woolf: «si somos mujeres, miramos el pasado a través de nuestras madres. Es inútil buscar ayuda en los grandes escritores, por más que una pueda buscar en ellos placer».
De nuevo, el feminismo nos lleva más allá del placer.
Bibliografía:
María Mies y Vandana Shiva «Ecofeminismo. Teoría, crítica y perspectivas.» Icaria, Barcelona, 1993.
Virginia Woolf. «Un cuarto propio». Sabina editorial, Madrid, 2018.