Se acerca la noche de reyes y todavía me faltan un millón de regalos por comprar. Todos las navidades me propongo que para el siguiente año empezaré a comprarlos en diciembre y al final siempre me pilla el toro por cualquier razón. Bueno, sobre todo, porque soy muy perezosa para ir de tiendas. Y ahora sólo pensar en salir, y en cómo estará de gente todo, se me hace muy cuesta arriba. Sin embargo hoy no tengo más opciones. Quise hacer las compras ayer, de hecho lo intenté, pero al final no fui capaz. Había resuelto hacerlas por Internet, ya que por fortuna son muchas las páginas que hacen las entregas en veinticuatro horas, y podía permitírmelo y tenerlo todo listo para ese día. Pero nada más encender mi portátil y conectarme, empecé a distraerme con los correos, con los amigos que me saludaban por privado desde las redes, y con las moscas que se movían a mi alrededor.
Comencé a mirar webs de artículos de todo tipo y enseguida me saludó Miguel, un noviete con el que me sigo hablando y mantengo muy buena relación pese a los años que han pasado. Nos pusimos al día de nuestras cosas, nuestros trabajos, sobre cómo llevábamos nuestras vidas sentimentales y a los diez minutos ya me estaba dando detalles y contando lo divertidas que eran sus nuevas actividades sexuales. Y como andaba enredado en varios portales para ligar me contó que el segundo paso tras unos días de chateo es siempre el cibersexo y que a él era lo que más le gustaba después de haber intercambiado algunas fotos subidas de tono con la chica de turno. Y yo que soy muy empática y tardo muy poco en entrar en situación para ponerme en la piel de los demás, sobre todo si me hablan de cuestiones eróticas, no pude evitar desatender mi objetivo principal de las compras y dedicarle a Miguel toda mi atención. Por supuesto, ya habíamos pasado de teclear y nos habíamos conectado por Skype para charlar con mayor soltura. Entre las risas y el tiempo que hacía que no hablábamos, nuestra conversación se fue poniendo cada vez más íntima e interesante, y mi amigo, que tiene una voz muy seductora y convincente, además de ser un hombre muy atractivo, me hizo caer en la cuenta de que nosotros, por haber sido novios cuando aún no existía tanta tecnología, nunca habíamos tenido ese tipo de relación sexual. No necesité mucho más para leer entre líneas y acceder a probar. Encendí una pequeña luz de trabajo más cerca del ordenador y apagué la principal. Una vez creada la atmósfera y dejándome llevar por las palabras de Miguel me fui quitando la ropa. Él por su parte puso música en su casa y también se desvistió. A veces cerca de la pantalla y otras moviéndome desde lejos para poder vernos de cuerpo entero, fuimos intercambiando poses y besos lanzados hacia el portátil y, sobre todo, frases sensuales mezcladas con deseos todavía latentes. Sin apenas darme cuenta, y en ocasiones sin recordar que una pequeña cámara grababa el despliegue de todo mi erotismo, me puse a cien escuchando las ganas de mi exnovio y sus gemidos al otro lado. Para cuando él llegó a su punto álgido yo ya había recurrido a uno de mis juguetes favoritos para acompañar los momentos de soledad. Tras pocos minutos yo conseguía también un estupendo orgasmo tumbada en el sofá de mi salón y del que Miguel disfrutaba al otro lado de mi pantalla.
No diré que es de lo mejor que he probado en el sexo. Nunca nada es comparable al contacto de otra piel junto a la tuya, pero es otra variante interesante para cuando no existen otras formas. No sé si repetiré para otra vez. Lo que sí que tengo claro es que me repetiré a mí misma varias veces hoy el propósito de hacer las compras de reyes para el año que viene mucho antes, porque al final pasé tanto tiempo ayer ante el ordenador que ahora tendré que salir.
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