Ya estaba el día por terminar. Había sido un cumpleaños tranquilo, con las típicas felicitaciones de whatsapp, regalos, globos, tarta… y algunas sorpresas, pero (aunque ella aún no lo sabía) faltaba la guinda del pastel.
María repasaba mentalmente, ya en la cama, los mensajes más inesperados del día. Era su versión de la cuenta de corderitos tradicional.
A su lado dormitaba, plácidamente, su gato, un fiel compañero de cama por quien ella sentía verdadera pasión. Quizá no era el escenario más erótico, pero sí la mejor compañía. Max había presenciado muchos de sus momentos íntimos, como si de un auténtico voyeur se tratara. Menos mal que el animal no sabía hablar, sino María se habría ruborizado en más de una ocasión.
Estaba demasiado excitada para dormir, aunque no en el terreno sexual, a pesar de haberse percatado, gracias a la apreciación de un amigo, de que sí se encontraba quizás en un modo más juguetón de lo habitual. Pero acabar pasando calor en esa fría noche, en principio no entraba en sus planes.
Intentó no seguir esa senda, así que desbloqueó el móvil, bajó su iluminación y echó un último vistazo al correo antes de proceder a apagarlo para caer en los brazos de Morfeo. Su intención era totalmente inocente, buscando calmar un poco la ansiedad, después de un día de tantas emociones. Sin embargo, la llegada de un email llamó su atención, pues en el asunto decía: “Cuento erótico para dormir orgasmada”.
No pudo resistirse a curiosear y su sorpresa fue infinita al entrar y ver: “Regalo para María, de Pablo, 7/2/2023”.
Comenzó a leer casi con más intriga y desconcierto que morbo. Conocía bien la capacidad de fantasear de Pablo, quien también sabía perfectamente sobre los gustos de ella. Así que estaba segura de que el relato tenía posibilidades de despertar su interés y encender su deseo.
Conforme avanzaba la lectura percibió que había dejado de sentir frío. Sus pezones se habían puesto duros y sobresalían a través de su camiseta del pijama semitransparente. Además, un leve cosquilleo inundaba su vulva.
Poco después sintió la humedad de sus bragas y decidió que había llegado el momento inevitable de usar su mano. Acercó su dedo índice a la entrada de su vagina para humedecerlo y, a continuación, dirigirlo a su clítoris, que ya estaba hinchado y palpitante.
En cualquier caso, sabía que podría recurrir a alguno de sus muchos juguetes que se encontraban dentro del cajón de la mesita de noche. Coleccionar vibradores, dildos y otros artículos eróticos era una de sus aficiones ocultas. Pero la excitación era tan grande que no le dio tiempo a usar nada, más allá de sus dedos.
Ella sabía bien cómo le gustaba estimularse. Solía hacer pequeños círculos y una ligera presión alrededor del clítoris. Su dedo se deslizaba con soltura y dedicación, aumentando el ritmo poco a poco.
Lo demás fluyó hasta enloquecer en silencio. El orgasmo más callado y morboso, nunca imaginado.
Con un “Buenas noches, María” acababa el cuento. “Buenas noches son”, pensó ella antes de cerrar sus ojos.
Ahora sí que había llegado el final de su cumpleaños, con aquel regalo totalmente inesperado.
4 comments
Me encantó, Ester! Ojalá nos sigas deleitando con relatos!
Me transportaste a momentos que viví y otros que hubiera querido vivir y que sin duda imaginé muchas veces. Además, dormir orgasmada y sentir la humedad en las bragas es tan mágico y único. Para mí, la sensación de ir caminando y sintiendo esa humedad me vuelve loca! Y gran detalle la frase de más allá de sus dedos!
Gracias, Mónica.
Que bueno que te gustó tanto. No se te escapa nada jeje. 😉
Me hubiera encantado que contarás el relato que la hizo llegar a ese orgasmo…para uno también conseguirlo 🙈
Hola Elena,
Pues eso le vamos a pedir a Ester que nos lo cuente… ¿te parece?
¡Besos y gracias por seguirnos!