Esta mañana me he despertado y tranquilamente, como todos los sábados, me he tomado mi tiempo para salir de la cama.
Me gusta aprovechar que no tengo prisa para revolverme entre las sábanas y gandulear mirando al cielo por la ventana del dormitorio o recreándome en las fotos que tengo colgadas en las paredes. Al principio he pensado que Pablo se habría levantado antes que yo a hacerme el desayuno, como tiene por costumbre, pero enseguida he recordado que tenía que estar todo el fin de semana en un congreso, con lo que he decidido relajarme del todo. La idea del relax casi siempre viene acompañada para mí de un orgasmo y, de ese modo, de repente, he sentido la necesidad y me he masturbado.
He empezado como casi siempre, acariciándome suavemente al principio, para ir acelerando hasta alcanzar mi orgasmo gritando ayudada por uno de mis muchos juguetes.
¿Qué tenía de especial? Que en este caso ha sido delante del espejo que tengo en el dormitorio. No es la primera vez que lo utilizo como recurso de excitación, por supuesto, pero en esta ocasión me he puesto a pensar con detalle en cuánto me resulta de placentero ver el reflejo de mi cuerpo desnudo en esos momentos.
Cuando lo hago con mi pareja la sensación que me transmite es la de ser espectador de una película para adultos donde, a la vez, nosotros somos los protagonistas. Sentirte observador y partícipe al follar es muy estimulante. El espejo te brinda además la posibilidad, si es lo suficientemente grande, de ver al completo cómo nos movemos. Prestar atención a los detalles que en muchas posturas de las que tomamos al enrollarnos no somos capaces de ver. A mí, personalmente, me pone muchísimo ver el culo de mi chico cuando me penetra desde atrás, o mirar alternativamente a mi espalda arqueándose y a su cara de satisfacción cuando me subo encima. Aunque los que más me excita es ver su expresión de deseo ardiente cuando, agachada frente a él, es mi boca la que le da placer. Y lo mismo cuando él mete su lengua entre mis piernas y es mi rostro el que delata mis sensaciones.
Todos deberíamos tener un gran espejo en casa en un sitio cómodo y a una buena altura, que nos devuelva nuestro reflejo más erótico y provocador.
Y si no puede ser, también podemos fijarnos en las puertas de madera brillantes o en cualquier superficie que refleje la acción de nuestros cuerpos. A veces, el no distinguirnos con claridad también le añade un punto de morbo al vernos. Y siempre, se puede aprovechar para ir mejorando nuestras técnicas amatorias y la forma en la que podemos hacer que nuestra pareja disfrute cada vez más.