En el turbulento Nueva York del 1969, en un bar gay llamado Stonewall, se produjo una revuelta que marcaría un hito histórico en la lucha por los derechos LGBTQIA+. Este incidente dio lugar a una gran redada y múltiples detenciones pero, a diferencia de otras ocasiones, esta vez los que protestaban se revolvieron y lucharon por sus derechos. Esta pugna se prolongó durante 6 días siendo el único «delito» de los activistas el no ser «normativos».
Este suceso dio lugar a una serie de movimientos sociales, la gente salió a la calle para reivindicar el derecho a vivir la sexualidad de una forma libre. Estos colectivos son los que iniciaron el día del Orgullo Gay y sembraron la semilla de la organización de grupos para la lucha del colectivo LGTBQIA+.
Pese a las reivindicaciones sociales, las minorías sexuales que quedaban fuera del espectro gay quedaron en segundo plano. Así que no fue hasta finales de los años 80 cuando los colectivos oprimidos, por ejemplo de mujeres lesbianas, personas seropositivas, trans, negras, etc. empezaron a usar el término queer como respuesta a que el concepto gay como hombre, blanco con un nivel socioeconómico muy concreto, no les representaba (Sáez, 2005).
Queer procede del inglés y significa extraño, raro, desviado, torcido. Es usado como insulto homofóbico, si bien en español no existe una palabra como tal que pueda englobar la discriminación hacia todo el colectivo LGTBQIA+. Sus equivalentes serían marica, tortillera o cualquier insulto que sea utilizado para descalificar a una persona con una sexualidad no normativa (heterosexual).
La misma apropiación del insulto como elemento identificativo es una completa declaración de intenciones de la naturaleza del movimiento queer. Se alza como reivindicativo y contestatario del modelo hegemónico heteropatriarcal blanco cis. Además, queer, es un término que se desbanca del género, por ser completamente neutral.
Dejado claro un poco este concepto, es importante indicar que la teoría queer a diferencia de las otras letras del colectivo LGTBQIA+, es una teoría que bebe del activismo y que desafía los conceptos normativos, no sólo de la identidad o de la orientación, sino que busca dar voz también a las minorías sexuales disidentes, al mismo tiempo que tiene en cuenta otros aspectos de carácter social, político, económico, diversidad funcional, racial… poniendo sobre la mesa que los mismos conceptos dentro del colectivo, están atravesados por la sociedad y por lo tanto constituidos en una base normativa. Por ejemplo, hay una fuerte reflexión sobre el concepto de transfeminismo de Judith Butler. En él se habla de que el feminismo, si bien lucha por la igualdad entre géneros en su conceptualización, se sigue construyendo en el binarismo hombre-mujer por lo que cae en los mismos errores que la discriminación contra la que lucha. En los discursos de la búsqueda de los derechos entre hombre y mujer estamos excluyendo involuntariamente a los individuos que tienen una forma de entender el género de otra forma. El transfeminismo destruye esas ideas porque parte de un replanteamiento del género e intenta incluir en la lucha cuestiones de racialidad, migración, diversidades funcionales y más.
Pese que la teoría queer no está exenta de críticas (sus teorías se han quedado en las esferas universitarias), ha puesto muchos aspectos sobre la mesa y ha dado voz a los colectivos que habían quedado olvidados en muchos discursos. Las cuestiones sobre la sexualidad se ven inmersas en una transversalidad que a veces se nos olvida. Por ejemplo, como ya he comentado en otros artículos, no es lo mismo ser gay blanco con una posición socioeconómica estable y acomodada, que ser una mujer trans, migrante, negra, lesbiana con preferencias de prácticas BDSM y que, encima, está en una situación económica complicada. ¿Cuántos de estos factores se nos olvidan a la hora de generar discursos inclusivos?
La teoría queer permite un cuestionamiento del concepto del género y de la sexualidad en sí misma más allá de las construcciones normativas dadas por la sociedad, por lo que busca el reconocimiento de identidades, prácticas y comunidades sexuales minoritarias que han sido marginadas e ignoradas por las normas culturales predominantes.
Entender y promover otras formas de sentir y vivir la sexualidad, puede abrir la mente de las personas y ayudar a que podamos ser capaces de comprender nuestra propia sexualidad y la del mundo que nos rodea. De esta forma, podremos trabajar por un ambiente libre de discriminación, en donde las personas puedan expresarse libremente.
Bibliografía:
Córdoba, David; Sáez del Álamo, Javier y Paco Vidarte (2005), Teoría queer.
Políticas bolleras, maricas, trans y mestizas, Egales, Barcelona/Madrid.