El mundo del entretenimiento nocturno en Japón, que abarca desde los host clubs, hasta los controvertidos soapland (antiguas casas de baño transformadas en burdeles), es una parte de la vida japonesa desconocida para muchos. En los host clubs, los visitantes pueden disfrutar de la compañía de anfitriones y anfitrionas mientras socializan y toman algo, sin que necesariamente haya prostitución. Sin embargo, se entra en cuestiones delicadas cuando en este sistema se ven involucrados menores de edad.
Este artículo desglosará la dinámica de esta industria nocturna japonesa, explorando las líneas borrosas que hay entre el entretenimiento voluntario y la posible explotación, así como las leyes y factores culturales que la rodean.
Los Host Clubs
La gran ciudad de Tokio aguarda en su interior sitios para poder despejar y relajar la mente de las ajetreadas vidas de sus habitantes. Si paseas por Tokio en el barrio de Shinjuku, en la zona de Kabukichou o por el barrio de Akihabara, puedes encontrar los host clubs, clubs de entretenimiento nocturnos donde puedes ir a tomarte algo disfrutando de la compañía de un host o hostess, es decir de hombres y mujeres que venden su tiempo y compañía. En sus puertas tienen fotografías y carteles con rankings de popularidad para que puedas escoger con quién quieres pasar el rato.
Y no, no es prostitución. O no tiene porqué serlo.
Para aquellos que venimos de culturas occidentales nos puede parecer extraño pagar por tomarte unas copas con alguien que pasa un tiempo contigo, pero no vemos nada extraño en quienes van a un bar y ahogan sus penas en abundantes cantidades de alcohol mientras le cuentan sus problemas y preocupaciones al bar tender. O un paso más allá, quienes contratan a un o una escort. Pagan por tener la compañía de alguien.
En Japón, culturalmente siempre ha existido, por ejemplo, la figura de la geisha que, como hemos comentado en otros artículos, iban más allá de vender su cuerpo, vendiendo su compañía y sus habilidades artísticas, un trabajo que lleva en su cultura decenas de años.
Enjo Kosai
El mercado es tan amplio que se ha especializado, de tal manera que encontramos otro tipo de establecimientos donde puedes encontrar colegialas y, a veces, hasta menores de edad trabajando. Por ejemplo, una práctica que se relaciona con este negocio con menores de edad es el llamado Enjo Kosai (援助交際), un término que proviene de los años 90 y que hace referencia a los encuentros que se ocasionan entre hombres de mediana edad y menores de edad, normalmente para pasear y pasar el tiempo a cambio de regalos, dinero o atención, lo que dificulta discernir si la interacción es voluntaria o coaccionada.
Este servicio no tiene porqué implicar prácticas sexuales, pues las leyes en Japón protegen a las menores de edad como en cualquier otro país, pero va al margen de la ley. La explotación de menores es ilegal y puede tener graves consecuencias legales para los adultos involucrados. Sin embargo, la falta de claridad en las situaciones y la dificultad de probar la coerción hacen que sea un problema difícil de abordar.
De estas situaciones nace una preocupación por la vulnerabilidad de los menores y la línea difusa que separa la influencia indebida de un adulto y la perpetuación de un delito. Un menor de edad es particularmente influenciable por la falta de experiencia y madurez emocional. Además, los adolescentes pasan por una etapa de reafirmación y determinación de su identidad y aceptación social por lo que suelen ser más susceptibles a la influencia de los adultos. Es más, cuando las chicas se involucran en este tipo de prácticas, muchas veces son rechazadas por su ambiente social y el familiar, o directamente vienen de situaciones familiares límites por lo que se quedan sin apoyo y son excluidas, ayudando a perpetuar su situación.
En otras palabras, los adultos que participan en actividades como el enjo kosai pueden ejercer una influencia indebida sobre los menores de edad, convenciéndolos de participar en comportamientos arriesgados o explotadores. A ello se suma que no hay un buen sistema de apoyo que ayude y asista a los menores que quizá terminen en este mundo por falta de recursos.
Por ello hay que establecer una línea muy clara entre personas que ofrecen un servicio con plena voluntad de decisión y una posible explotación en caso de las menores de edad.
Soapland
Los soapland son antiguas casas de baño japonesas que son burdeles. Se supone que los servicios que ofrecen son desde baños con las trabajadoras hasta masajes, pero la realidad es que en la privacidad de esas salas se ofrece mucho más que un masaje erótico. Son lugares en los que también juega con los grises de la ley.
Otro aspecto importante para comprender por qué abundan este tipo de prácticas y por qué están tan extendidas en el mundo del entretenimiento, es la configuración en sí lde as leyes. Si bien es cierto que después de la segunda guerra mundial la prostitución fue prohibida en Japón por la ley anti-prostitución (1956), ésta sólo recoge aquellos intercambios por dinero que impliquen actividades sexuales con penetración. Y estas alturas, y todos aquellos acérrimos lectores que nos visitan, ya sabréis que el sexo implica mucho más que la penetración.
Es por eso que la industria del sexo en Japón trata de buscar actividades que estén dentro de la legalidad y se las han ingeniado para ofrecer diversos tipos de servicios que orbiten alrededor de esa práctica, sin llegar a perpetuarla.
Como conclusión quiero volver a destacar y denunciar la falta de un sólido sistema de apoyo para los menores en situaciones precarias. Existe la necesidad de establecer una línea clara entre la oferta de servicios voluntarios y la explotación de menores, al igual que la necesidad de abordar las implicaciones legales y éticas de este mundo complejo y en constante evolución en Japón.
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