Ya he comentado alguna que otra vez que tanto a mí, sola, como a mi actual pareja, nos gusta probar con nuevas experiencias que nos hagan salir de la comodidad de nuestro entorno. Por eso no me extraña cuando Pablo me dice con picardía que vamos a salir a «follar por ahí». Esa es nuestra expresión coloquial para resumir que vamos a tantear otras formas de relacionarnos y disfrutar de nuestra sexualidad.
En esta ocasión habíamos decidido hacer un poco de exhibicionismo sin llegar a nada que pudiera resultar ofensivo para nadie, ni que nos pudiera suponer ganarnos una multa por desórdenes públicos. Así que esperamos a que anocheciera, nos pusimos bien guapos y cogimos el coche para irnos a una zona lo suficientemente apartada del centro, pero buscando espacios abiertos donde sabíamos que habría otras parejas follando o simplemente mirones aprovechando el momento. Todos sabemos cuáles son esos sitios: parques o grandes explanadas, donde se van los amantes sin hogar, la gente joven, y los voyeurs. En la mayoría de las veces estarán en sus coches calentando con el vaho de sus bocas apasionadas los cristales y otras simplemente al raso, en los bancos o el césped si lo hubiera.
Nosotros habíamos escogido para esa noche hacerlo al aire libre.
Era una buena noche de otoño en la que no íbamos a pasar frío por más ropa que decidiéramos quitarnos llegado el caso. Para comenzar a animarnos, dimos un paseo cogidos de la mano observando el ambiente alrededor. Cada pareja estaba tan a lo suyo que nadie se percataba de nuestra presencia por más que nos acercáramos. Ver como otros se metían mano o se lamían con deseo no hacía más que incrementar el nuestro. Pablo no quiso esperar mucho y enseguida, haciendo que apoyara mi espalda contra un pino, me introdujo la mano derecha en las bragas, sin besarme siquiera, y empezó a trabajarse mi orgasmo con vehemencia. Le dejé hacer a su antojo y, una vez conseguido, me dejó lamer sus dedos empapados y continuamos nuestro paseo. En cuanto atisbamos en la distancia a una persona que se escondía entre los arbustos convenimos que había llegado el momento de pasar a mayores. No muy lejos de allí, también dos chicas salían de un coche a fumar. Pablo se sentó en unos escalones anchos, se quitó la camisa y se bajó la cremallera del pantalón dejando su sexo bien libre y a vista de todos. Ahí yo ya entré en acción chupándole con todas las ganas que llevaba acumuladas desde que habíamos aparcado. Entre lametón y lametón me iba quitando ropa. Sentir la mirada de otros e incluso llegar a oír las risitas y los cuchicheos nos ponía a cien. Totalmente excitados, y únicamente con los ligueros y unas medias, me senté encima de Pablo y comencé a moverme y a disfrutar de aquella noche de pasión. Mi novio me iba susurrando al oído lo que intuía que nuestros espectadores hacían y eso me calentaba aún más. Él no pudo aguantar mucho y se corrió enseguida entre sonoros jadeos. Y unos segundos después ya habíamos cambiado la postura para que Pablo acomodase su boca entre mis piernas rematando la faena.
Continuamos sentados en las escaleras un par de minutos charlando y riéndonos. Vimos cómo se marchaban sin hacer ruido los que se habían acercado al principio de nuestra fogosa actuación y acto seguido nos vestimos y emprendimos también nuestro camino de vuelta al coche, conscientes de todo lo que seguía sucediendo a nuestro alrededor. Quizás en otra ocasión lo hagamos a la luz del día entre los árboles.
Seguiremos probando.
2 comments
Excelente relato
Gracias… Nuestra Amy es que tiene mucha imaginación.
Besazos.