Hay costumbres que se asientan con fuerza en tu día a día, y de empezar como una cosa tonta, para no tener que cocinar nada una noche, terminan siendo la mejor de las rutinas de la semana.
Y eso nos ha pasado a Pablo y a mí con la cena de los viernes.
Cansados de toda la semana y sin ganas tampoco de salir por ahí, nos solemos pedir unas pizzas y nos tiramos en el sofá a ver la tele hasta que alguno de los dos se despierta y se da cuenta de que estamos pasando la noche en el salón sin ninguna prisa por irnos a la cama. Y es muy agradable para nosotros empezar el fin de semana así, la verdad. Aunque últimamente, como todo lo que haces de continuo, se está haciendo demasiado monótono y no quisiera yo que terminásemos siendo una pareja aburrida que se tira viendo series y comiendo todo el tiempo libre que pasan juntos. Por eso he estado pensando en cómo darle una vuelta de tuerca a esto, y en los últimos viernes ya he introducido algunas variaciones más divertidas.

Una noche decidí esperar a que la pizza se templase un poco, y mientras nos tomábamos nuestras copitas de vino, nos entretuvimos cortando la pizza en porciones que entrasen bien en la boca. Al principio Pablo no entendía muy bien qué es lo que yo pretendía, hasta que me desnudé y sentada en el sofá empecé a colocarme los trocitos de pizza por el cuerpo.
-¡Ven ahora a por tu cena! Aunque solamente podrás utilizar la boca…
Y allí que se lanzó a comerse su pizza de carne con cebolla, aprovechando para lamer y relamer toda la jugosa salsa barbacoa que había resbalado por mi piel. Algunas porciones me las compartía, dándomelas con su boca y comíamos los dos. Y así le tuve jugando y comiendo hasta que solo quedó el bordecito de una porción. Trozo que le perdoné porque yo ya no pude aguantar más y me senté sobre él a follarle con toda mi energía. Y, por supuesto, después nuestra serie.
En otra ocasión, fue a él a quien se le ocurrió la idea de introducir pruebas. Fuimos escribiendo en unos papelitos algunas cosas eróticas que había que hacerle al otro antes de poder comernos un triángulo de la pizza. Si el contrario se quedaba satisfecho cogías de tu pizza, pero si no lo valoraba lo suficientemente bien, tenías que comer de la del sabor que no hubieras escogido tú. Y claro, a veces no las pedimos con ingredientes que podamos compartir, con lo cual hay que poner mucho empeño en lo que haces o terminas comiéndote una pizza que no te gusta nada. Pero siempre es un juego muy divertido y que además nos ayuda a conocer mejor los gustos íntimos del otro. Y además el que consigue comerse más cantidad de su pizza es quien decide la serie que se ve después.
Otro viernes, el juego pasó a tener un componente extra más arriesgado. Acordamos ligarnos al repartidor o repartidora que viniese. El que perdiese, tendría que pagar las pizzas de todo el mes. Lo hicimos pidiéndolas por separado para que cada uno tuviera la opción de ligar con una persona diferente esa misma noche. En principio, la idea solo era conseguir que nos dieran su número de teléfono, sin embargo ya ha habido un viernes en el que nos hemos saltado la parte de ver la serie, porque Pablo fue muy convincente con la repartidora y consiguió sumarla a la cena y convencerla para hacer un trío. ¡Y eso es lo único que os voy a adelantar hoy, porque eso da para otra historia que os contaré con más detalle otro día!
¡Y que vivan los viernes de pizza!