Me contaba mi amiga Marina la semana pasada, que lo que más le ha gustado de su novia desde el primer día, en lo sexual, es como le chupa los pezones porque, por lo visto, con ninguna otra antes había conseguido llegar al orgasmo a través de ellos exclusivamente. Y ahora su primer clímax casi siempre lo consigue así. Y es que es una zona erógena que todas las personas tenemos muy olvidada como punto de placer.
Ella, que tiene mucha más experiencia que yo dando y recibiendo lametones en los pechos, sabe lo difícil que es encontrar el punto óptimo que hace disfrutar a quien los recibe casi al mismo nivel de quien los da.
Para empezar, como sujeto activo, debes encontrar el placer en recrearte, dedicándole mucho tiempo, e insisto en la redundancia, porque la mayoría de la gente pasa muy rápido, estrujando y manoseando las tetas como si estuvieran exprimiendo zumo para desayunar. Tan mal, que en ocasiones, resultaría mucho más excitante una mamografía. Que yo no quiero eliminar tampoco el punto brusco de un momento loco de pasión en el que esa agresividad apetece, pero no suele ser lo habitual. Si los pechos son grandes, es maravilloso bucear en ellos, mordisquear con suavidad esa carne tan apetecible cuando la ves asomar por un buen escote, y mojar bien con la lengua esos pezones que se endurecen casi con mirarlos. Y cuando son pequeños las caricias también tienen que dirigirse con mimo por la aureola, besándolas y rozando el botón con las yemas de los dedos para dejar que se endurezcan con energía y sean en tu lengua caramelitos con los que jugar. Y por supuesto esto es perfectamente aplicable con los hombres. Para todos los pechos sin exclusión.
Por otra parte, la persona que recibe con ansias unas manos o una boca en sus pechos, tiene que sentir enseguida la necesidad imperiosa de entregártelos, de querer arquear su espalda hasta el infinito para facilitarte el trabajo, y disfrutar, y gemir, sin la necesidad de que atiendas ninguna otra parte más de su cuerpo. Debe notar que te lo pasas bien de verdad, que te gustaría comerte sus tetas de literal. Amasarlas con suavidad, con una mano, con las dos, con la cara, con los labios, con la lengua, con los dientes con ternura, incluso olerlas. A veces utilizar pezoneras le da un plus de elegancia y lujuria que hace más excitante el momento de descubrir, o no, esos pezones ocultos. Lo mismo que jugar con la pintura comestible, con la sensación que deja el frío de unos cubitos de hielo, o el degustar unos trozos de fruta hábilmente colocados por el pecho. Todo un mundo por explorar y en el que detenerse con ganas, antes de pasar a la genitalidad a la que tanta importancia damos.
Marina sabe bien de lo que habla y siempre me ha dado muy buenos consejos para mejorar mi vida sexual. Por eso, siguiendo sus recomendaciones, este mes Pablo y yo estamos con un monográfico sobre tetas en todas sus vertientes. Vemos películas sobre el tema, nos leemos poemas dedicados a los pechos, y jugamos todo lo que podemos y más con nuestros pezones buscando nuestros tiempos y puntos más eróticos en ellos. Y tengo que decir que este sexo monográfico, tan consciente, y bien atendido es realmente gratificante y nos saca de la rutina de una forma muy divertida.
¿Os animáis a probar?