Yo solamente estaba pensando en nuestro encuentro. ¿A qué jugaríamos cuando nos viésemos en ese hotel en el que habíamos quedado ese fin de semana?
Mis ganas se habían pasado la mañana del viernes en la oficina golpeando mi cabeza al mismo ritmo que yo a las teclas del ordenador, pero al llegar a casa y ponerme a preparar la maleta comencé a imaginármelo con más fuerza. Me senté un rato, con la sonrisa en la boca y, sin darme cuenta, enseguida, tenía las manos entre las piernas. Iba a meter el satisfyer en la bolsa de aseo junto con las cremas faciales y el perfume, pero como aún lo tenía sobre la cama decidí aprovechar aquel momento y lo agarré con decisión.
Imaginaba que al llegar te haría esperar, te haría desearme, y no dejar que me tocases. Me desnudaría de cintura para abajo primero y sentada frente a ti, en la cama, te explicaría que solo quería que me mirases. Después me quitaría el jersey para que pudieras disfrutar de las pezoneras negras que había comprado expresamente para este viaje. Sería la primera vez que utilizase para ti esa prenda diseñada para formar parte del rito sexual. Después te haría prometer que no te levantarías del sillón y comenzaría con mi juego. Y mientras en mi mente iba organizando a la perfección cómo sería nuestra llegada a la habitación al día siguiente, en casa yo me iba excitando cada vez más y más.
Me había tumbado en la cama para dejarme llevar por las intensas sensaciones que mi estimulador de clítoris y mi poderosa imaginación estaban produciendo en mi cuerpo. El espejo me devolvía el reflejo de la carne desnuda que, para mí, casi asomaba por tus ojos. Como si estuvieras allí ya, en aquel momento, yo jugaba a que tú disfrutabas mirando cómo me masturbaba para ti. Y disfrutaba aún más sabiendo que haría todo igual al día siguiente, pero sería mucho más verdadero, completamente real. La velocidad de las pulsaciones en mi sexo, se aceleraban. La humedad de mi pubis, la sensualidad de mis manos recorriéndolo, mis ojos cerrados visualizando la escena, sintiendo tu mirada examinando cada poro de mi piel, cada gesto en mi rostro, mi respiración acelerada, los gemidos… todo me dirigía a gran velocidad hacia el desenlace querido. Y esa explosión sería inminente, hoy, en mi cama, y mañana contigo, para ti, para los dos.
Un segundo orgasmo siguió al primero con mayor fuerza, y sin apartar el satisfyer de mí, un tercero más suave y prolongado me obligó a soltar un largo suspiro antes de pronunciar tu nombre, que escapó de mi boca casi en un susurro.
Mañana. Quizás mañana cuando lleguemos al hotel, cuando te vea, no sea capaz de esperar, no creo que quiera hacerte esperar o, quizás, no pueda aguantar yo las ganas de tus manos, de tu piel caliente. Tanto ensayo me ha hecho desearte con más energía y estoy segura de que encontraremos otros momentos, a lo largo del fin de semana, para jugar a mirarnos.
¡Y eso que yo solamente estaba pensando en ti!