No soy nada de ir con frecuencia a la peluquería ni soy clienta asidua de ningún centro de estética. Desde siempre acostumbro a apañarme en casa y prefiero ir retocando sola los pelos que vayan creciendo por mi cuerpo, aunque quizás sea porque tengo pocos. Y andaba yo en esos menesteres el otro día, cuando recordé una conversación que había tenido con mi amigo Jaime hacía muy poco. A él le encantan los pelos, los naturales. Los suyos y los de los demás. Tanto en hombres como en mujeres, ya que disfruta su sexualidad con ambos, y le resultan de lo más excitante en el juego sexual.
– ¡Es que a mí me cuesta llegar al orgasmo con tanta depilación, Amy! Siento que estoy enrollándome con muñecos en lugar de con personas de carne, hueso y pelo. ¡Pero qué difícil es hoy en día encontrar gente con pelo! De hecho, lo he dejado bien puntualizado en la aplicación que uso para ligar.
– ¿Y te están respondiendo?
– ¡Claro que sí! He visto que hay mucha gente como yo. Y por eso, por declararme abiertamente amante del pelo, el viernes pasado conseguí por fin enrollarme con una tía maravillosa, con un pubis lleno de rizadísimo pelo negro. ¡Qué alegría, Amy! ¡Qué agradable pasar mi cara por esa entrepierna mullida y aromática! ¡Qué fantasía meter la nariz en su axila y toparme con pelo largo! También puedo decirte que se me dio genial el domingo con un adonis pelirrojo. ¡Menudo pecho repleto de pelo rojizo! Insultantemente llamativo y provocador. Aunque lo que me puso ya como una moto fue meter la mano en sus pantalones y enredar mis dedos en ese vello que rodeaba su durísimo miembro. ¡Cuánto me gustó pegarle pequeños tirones! Además, yo veía que él también lo gozaba. ¡Qué gustazo, amiga! Porque yo me pregunto, ¿dónde te agarras cuando te encuentras encima de esos cuerpos depiladísimos? Te resbalas por todos los rincones, no tienes donde engancharte.
– Lo bueno es la variedad, Jaime. Que tú puedas disfrutar de tus «peluches» mientras yo disfruto lamiendo bajos sin preocuparme por si me atragantaré o no.
– Por supuesto, eso siempre: variedad ante todo para que podamos elegir. Pero yo me estoy quejando, en realidad, de lo complicado que está acertar a la primera con alguien que no se haya dejado llevar por esta moda absurda y contra natura. Por eso estoy tan contento ahora, porque puedo escoger entre un amplio catálogo de pelazos. Y para el próximo fin de semana tengo ya una cita con un hombretón bien lanoso al que estoy deseando adherirme como el velcro.
– ¡Anda Jaime, no seas exagerado! No tengo ninguna necesidad de tener esa imagen en mi cabeza. Pero sí que me gustaría que me contases todos los detalles después.
– Eso tenlo por seguro. Que ya sé yo cuánto te diviertes tú escuchando historias lascivas de amantes que desnudan sus cuerpos para ofrecerse al placer de un sexo salvaje y apasionado.
Así que hoy estoy esperando, delante de este café, a que mi amigo llegue y me detalle cuántos pelos tenía su última conquista y si le ha dado más placer el bigote de su chico, el vello púbico de una dama, o si ha gemido de gusto ante unos buenos muslos cubiertos de pelusilla. Porque yo, más que con los pelos, con lo que disfruto sobremanera son con las historias de buen sexo.