Esta mañana me la he dedicado a mí misma. En general y en particular. A veces hay que sacar ese tiempo que nunca creemos tener, y relajarnos en casa, ocuparnos de nuestro papeleo doméstico, organizar la ropa, hacernos tratamientos de belleza de pepino y yogur y cómo no, atender con interés nuestro placer sexual. Porque también hay que dedicarse momentos especiales para una sola, como cuando decides hacerlo con una pareja y montas toda esa escenografía de velas y musiquita.
Me he dado un buen baño de sales y después de varios tratamientos de belleza he comenzado con mi ritual de autocomplacencia. Lo primero ha sido buscar inspiración. Así que he estado rescatando de la galería de mi móvil algunas de las fotos más excitantes e interesantes que algunos amigos me habían enviado, y muchas otras propias, que yo les mando a ellos y que me sirven para fantasear en cualquier ocasión. Después he sacado mi arsenal de juguetes dispuesta a escoger dos o tres con los que pasar un buen rato. Aunque había empezado con las bolas chinas mientras iba haciendo todo esto para ir sintiendo su roce y que mi cuerpo se fuera preparando. A continuación un poco de música de fondo que siempre ayuda, y he comenzado a desnudarme delante del espejo grande. No necesito a nadie. No hace falta nadie más para disfrutar del propio cuerpo. Es sano y necesario. Imprescindible diría yo incluso, porque hay que conocerse bien y explorarse para que cuando quieras disfrutar de tu sexualidad con alguien más sepas lo que te gusta, dónde y cómo.
Seguidamente me he estado masajeando todo el cuerpo, recreándome con dulzura en los pechos, con un fabuloso aceite aromático que me ha hecho sentir sensual y ha dejado mi sensibilidad a flor de piel. He creído que era ese el momento adecuado para utilizar mi vibrador: el último que compré, grande y con una superficie rugosa que produce en mi interior un placer muy inspirador y específico. Tras unos minutos de gozo en diferentes posturas decidí pasar a mi juguete más especial y más novedoso. Un estimulador de clítoris por ondas que con solo un poco de lubricante puede hacer maravillas con mis terminaciones nerviosas y provocarme orgasmos largos e intensos. Pero esta mañana, para mi sorpresa, mi sesión ha terminado sacando lo mejor de mí. O al menos lo más desconocido. Una espectacular eyaculación, de esas que sólo había visto en algunas malas películas porno, o eso que en inglés llaman “squirt”. Solo que esta ha sido real. Tan real que he mojado todo a mi alrededor de un modo muy exagerado, aunque por fortuna apenas mancha. Y además me ha pillado de una forma tan inesperada que no he podido evitar soltar una carcajada y me he estado riendo mucho tiempo después del momento del clímax.
En definitiva he pasado una maravillosa mañana conmigo misma, que recomiendo a todo el mundo que experimente. Y estoy segura que como a mí, os quedarán muchas sensaciones y reacciones por descubrir en vuestros cuerpos. Así que hay que encontrar tiempo para el autoerotismo dentro de nuestras atareadas vidas. Después os alegraréis de haber parado a disfrutar. Yo, por supuesto, ya estoy buscando otro hueco libre en mi agenda.
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