Mi amiga Patricia dice que tiene un novio vintage: viejo y clásico pero perfectamente actualizado y reciclable. Viejo, porque obviamente ya no es un chaval. Pasa los cincuenta y cinco pero viste con un estilo sport muy modernito. Y clásico porque siempre funciona con el aria de alguna ópera de fondo. Aunque todo esto no es por supuesto impedimento para que, al parecer, le eche unos polvos de órdago. La música siempre ha sido y es un buen aliciente así como un buen marco a la hora de crear ambiente para acostarse con alguien.
Yo conocí a un rockero que me volvía loca, y no precisamente a orgasmos, sino por el volumen de su música cada vez que yo pasaba por su dormitorio. Igual me amenizaba con Van Halen, Led Zeppelin, Foo Fighters que con Lenny Kravitz o Queen en su faceta más sinfónica. Reconozco que aprendí mucho de las distintas tendencias en ese estilo. Pero si alguna vez nos enrollábamos sin tener sus canciones favoritas de fondo, era capaz de levantarse de la cama empalmado y todo y no continuar hasta que algo de los Black Crowes estuviera sonando. Eso sí, el ritmo que después llevaba cuando volvía conmigo conseguía que me olvidase de ese abandono inoportuno y momentáneo, e incluso que algunos días terminase cantando a gritos más de uno de aquellos temas.

Siguiendo con Patricia, como la ópera es más difícil de entender, la primera vez que en el salón de su amante sonó de fondo “Una furtiva lágrima” del “Elixir de amor” de Donizetti me cuenta que se sorprendió pero tuvo su gracia, ya que ella siempre ha sido más de pop español. También es cierto que le hubiera dado igual que mientras la desnudaba le hubiera puesto algún tema de Parchís. Ya sabemos que la pasión de un primer momento puede con todo.
Con la “Carmen” de Bizet nota siempre que el ánimo de su hombre se elevaba más rápidamente que con otros temas y que todo en su cuerpo se mueve a un ritmo tremendamente marcial. Con Puccini y su “Nessun dorma” sus caricias son mucho más románticas y su amor demasiado trascendente para ella. Si suena el popular brindis de “La Traviata”, su afán por el sexo oral crece de forma desmedida, algo a lo que Patricia nunca pone objeción, dicho sea de paso. Sin embargo con “La donna é mobile” del “Rigoletto” de Verdi a ella le cuesta muchísimo concentrarse. Sin entender de óperas ni el italiano, es un aria lo suficientemente famosa como para saber de qué trata, y por más que a su amigo le inspire un sexo sucio y agresivo del que ella disfruta mucho, le exige mucho esfuerzo distanciarse de la letra: «..la mujer es voluble, cual pluma al viento..». Con los coros de esclavos de “Nabuco” del “Va pensiero” de Verdi, se divierten mucho y aunque no tiene claro por qué le pone de buen humor, me explica que a él le gusta bailar acompasado mientras se va abriendo paso por detrás de ella.
Pero la que a Patricia realmente le pone a cien es el aria “Un bel di, vedremo” del “Madame Butterfly” de Puccini. Igual porque siempre le recuerda al momentazo que para ella es el mejor de su película favorita, «Pretty woman». Con esa música se siente muy protagonista de su vida y sus sensaciones corporales se multiplican con el roce de cada uno de los dedos de su príncipe.
Conclusión: la envidia me corroe. Tener un novio vintage como el de Patricia es casi como tener una máquina sexual a demanda, y según la emisora que le sintonices así será tu sesión de sexo. Creo que esta relación va a resultarle más interesante aún que mi experiencia con el rockero.