Dicen que cada etapa de la vida tiene su encanto, y yo estoy totalmente de acuerdo con eso. A medida que vas cumpliendo años te parece que justo esa, en la que te encuentras, es la mejor edad y esa época la que con más empeño estás viviendo, sobre todo, porque cada vez sabes más.
Sin embargo cuando sobrepasas los cincuenta y empiezas a sentirte muy mayor, la cosa cambia. Fisiológicamente cambias, y eso hace que aunque tu cerebro te pida marcha, tu cuerpo no responda igual. Y eso nos pasará a todos tarde o temprano. A unos después que a otros, pero todos envejeceremos y la sexualidad, como tantas otras áreas de nuestra vida, perderá intensidad y nuestras capacidades se verán disminuidas. Pero hasta llegar a ese momento, en el que tendremos que tomarnos la vida como nos venga y aprender a disfrutarla con sus limitaciones, cada uno de nosotros tendrá que ir adaptándose a lo que su cuerpo le pida.
Yo ahora estoy en mi mejor momento, con mucho camino andado, muchas experiencias de todo tipo, y abierta a muchas más que puedan venir o yo quiera buscarme. Disfruto al máximo de mi erotismo, sola, o compartiendo mi sexualidad con mi pareja. Sin embargo, mi amiga Irene ya se ha empezado a enfrentar con su menopausia y eso la ha llevado en estos últimos años a pasar por distintos planteamientos hasta encontrar el modelo mental que mejor se adapta a su actual situación. Porque mente y cuerpo deben ir parejos para mantener una buena armonía y conseguir ese equilibrio tan necesario para nuestro día a día.
Al principio, cuando llegaron los primeros sofocos, lo pasaba realmente mal porque sentía que tenía que disculparse cada vez que la arrebataba ese fuego interior que le pedía desnudarse, no para lanzarse a follar como en su juventud, sino para quedarse muy quieta y abrir todas las ventanas buscando refrescarse. Poco después, un día sin más, se encontró de cara con que su libido se había marchado de su cabeza, para darse cuenta enseguida de que la consecuente respuesta vaginal en forma de agradables fluidos, también había huido de su cuerpo. Irene decidió luchar contra ello enfrascándose en provocarse los orgasmos como si de los ejercicios de una rehabilitación se tratase. Pero nada. ¡No le apetecía nada!
Al tiempo, se propuso insistir en las relaciones carnales con su marido porque creía que, de algún modo, le debía a su pareja los mismos encuentros apasionados con los que tanto habían disfrutado en sus comienzos. Ponía empeño por amor, con todo su amor, pero su menopausia no entendía de sentimientos. Y al no disfrutar, nada para ella tenía sentido. Y nuestra sexualidad necesita que la tratemos con respeto y la escuchemos.
De este modo, y tras pensar tranquilamente en lo mejor para su momento vital, mi amiga tomó la decisión de hacer un paréntesis en su vida sexual para dejar que la menopausia se asentara en su cuerpo y así esperar, sin forzar nada, a que todo se reorganizase en su interior. ¡Que las relaciones sexuales vuelvan cuando tengan que volver y ambos puedan disfrutar y hacerse felices mutuamente!
Por suerte, el marido de Irene entendió perfectamente por lo que estaba pasando, y su sensibilidad ha sabido acompañarla en este momento tan complicado para sus hormonas. ¡Y no tienen ningún problema con ello! Su amor encuentra suficiente satisfacción al abrazarse mientras ven la tele, al reír juntos cuando toman un vino al sol, y al seguir demostrándose el cariño sin sexo. Cuando Irene se encuentre de nuevo equilibrada, adaptará sus deseos a su nuevo cuerpo y seguirá disfrutando.
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Wow! Me encantó! Qué maravilloso que Amy nos comparta estos momentos tan íntimos y que nos dejan muchas lecciones a tantas y tantos y que muy pocas veces nos ponemos a pensar. Me encantó que él la apoyara y más en nuestros días en las que muchos siguen haciendo el clásico no me da lo que necesito en la cama me voy con otra.
Estoy segura que Irene y su marido encontrarán la forma de quitar esa pausa en su vida sexual y que ese amor y felicidad que tienen seguirá eternamente.