Hablar de desnudez femenina supone hacer un recorrido por diversas esferas o ámbitos (arte, cultura, sociedad, medios de comunicación…) que nos lleven a reflexionar sobre cómo y por qué se ha desnudado, o se ha tapado, el cuerpo de la mujer a través de los siglos.
Desde el punto de vista de la historia del arte, los desnudos femeninos son los más reflejados en la mayoría de las obras maestras. Se trata de cuerpos que muestran enormes variaciones marcadas por las diferentes épocas, ya que el ideal de belleza y proporción ha ido cambiando a través de los tiempos.
Por ejemplo, nada tienen que ver las conocidas venus paleolíticas (unas figuras que representaban la simbología entre el cuerpo de la mujer y la fertilidad, resaltando enormemente senos y vientre), con las esculturas griegas de diosas (cuya idealización del cuerpo era el objetivo principal).
En el arte del pincel, numerosos artistas de todas las épocas han retratado mujeres desnudas mostrándolas en situaciones similares, ya sea en el baño, recostadas, en actitud pudorosa, etc. Ejemplo de ello son obras tan famosas como “La venus del espejo” de Velázquez, “El nacimiento de Venus” de Botticelli, “La maja desnuda” de Goya, “Las tres gracias” de Rubens, “La gran odalisca” de Ingres…
Algunos de esos desnudos femeninos han generado mucha controversia. Así sucede, por ejemplo, con “El origen del mundo” de Courbet que retrata, en primer plano y de manera muy realista, un pubis femenino, convirtiéndola en una de las pinturas más osadas de la historia del arte.
Como vemos, la representación del cuerpo femenino desnudo en el arte ha sido un tema repetido hasta la saciedad, pero que ha tenido diferentes objetivos: mostrar su sensualidad, exaltar su belleza, alcanzar la perfección, hacerla objeto de deseo sexual, provocar…
En el último siglo, el arte feminista comienza a criticar duramente la representación del cuerpo de la mujer como simple objeto de deseo del hombre, y surgen diversas artistas que pretenden con sus obras incitar a la reflexión sobre diversos aspectos relacionados con la mujer (maternidad, menstruación…).
El cuerpo femenino, y particularmente su desnudez, lo que se puede mostrar y lo que no, está marcado por la cultura. Podríamos ver el cuerpo de la mujer como un campo de batalla donde el hombre (su cultura y su religión) ha querido gobernar siempre. Así, sabemos que en algunas sociedades las mujeres tienen que ir prácticamente tapadas enteras, mientras la nuestra es “supuestamente” más permisiva.
Es decir, aunque las mujeres puedan teóricamente mostrar su cuerpo, existe un halo de prejuicios alrededor de lo corta que sea nuestra falda. Por ejemplo, ante una violación se culpa a la mujer por ir con minifalda o escote, mientras en los quioscos se venden decenas de revistas llenas de mujeres desnudas, dirigidas al público masculino, lo que resulta irónico. También, en cuanto a los senos, existe la paradoja de que a menudo esté mal visto amamantar en público y sin embargo, las calles estén llenas de publicidad de mujeres mostrando los pechos.
Por otro lado, en la actualidad, por medio de la publicidad, el cuerpo femenino, ya sea desnudo o no, continua perjudicando enormemente a las mujeres. A través del uso y abuso de herramientas que permiten la edición de fotos se ha llevado al extremo de mostrar constantemente, a través de los medios, cuerpos ideales, perfectos (sin celulitis, cicatrices o manchas), dentro de unos patrones de belleza imposibles de alcanzar para las mujeres reales. Eso sin olvidar el contenido de esa publicidad que a menudo se basa en mostrar a una mujer objeto.
Los medios de comunicación ejercen día a día violencia simbólica contra la mujer mostrando mujeres semidesnudas, para subir las audiencias. Pero sólo se puede mostrar el cuerpo de mujeres bonitas, jóvenes y delgadas, dentro de los cánones de belleza establecidos. Al final, la desnudez de la mujer, hoy y siempre, más allá de nuestra voluntad, se maneja al antojo de otros.