Me gustaba cuando llegábamos a tu casa tarde y sabía que podía quedarme a dormir sin prisas y sin obligaciones que cumplir al día siguiente.
Recuerdo llegar cansados, hartos de estar con gente querida pero deseando poder dedicarnos tiempo y follar sin más. Empezar a desnudarnos con ganas. Desatarte el cinturón y antes de quitarte nada más, tocarte la polla. Frotarte por encima del vaquero y notarla hinchada, ansiosa, dura. Besarnos, decirnos cosas bajito, susurrarnos cuánto deseo traíamos guardado y volvernos a besar. ¡Y quitarte el pantalón! Bajarlo hasta los pies e impedirte andar para empujarte y haçerte sentar en el sofá de un golpe y entonces encontrarla erguida y desafiante, esperándome.
Quitarme las bragas y dejar que la humedad me fuera mojando toda mientras te la chupaba. Lamerte con hambre y sentir de repente ese orgasmo inesperado sin tenerte dentro aún.
Me gustaba que me besaras el escote. Que rebuscases mis pezones dentro del sujetador y me mordieras sin controlar con cuánta intensidad hacerlo. Y terminar de desnudarnos, sin saber si echarnos al suelo o pasarnos a la cama, pero abrir las piernas para tu boca en cualquiera de aquellos lugares y dejarte avanzar. Me gustaban tus dedos tanteando el punto exacto, mojándose de mi deseo, preparando mi clítoris para la punta de tu lengua que se relamía impaciente. Y sentir ese calor por todo la vagina que en su afan por agarrarte se rebelaba con espasmos pidiendo más. Me gustaban esos otros besos, los de comernos ya sin remedio, cuando nos atacábamos piel con piel. Cuando yo te suplicaba meterte en mi, loca de deseo, cuando no era capaz de entender por qué tardabas en follarme. Y hacerlo, y follar, y reírnos y follar, y gemir y follar y mirarte y follar. Me gustaba saber que me estabas follando, que eras tú, que era tu cuerpo, que era tu miembro. Y que yo era para ti, mi cuerpo, mis ojos, mi interior, mi pasión. Y casi acabar y volver a empezar. Y correrme una vez, habiéndome corrido antes en tu boca, y otra solo de chuparte; y volverlo a hacer al sentirte empujando mi vientre y querer correrme más y más.
Me gustaba dejarme hacer, dejarme querer, dejarme castigar, dejarme amar salvajemente y escucharte disfrutar soltando pequeños suspiros, jadeando exhausto, palmeando mi trasero con entusiasmo y anticipar tu embestida. Pero también dominar. Subirme a tus caderas y sentarme sobre ti a darte placer, a mover mi cuerpo para llevarte cerca del orgasmo. Y dejar que mis pechos te avasallasen, que los mordieses, que metieras los dedos en mi boca, que me mirases cabalgarte hasta que empezabas a querer mandar en tu deseo. Me gustaba tu olor, tu sudor mezclado con el mío, mi pelo enredado en tus manos, nuestro aroma a sexo potente compartido, la sed de después y los besos. Y vuelta tus dedos entre mis piernas y de nuevo mi orgasmo y tu placer.
Me gustaban nuestros momentos. Todos. Los primeros, los de conocernos poco, los polvos rápidos, los lentos y largos, los instantes a la intemperie, las caricias públicas que eran casi orgasmos. Y los besos. Tantos y tan buenos besos. Me gustaba nuestro arrebatador amor y aún me gusta. Y a veces, en algunas ocasiones me gusta casi más cerrar los ojos y recordarlo…
3 comments
Excitante!! Estas cosas mejor leerlas por las noches, que aquí en la oficina… Como no me vaya al servicio. No, es broma. Me encantó. Pasión, nunca puede faltar.
Enhorabuena!
Querida Carla,
Es que nuestra Amy siente mucha pasión y deseo últimamente.
A mí, como a Carla y a ustedes, me fascinó! No solo Amy siente pasión y deseo, también nos lo provoca a nosotras. Cada vez mejor y mejor. Yo ya sé que leer a Amy es ponerme Hot y morir de celos y deseo. Qué rico!