La preocupación por la baja natalidad es un tema relevante en sociedades modernas como la de Japón, caracterizada por un modelo demográfico de «triángulo invertido» típico de una población envejecida. Frente a este desafío, el gobierno metropolitano de Tokio ha desarrollado una aplicación para encontrar pareja, dirigida a residentes mayores de 18 años, utilizando inteligencia artificial para sugerir parejas compatibles, incluso considerando aspectos como el trabajo, los hobbies, gustos e incluso el salario.
O deberíamos decir… especialmente salarios. ¿Pero qué es lo que hace que una sociedad valore tanto los aspectos económicos a la hora de encontrar pareja? ¿Qué es lo que hace que tengan una dificultad tan grande a la hora de encontrar pareja que hasta se considere un problema donde el gobierno considere intervenir?
Pese a los esfuerzos y a las medidas que se puedan tomar para acercar a las personas y formar parejas, todo queda en saco roto si no comprendemos que existen normas de género arraigadas. Si no entendemos cómo funcionan las interacciones, incluso los problemas sociales de fondo, no seremos capaces de dar con una solución.
En Japón, las nociones de matrimonio como transacción económica y la presión asociada a los roles de género tradicionales influyen significativamente en cómo las personas buscan pareja y establecen relaciones.
Vayamos por partes.
Las normas de género en Japón vienen influenciadas por el confucionismo, que son similares a las de nuestra cultura judeocristiana, donde el hombre es el proveedor y la mujer se ocupa del hogar. Esas ideas del hombre como proveedor hacen que cuestiones como el sueldo sea importante, pues para asegurar su sitio en la familia siguen siendo ellos los que tienen la presión de demostrar que pueden sustentarla. Y a la mujer se le deniega ser autosuficiente y tener un puesto respetado en los ambientes laborales.
Es por ello que el concepto de matrimonio se define más como una transacción económica. Desemboca en uniones justificadas con el dinero. ¿Cómo os suena eso? Pues a muchos japoneses les suena igual de poco apetecible. No obstante, estas ideas están arraigas en la sociedad por lo que incluso en la aplicación del gobierno metropolitano de Tokio tiene en cuenta el sueldo para emparejar a la gente.
Aún hoy en día estás ideas siguen presentes en las sociedades modernas. Estas normas se internalizan desde la infancia a través de la socialización, donde niños y niñas aprenden sobre el mundo y su rol en él a través de interacciones y observaciones en diversos entornos, como el colegio, los ambientes cercanos, los medios de comunicación, etc. Se han realizado estudios que indican que la socialización tiende a segregarse por género, dificultando la formación de amistades mixtas más allá de las relaciones sentimentales heterosexuales.
Otro aspecto fundamental es cómo se describe la sociedad en la que se ven inmersos los sujetos. O mejor dicho, qué características representan estas sociedades y cómo impacta eso sobre sus individuos. Tal y como decía Bauman en su teoría sobre las sociedades líquidas y más concretamente sobre las relaciones interpersonales de las sociedades modernas: las sociedades capitalistas viven un periodo donde todo está en cambio constante. Las relaciones interpersonales de las personas responde a la misma efimeridad, por eso el uso de «líquido» como término de algo que fluye de forma constante. Someterse en un ambiente en constante cambio es someterse a un desarraigo y correr el riesgo de perder quién eres y lo que quieres.
Una sociedad como la japonesa tiene sus propias características debido a su asimilación de sociedad capitalista, con cambios demasiado rápidos para ser asimilados, pero arriagada en su historia y cultura. Lo vemos en el cambio entre generaciones y en el miedo que tienen algunos jóvenes a abrirse a un mundo que les es desconocido. Y en él, buscamos la satisfacción inmediata, el camino fácil y rápido, y eso, choca con el ritmo de establecer relaciones. Específicamente en una sociedad como la japonesa, que vive y se construye alrededor de la tecnología, el tiempo y la paciencia son sustituidas por el placer inmediato que puede darnos una IA. No es de extrañar que la misma base por la cual se generaron los juegos de citas, juegos en los que debes interactuar con personajes virtuales con varias opciones de respuesta para conseguir sus corazones virtuales, haya ido evolucionando a lo largo de que la tecnología se va acercando a las interacciones humanas genuinas. Mejor tener una novia o novio virtual que me dará todo aquello que deseo antes que lidiar con las complejidades de las relaciones humanas.
En conclusión, la preocupación por la baja natalidad y los desafíos para formar parejas en sociedades modernas como Japón están enraizadas en normas de género profundamente arraigadas y en la evolución rápida de la sociedad y la tecnología. La idea del matrimonio como una transacción económica y la presión de los roles de género tradicionales afectan a la forma en que las personas buscan pareja y establecen relaciones.
La rápida evolución de la sociedad y la influencia de la tecnología han exacerbado estos desafíos, creando un entorno en donde las relaciones humanas se ven influenciadas por la efimeridad y la búsqueda de gratificación instantánea.
Para abordar este problema, es crucial no solo implementar políticas públicas que fomenten la igualdad de género y la inclusión social, sino también promover una educación emocional que permita a las personas adaptarse a un mundo en constante cambio sin perder su identidad.
En última instancia, el camino hacia soluciones efectivas involucra un enfoque holístico que reconozca y aborde las complejas interacciones entre tradición, tecnología y cambio social, con el objetivo de construir sociedades más equitativas, inclusivas y resilientes en el futuro.