¡Si no habéis jugado nunca a tener sexo a distancia, no sabéis lo que os perdéis!
Yo he tenido muchas oportunidades de hacerlo. Unas ocasiones por el placer de tenerlo como un juego más, otras porque en la aplicación que estuviese manejando en ese momento para ligar, nos apeteciese comenzar por ahí antes de llegar a conocernos físicamente, pero la mayoría de las veces ha sido por culpa de la distancia, que hacía que mi pareja en ese momento se encontrase a muchos kilómetros de mi. Todo tiene su punto si se le quiere buscar, solo hay que echarle mucha imaginación. El problema surge cuando la circunstancia que te hace relacionarte de ese modo es tan especial, tan de fuerza mayor, tan inesperada, que te deja con la boca tan abierta como tus piernas cuando tienen mucho deseo de recibir.
Pues resulta que, ahora que me paso los días pegada a Pablo como una lapa a la roca más húmeda de la playa, las autoridades gubernamentales nos han pedido a todos los ciudadanos que no nos toquemos, que no nos besemos y que mantengamos una distancia de seguridad de mínimo un metro, para acabar con un virus súper contagioso con el que nadie contaba. Y cuando hay que ser responsable y seria, yo soy la primera. Así que, muy a mi pesar, me he tenido que distanciar de Pablo en lo físico. Pero solo físicamente, porque por lo demás pensamos seguir muy unidos, y estamos haciéndonos distintas propuestas para paliar en la medida de lo posible nuestras ganas de tener sexo y no caer en la rutina.
Para empezar, los primeros días, recurrimos a la típica video llamada y a mitad de la conversación mi chico empezó a explicarme cuánto me echaba de menos en su cama, hasta que optó por dejarme ver claramente y en primer plano cómo se ponía su miembro al pensar en mi cuerpo. Ni que decir tiene que me lancé a desnudarme para él en un ambiente que yo había preparado con mucho mimo para que fuera lo más sugerente posible, sobre todo para mí. Porque hacer estas cosas a través de una pantalla de ordenador suele ser muy frío y nunca le viene mal una ayudita. Fue muy divertido, aunque para mi gusto también muy rápido, porque tocándote tú misma, y con tantas ganas, siempre se hace corto.
Otro día decidimos hacerlo hablando por teléfono, sin vernos. Nos pusimos de fondo cada uno la misma música suave para simular que estábamos juntos y cerramos los ojos. Comencé contándole esas cosas que me gusta que él me haga, e incluso las cosas que me habían hecho otros anteriores a él y con las que yo había disfrutado hasta no poder más. Nos susurramos palabras dulces, directas, guarras y excitantes, y os juro que oírle gemir y desbocarse al correrse, cuando ya no aguantó más, ha sido de lo mejor de todos estos encuentros.
Pero hace poco Pablo me propuso algo que yo nunca había probado y me ha gustado tanto que ya ningún día nos falta. Todas las noches, antes de dormir nos mandamos una grabación de audio con la lectura de un relato corto erótico. ¡Y es maravilloso! Primero porque me obliga a leer por encima varios para escoger cuál enviarle y, en ese plazo de tiempo, yo ya me voy excitando muchísimo. Después tengo que sentarme con calma a grabarlo, a vocalizar degustándolo, pensando en que cuando él lo oiga de mi voz, su cuerpo reaccionará y se pondrá tenso, y sentirá sus manos como mías cuando empiece a sentir la necesidad de tocarse. Solo imaginarle en esas circunstancias ya es algo suficientemente erótico para mí. Y a su vez, mientras, yo disfruto también, antes de meterme en la cama cada noche, con el relato que él me cuenta en su mensaje. Oigo su voz dulce, desgranándome las aventuras sexuales de otros personajes y mis poros se abren de placer, relajando mi cuerpo para sentir.
Estas vacaciones obligadas del cuerpo del otro nos van a ayudar seguro a conocer y vivir nuestras sexualidades en otros aspectos, pero de lo que no me cabe la menor duda, es de que cuando podamos volver a estar juntos y tocarnos sin miedo, vamos a hacernos ver las estrellas, y la espera habrá merecido la pena.