El repiqueteo de mi cabeza dando golpes contra el cabecero de la cama se había vuelto totalmente rítmico, y supongo que el vecino estaría tan harto del traqueteo en su pared como lo estaba mi cuello, pero cuando te acoplas con facilidad y temes perder la posición, el disfrute es lo primero. Si posteriormente a la sesión de sexo vas a necesitar un fisioterapeuta para enderezar tu columna, eso es lo de menos.
Y es que con todo lo que cuidamos nuestro aspecto y el tiempo que invertimos en prepararnos antes de una cita, hay que ver lo rápido que se desarma una, y lo pronto que perdemos la compostura a favor de cualquiera de las posiciones del kamasutra.
No es que yo esté pendiente de la estética mientras estoy metida en faena, pero confieso que alguna que otra vez no he podido evitar reírme al imaginar mi cuerpo desde una perspectiva externa. Y también, por supuesto, esas otras veces en las que nos hemos reído juntos al intentar tener sexo en esas posturas que salen en las películas y que parecen tan cómodas y sencillas. ¡Pero esas son falsas, ya os lo digo yo! En cuanto te sales del perrito o del misionero hay algunas que son imposibles por cuestiones prácticas, como sucede con esa de follar de pie cara a cara contra la pared, debido a la altura de cada uno, o esas otras que simplemente no quedan tan estéticas como a ti te lo parecen cuando las observas en pantalla grande. Lo cual no quita que se pase de maravilla practicándolas o intentando practicarlas. Y hay ocasiones en las que tienes que tomar decisiones complicadas y si lo que quieres es mantener el peinado, o el maquillaje no puedes estar asfixiada entre los cojines del sofá por mucho que tu chico te haya acorralado allí en un arrebato pasional. Si por el contrario lo que pretendes es que los michelines de tu tripita estén siempre estirados, aparentando los abdominales que no son, colocarte boca arriba y dejar que tus piernas rodeen el cuello de tu amante nunca será una buena opción. Y ¿qué me decís del ‘momento calambre’? Yo confieso que lo he sufrido. Sí, ese momento en el que te pega un tirón en el abductor o en el dedo meñique del pie pero te pilla tan a punto de llegar al orgasmo que no quieres parar ni moverte lo más mínimo por no perder la excitación.
Todos estos, si hablamos de hacer el amor en tierra, son mis argumentos para tener claro cuales son las peores formas de acoplarse, pero si de lo que hablamos es de hacerlo en el agua, ahí si que tengo mil objeciones. La primera vez que lo hice en la playa tuvo su gracia, no lo negaré, pero por aquello de la novedad más que por el placer en si mismo, porque la penetración así, inmersa, crea unas burbujas internas que a mí me resultan incomodísimas. Por supuesto tenéis que estar con los pies bien plantados en la arena del fondo, al menos uno de los dos, porque si además de estar pendientes de que no os vea nadie, de que tu chico se encaje adecuadamente, hay que estar manteniendo el equilibrio y el permanente aleteo con los brazos para no ahogaros, entonces, ya no hay forma de concentrarse en el placer. Por eso cuando en algunas ‘pelis’ veo a esa guapísima pareja que salta de un yate en alta mar para follar como delfines, no puedo más que reírme esperando a ver si se ahogan. Y no quiero hablar de las piscinas porque prefiero pensar que a nadie se le ocurre hacerlo ahí por una cuestión de higiene. Que por privada que sea siempre habrá alguien que querrá darse un chapuzón después y esas aguas no se regeneran como las del mar. En la ducha ya es otra cosa, porque los fluidos desaparecen por el desagüe sin problemas. Aunque buscad por favor una postura buena de verdad, porque la mayoría de los accidentes domésticos suceden en el baño, y no digo yo que todos pasen follando, pero como todo el mundo no tiene en su casa un amplio jacuzzi en el que recostarse a disfrutar del amor, lo normal hoy día es que tengas que apañarte en una bañera pequeña o en una placa estrecha. Y entre las mamparas, las cortinas, los grifos tradicionales o las columnas de hidromasaje ¿dónde te apoyas para que tu amado remate una buena faena? Que yo he podido disfrutarlo más de una vez, pero reconozco que entraña cierta dificultad.
En fin, que hay que estar a lo que se está en lugar de estar planteándonos cómo o dónde colocarnos. Hay que dejarse llevar y disfrutar más.
* Ilustración de Francisco Asencio
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