Magnus Hirschfeld (1868-1935), fue médico y sexólogo alemán, pionero en la defensa de los derechos homosexuales. Aunque hoy en día se trata de alguien bastante desconocido a nivel popular, el trabajo de Hirschfeld, como activista y científico en el ámbito de la sexualidad, fue tan importante que llegó a ser llamado “el Einstein del sexo”. Por ello me ha parecido necesario recuperarlo de la Historia y dar un paseo por el deseo a través de su vida y su obra, pues justamente sobre la orientación del deseo sexual trató gran parte de su trabajo.
Al parecer, los detonantes que hicieron que Hirschfeld se implicara en el tema de la homosexualidad fueron, por un lado, el suicidio de un paciente homosexual suyo y, por otro, la condena a trabajos forzosos de Oscar Wilde por causa de su homosexualidad.
Así, en 1896, Hirschfeld publicó en primer lugar bajo pseudónimo, un panfleto sobre el amor de hombres y mujeres hacia personas de su mismo sexo.
Un año después, fundó el Comité científico-humanitario, con el eslogan “Justicia a través de la ciencia”, que tenía el objetivo de defender los derechos homosexuales (ya que en aquella época la ley alemana penalizaba las relaciones homosexuales). Concretamente, pretendía eliminar el artículo 175 del código penal alemán (vigente desde 1872 hasta 1994), que penaba las relaciones sexuales entre personas del sexo masculino.
Hisrchfeld estaba convencido de que el conocimiento científico sobre la homosexualidad acabaría con la hostilidad contra los homosexuales. De manera que la ciencia debía ser capaz de ofrecer las bases de una nueva moral sexológica, lo que él llamaba “reforma sexual sobre bases sexológicas”.
Al frente de su Comité, a primeros del siglo XX, llevó a cabo una encuesta entre varios miles de personas para conocer el porcentaje de homosexuales en la población.
Por otro lado, en 1908 publicó la primera revista de sexología donde dedicó algunos artículos al travestismo.
En 1919 fundó en Berlín un Instituto para el estudio de la sexualidad con una gran biblioteca sobre temas sexológicos y que incluía también un Museo del sexo.
Como es de imaginar, los nazis se opusieron al trabajo de Hirschfeld, por lo que en 1933 incendiaron la biblioteca de su Instituto y todo fue destruido. Hisrchfeld estaba en Estados Unidos y nunca pudo regresar a Alemania, ya que fue asesinado en Francia por la Gestapo.
La Teoría de la intersexualidad, desarrollada por Hisrchfeld sostiene que los homosexuales estarían en una posición intermedia entre hombre heterosexual y mujer heterosexual. También afirmaba que los seres humanos poseen elementos masculinos y femeninos en proporciones variables (lo que él denominaba “estadios sexuales intermedios”), por lo que no pueden ser divididos taxativamente en hombre o mujer, sino que el número de variedades sexuales sería ilimitado. El hombre y la mujer como absolutos representantes de su sexo eran, para él, imposibles de observar en la realidad. Según su teoría, la sexualidad de las personas resulta de la combinación en diferentes grados de 4 elementos: los órganos sexuales, otras características sexuales del cuerpo, deseo sexual y características psicológicas.
Sus escritos sexológicos fueron encaminados a eliminar del marco patológico las diferentes expresiones sexuales y explicar la sexualidad desde bases biológicas, considerando la dirección del impulso sexual desde una base innata e invariable. En su obra también dedicó bastantes páginas al estudio de la influencia de drogas y alcohol en la vida sexual.
Su actividad en el terreno de la sexología fue muy importante para la aceptación por parte de la comunidad científica de esta ciencia como disciplina independiente.
Además, es de destacar la implicación política y social de Hirschfeld por la igualdad de derechos de hombres y mujeres, así como por la reforma del derecho matrimonial y sexual, la mejora del trato social y jurídico de las madres solteras, la popularización de los métodos anticonceptivos, y la legalización del aborto. Incluso el movimiento feminista de aquella época siguió con interés su trabajo.
Para acabar os dejo con una frase suya que debería ser una máxima general ante la diversidad sexual: “no tenemos derecho a juzgar a alguien porque su ser nos resulta extraño, incomprensible, quizá incluso hasta desagradable”.
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