La primera vez que mi sobrina Olivia fue a comprar lubricantes a una tienda de juguetería erótica lo hizo ella sola. Solía preguntarme sus dudas sobre estos temas muy a menudo, ya que siempre hemos hablado con total libertad sobre sexualidad aunque, como aún era muy joven, todavía no había tenido ninguna relación íntima.
Sin embargo ese día simplemente aprovechó que pasaba por delante del establecimiento y se decidió a entrar. La dependienta le mostró los distintos tipos que existían en el mercado y lo importante que era conocerlos y darles un uso adecuado para que el funcionamiento fuera correcto y satisfactorio. Estuvieron charlando un buen rato pero, según me dijo, como no sabía por cuál decantarse había decidido dejarlo para poder consultarlo conmigo. Aunque la realidad era un poco diferente, y mientras en casa me comentaba todo esto, pude ver claramente por su forma de hablar y el entusiasmo con el que me hablaba de la dependienta, que se había quedado pillada por ella. Tras mucho insistirle me dio la razón y del mismo modo me confesó que se había bloqueado tanto que no había sabido cómo entrarle a aquella chica que tanto le había gustado. Así que me pidió un par de consejos para poder volver e intentar conquistarla. Yo no soy buena dando consejos pero siempre hay uno que no falla nunca, y es ser tú misma y dar mucha conversación.
Y allá que se fue mi sobrina.
La chica, que se acordaba de ella perfectamente por lo visto, volvió a contarle al detalle las virtudes de sus mejores lubricantes. Olivia no hacía más que pedirle ejemplos de uso, y preguntarle por ingredientes y sabores insinuándose todo lo que supo y más. Debió de hacerme mucho caso porque estuvieron charlando más de una hora antes de decidirse a comprar tres diferentes y dejarle de propina su mejor sonrisa. Al día siguiente, y con la excusa de comprar un dildo de cristal, volvió a última hora de la tarde, poco antes de que cerrasen. La dependienta, que empezaba a intuir lo que de verdad quería Olivia, le siguió el juego y la invitó a que la esperase al final de su jornada laboral. Perfumada con la timidez de la primera vez, pero vestida con el arrojo que da la juventud y el saberse atractiva, mi sobrina decidió declararse a la otra chica. Y tuvo la gran fortuna de estrenarse en los placeres de la sexualidad con una persona unos años mayor que ella, con mucha experiencia y generosa en la cama. Su amiga decidió llevar a la práctica allí mismo en la trastienda, tras echar el cierre, y con mucho detalle y mimo, todo lo que le había ido explicando en el mostrador.
Olivia triunfó con unos consejos bien simples, al menos esa noche, porque, según me contó, después de un par de citas no han vuelto a quedar, pero ya sabe manejarse perfectamente cuando le gusta otra persona y qué tipo de lubricante utilizar para según qué ocasión. ¡Dos por uno!