Continuando con este paseo por la historia de la sexualidad, un salto en el camino nos lleva hasta Oriente, donde las culturas de India, China o Japón, fueron en otros tiempos, más abiertas con respecto a este tema que Occidente. Así, la sexualidad fue vista como objeto de culto y veneración, incluso un pasaporte a la inmortalidad. Como ejemplo en la búsqueda del conocimiento de la sexualidad, uno de los libros sagrados del erotismo hindú, el conocido Kama Sutra. Para la cultura hindú la relación entre lo sexual y lo espiritual era tan grande que existen esculturas eróticas en los muros de los templos religiosos.
De este modo, se pensaba que la unión sexual no solo acerca al otro miembro de la pareja sino también a Dios. Sin embargo, la invasión de la religión musulmana y otras culturas en la India hizo que estas concepciones sobre la sexualidad se perdieran. Por otro lado, la cultura china además de ver en la sexualidad una fuente de placer, relacionaba ésta con la longevidad, la salud y la belleza. Y por su parte, los japoneses, del mismo modo que los griegos, idealizaban el amor entre un hombre adulto y un joven imberbe.
Volviendo a Occidente, llegamos hasta la Edad Media cuando la Iglesia consolida su poder, por lo que las relaciones sexuales solamente eran permitidas entre hombre y mujer, y con fines reproductivos. Así, la posición del misionero con la mujer boca arriba y el hombre encima era la única aceptada para el coito, por favorecer la implantación de la semilla masculina. Estaba prohibido el adulterio, la homosexualidad, la prostitución y el incesto, siendo el instinto sexual considerado demoníaco, lo que dio lugar al temor al cuerpo. Surgen aquí los famosos “cinturones de castidad” para las mujeres, ya que la castidad tenía un gran valor.
La siguiente parada en nuestro camino llega con el Renacimiento, movimiento intelectual y artístico que se desarrolla durante los siglos XV y XVI, trayendo consigo un mayor protagonismo de la sexualidad en la literatura y también un mayor conocimiento de la sexualidad. Se produce, además, una exaltación del cuerpo femenino por la literatura y las artes. Como dato importante, parece que a finales del siglo XV surgen en Europa los primeros indicios de infecciones de transmisión sexual, llamadas entonces enfermedades venéreas y consideradas como un castigo celestial por los excesos sexuales.
Los siglos XVIII y XIX se caracterizan por el Puritanismo o doble moral de la Época Victoriana, cuya sociedad estaba llena de contradicciones morales. Por un lado existe una gran represión sexual que niega la sexualidad como placer, sobre todo para las mujeres, para quienes el sexo era simplemente algo que debían soportar. Y, por otro, la prostitución adquiere el papel de desahogo de las necesidades carnales de los hombres. Esta idea de la sexualidad originó una serie de creencias equivocadas que marcó los años posteriores, como sucedió, por ejemplo, con la masturbación, que no estaba bien vista y hasta se llegó a pensar que producía epilepsia. También ejerció una gran influencia en nuestra concepción actual de la sexualidad, la publicación de algunos trabajos que etiquetaban algunos comportamientos sexuales como patológicos, dando lugar a las que se llamaron desviaciones sexuales. De modo que cualquier acto sexual que no tuviera como objetivo la reproducción se consideraba anormal, estableciendo los conceptos de “normalidad” y “anormalidad” alrededor de la sexualidad. Como curiosidad parece que en esta época se aprobaron las primeras leyes contra la pornografía.
Y llegamos al final del camino con la llegada del Siglo XX y el comienzo de la liberación femenina. Las teorías de Sigmund Freud sobre la trascendencia de la sexualidad en los individuos suponen el inicio de una revolución sexual. A partir de aquí comienzan a desterrarse los tabúes sobre la sexualidad humana y se inicia un cambio en la sociedad hacia el conocimiento de ésta, que pasa a verse como una cualidad única del ser humano. Las investigaciones modernas son las que permitieron el nacimiento de la sexología como ciencia, destacándose, entre otros, los estudios sistemáticos sobre la conducta sexual de Alfred Kinsey, que demostraron que el concepto de “normalidad” en la sexualidad era más amplio de lo que se podía imaginar. Por otro lado, el ginecólogo Arnold S. Kegel desarrolló una serie de ejercicios para fortalecer la musculatura pélvica, conocidos actualmente como “ejercicios de Kegel”. Mención especial merecen William H. Masters y Virginia Johnson cuyos estudios sobre la fisiología de la respuesta sexual humana sirvió como punto de partida para el tratamiento de las llamadas disfunciones sexuales, sentando las bases de la terapia sexual. Además, señalaron que tanto hombres como mujeres tienen la misma capacidad de respuesta sexual, así como destacaron los beneficios de la masturbación. Por último, subrayar la importante contribución de Shere Hite para la sexualidad femenina, ya que sus informes muestran que ésta debe ser vista como algo propio, diferente al coito y a la respuesta sexual masculina.
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