Juana de Trastámara o Juana la Loca, como es más conocida, fue una de las protagonistas de la historia de España. Se convirtió en la reina que nunca llegó a reinar por su locura. La locura de Juana de Castilla sigue siendo un debate constante hoy en día, pero hay algo que sí está claro y en lo que coinciden muchos historiadores, y es que sus desequilibrios fueron todos posteriores a su matrimonio con Felipe el Hermoso, una relación marcada por la obsesión sexual y los celos.
Matrimonio concertado y amor a primera vista
Juana era hija de los reyes católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. Nació el 6 de Noviembre de 1479 en Toledo. Recibió una educación estricta basada en el recato moral impuesto por la religión católica.
Como era costumbre en aquella época, fueron sus padres los que decidieron con quién se casaría, siendo su pretendiente Felipe de Habsburgo, archiduque de Austria y duque de Borgoña. Quién para nosotros es más conocido como “Felipe el Hermoso”, un apelativo poco acertado, ya que era un hombre poco agraciado. Felipe tenía un aspecto físico poco atrayente, mofletudo, con tan solo 18 años ya le faltaban algunos dientes y tenía el labio inferior deteriorado; además de ser vanidoso y de carácter frívolo.
Por tanto, podríamos pensar que un matrimonio concertado con un hombre no agraciado físicamente sería motivo de infelicidad y rechazo, pero pasó todo lo contrario. Desde el primer momento que Juana lo vio en Lier, cerca de Amberes, se enamoró perdidamente de él. Siendo inimaginable para ella que dicho amor se convertiría en su perdición y sería el origen de un sufrimiento que le resultaría imposible de soportar.
La fascinación fue mutua, de hecho tal fue la atracción sexual que experimentaron los jóvenes que ni siquiera pudieron esperar a la fecha acordada para su matrimonio y decidieron saltarse el protocolo. Con el fin de poder consumar el acto sexual lo antes posible, adelantaron el matrimonio cuatro días.
La obsesión sexual que experimentaría a partir de entonces Juana, se vio reforzada en Flandes, que en contraposición con la educación religiosa recibida por Juana en España, era todo un paraíso de placeres desconocidos para ella. Eso unido a la adicción por el sexo de su esposo y su gran número de amantes terminaría siendo devastador para Juana.
El origen real de Felipe le permitía presumir de una extensa colección de amantes. Desafortunadamente para Juana, en la corte de Borgoña la esposa era vista como una alianza política y para tener hijos, mientras el amor del esposo pertenecía a sus amantes. Algo de lo que tenía conocimiento Juana, pero ingenuamente pensó que al casarse con ella, el joven príncipe dejaría a un lado “su vida desorganizada”. Pero Felipe hizo todo lo contrario y a pesar de su matrimonio, siguió ampliando su número de amantes.
«Juana la Loca» – Vicente Aranda
(trailer)
Obsesión sexual y celos
Juana no soportaba que su marido disfrutara del sexo con otras mujeres y empezó a mostrar los primero síntomas de su inestabilidad emocional. Los celos obsesivos empezaron a mostrarse, llegando a poner en riesgo el nacimiento de su hijo Carlos. Juana en un brote de celos y estando embarazada, acudió a una fiesta cortesana con el fin de controlar a su esposo y evitar que se fuera con otra mujer. El estrés de la situación hizo que se pusiera de parto y el futuro emperador terminó naciendo en una letrina.
El carácter de Juana era indomable y algunos expertos reconocieron síntomas compatibles con la esquizofrenia, una enfermedad que en aquella época todavía no se conocía. En otra ocasión, sorprendió a su marido con una joven y la atacó con unas tijeras dañándole gravemente la cara. No contenta con eso, cortó su cabello rubio y se lo arrojo a la cara a Felipe.
Tal era la obsesión de Juana por el sexo con su marido que estar lejos de él le angustiaba y no podía evitar solicitarle mantener relaciones sexuales de manera insistente. Felipe tomó la decisión perversa de negarse a mantener relaciones sexuales con ella porque decía haberse hartado de que le solicitará sexo constantemente. Lo que hizo que su desequilibrio empeorara.
En su desesperación por recuperar el interés de su marido, Juana empezó a bañarse, perfumarse y cambiarse de ropa varias veces al día. Empezó a vestir de una forma que no se consideraba apropiada para una reina española, con ropas sueltas y sensuales que exponían sus senos. Pero lejos de conseguir la atención de su esposo, la intimidad real empezó a caracterizarse por disputas violentas, gritos y golpes constantes.
Locura y encierro
Felipe falleció con tan solo 28 años y Juana en su locura se negó a enterrarlo. Se quedó con el ataúd y lo vigiló noche y día, llevando siempre las llaves en su cintura para reiteradamente abrirlo y poder besar y acariciar el cadáver de su esposo.
Finalmente, sería su padre Fernando, quien la encerraría en Tordesillas durante 46 años, prohibiéndole salir de sus aposentos y visitar el féretro de Felipe.
Al morir su padre quedó libre y pasó a ser la reina de Castilla y Aragón el 25 de enero de 1516. Pero sería uno de sus seis hijos el que tomaría el poder, el emperador Carlos V, quien volvería a encerrarla alegando que debido a su locura no podía gobernar.
A partir de entonces, Juana se abandonó totalmente. Se negaba a levantarse de la cama y hacía sus necesidades fisiológicas en el lecho. La falta de higiene hizo que su cuerpo se llenara de llagas y úlceras purulentas, falleciendo con 72 años el 12 de abril de 1.555 con fiebres y ataques desgarradores.
“Doña Juana tiene duro el corazón, crudo y sin ninguna piedad”
Confesor de Juana la Loca
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