Que el deporte es estupendo, nadie nunca lo ha puesto en duda. Pero si la actividad física nunca ha sido algo que haya surgido de ti excepto cuando no has tenido más remedio, como correr para coger un último autobús, no puedes pedirte más. Yo ya hice una excepción hace unos años con el pilates, o mejor dicho, con mi profesor de pilates, y cubrí mi cupo. Para mí el mejor ejercicio físico es el que se realiza en plena sesión amatoria y con la energía para moverse salvajemente que da la pasión para aguantar lo más posible, o repetir las veces que haga falta, un buen polvazo. Así que, como Javier no es capaz de convencerme de ninguna manera para que le acompañe cuando sale a hacer running, hemos acordado que yo le espere siempre al final de su carrerita con el avituallamiento. O lo que es igual, en el bar frente a su casa con unas cervezas. Bueno, una cerveza y una bebida isotónica porque él no bebe. Pero por lo menos de esta forma le doy apoyo moral.
La cuestión es que mi amigo ha encontrado últimamente unos apoyos mejores que el mío. O quizás debería derivar un poco la palabra y decirla en femenino y sin la a. Porque Javier ha localizado a través de un chat de runners, una aplicación para hacer cruising entre deportistas. ¡Que todo no puede ser correr y correr sin final feliz! Con este panorama, ahora necesita más que nunca quedar conmigo a la vuelta de todo su largo kilometraje deportivo para contarme y deshacerse en detalles, porque sabe que yo disfruto muchísimo escuchando este tipo de aventuras.
Parece ser que donde acaba la zona de arbustos y elementos recreativos para críos del parque por el que hace su recorrido habitual, comienza una amplia extensión de pinos muy frondosos que es la conocida por todos los que practican estos atropellados intercambios sexuales. Es obviamente para él una motivación más y, aunque llegue del trabajo tarde y cansado, está deseando subir a casa, cambiarse y salir de nuevo a la calle a sudar. Siempre por supuesto con protección, va quedando con un chico u otro para su momento de estiramientos en mitad del recorrido. Además, ese intervalo de descanso relativo hace aumentar todavía más si cabe el subidón de endorfinas durante su trayecto. Como todo sucede entre deportistas, el llegar sudorosos y jadeantes al punto de encuentro acordado, según me cuenta Javier, consigue que la situación sea mucho más excitante. Y así, con total consenso y resguardados por los pinares, los runners disfrutan de un apasionado encuentro rápido y anónimo, donde siguen calentando la musculatura. Al retomar la carrera, cada uno continúa el ejercicio por su lado, satisfechos en la mayoría de los casos y sin apenas haberse dirigido la palabra.
Otra forma más de cultivar la vida sexual, a la que yo le encuentro pocas desventajas. Básicamente lo escaso del disfrute y el innecesario, para mí, desgaste deportivo. Sin embargo, mi amigo Javier lleva una temporada excepcional tanto en lo personal como en lo físico. Dice que nunca había tenido unas marcas tan buenas en sus entrenamientos y que se encuentra muy bien preparado para la siguiente maratón que ha decidido correr. Y yo aprovecho para tomarme unas cervezas por las tardes a su salud mientras me cuenta y me cuenta. Y tan solo de escuchar la de kilómetros que Javier se ha recorrido y todo lo que ha se corrido esa semana, llego a casa exhausta.
Pero qué verdad es aquello de “mens sana in corpore sano”. ¡Y yo brindo por la salud de cuerpo y alma!