Dice la leyenda que María Antonieta, no la de Sofia Coppola, sino la auténtica, reina consorte de Francia y Navarra, y esposa del rey Luis xvi, sirvió de modelo para la invención de la jatte-tetón o bol-sein, cuya traducción del francés vendría a ser bol en forma de seno.
Sí, probablemente se la pueda acusar de frívola, de vivir de espaldas al mundo. La alta sociedad ha sido la definición misma del despilfarro, del derroche y la extravagancia, pero de ahí a afirmar que la monarca se prestase a que un simple mortal viera y, menos aún, tocara sus reales senos, media un trecho…
Parece que la idea ni siquiera salió de ella, según Marilyn Yalom, investigadora del Instituto Clayman de Investigación de Género de Stanford; fue el rey Luis xvi quien solicitó al diseñador y grabador Jean-Jacques Lagrenée (alias Le Jeune) la creación de un «tazón de tetil» hecho de cerámica, perfecto para la leche.
¿Y para qué? Para que su amada pudiera usarlo en L’Hameau de la Reine, la aldea de la reina en Rambouillet, Versalles. El rey lo hizo construir (1785-1787) como regalo de cumpleaños. Consistía en una réplica de edificios pastorales, diseñados para proporcionar un retiro a aquellas «almas desafortunadas, asediadas por los terribles rigores de la vida cotidiana». Resumiendo, se trató de una granja completa en funcionamiento, con molino de agua, palomar, cabañas, otros edificios rústicos falsos, ganado y una lechería, o, para ser precisos, dos lecherías. Una de verdad, donde se preparaba crema, queso…, y la otra, la laiterie d’agrément (lácteos de placer), se trataba de un salón decorado con mármol blanco, costosos trabajos de pintura, molduras exquisitas y exceso decorativo general.
Aquí, María podía entretener a sus invitados y agasajarlos con comida recién preparada de la lechería de al lado sin tener que ensuciarse las manos o los costosos zapatos de seda. Los artesanos de la fábrica de porcelanas de Sèvres, ya bajo los auspicios de la corona, se encargaron de producir la vajilla requerida. Creada entre 1787 y 1788, debía contener 108 servicios, sin embargo, acabaron siendo 65. Entre ellos, había cuatro jatte-tetón. Estos cuencos, de estilo etrusco, pintados para aproximarse con precisión a los senos con pezones coloreados y moldeados, se presentaron en un trípode de cabezas de macho cabrío (animal favorito de su fémina alteza) y se colocaron en nichos dentro de la laiterie, diseñada para reflejar el estilo de un antiguo templo.
Casi se podría aseverar que la lechería fue el último regalo de cumpleaños que recibió la reina, puesto que al año siguiente lo que recibió fue la guillotina. Lo cierto es que ni siquiera llegó a verlos, ya que se entregaron en vísperas de la Revolución (1788) y la última visita de su majestad a Rambouillet se dio en junio de 1786.
Aún tras la muerte de María Antonieta, el «bol-teta» siguió fascinando. En el siglo xix se volvió a fabricar, aunque esta vez en blanco y oro, para seguir con la evolución en los gustos.
Sobre 1810, el orfebre Jean-Baptiste-Claude Odiot (orfebre del Imperio) obró una pieza en oro supuestamente basada en el seno de Pauline Borghese, hermana de Napoleón:
En la actualidad, Sébastien Gaudard se ha inspirado en el bol-sein de María Antonieta para concebir unas piezas de pastelería fina en base a una sabrosa mousse de leche de almendras, fresas semiconfitadas y biscuit… Puro placer lujurioso servido en porcelana de Sèvres.
Aún con esas, la idea primigenia de los jatte-tetón es vetusta, puesto que proviene de una vasija griega (570-550 a.C.) llamada Mastos, empleada para beber durante los symposiums. De hecho, desde la antigüedad, la leche materna ha sido objeto de fantasías. Las mitologías griega, romana y egipcia le han atribuido poderes sobrenaturales y, si bien rasga el velo del ateísmo, ¿cómo dudar de la magia tan humanamente divina?
À votre santé et bonne année à tous ![1]
Texto corregido por Silvia Barbeito y con ©.
[1] (FR) ¡A vuestra salud y feliz año a todos!