Si dices algo así como “incurvación congénita de pene” es probable que casi nadie te entienda. Aunque la realidad que se esconde detrás de este término afecta aproximadamente a un 0,6% de los varones… a sus vidas, a su autoestima y a sus relaciones sexuales.
¿Pero qué es exactamente? Este problema se debe a una desproporción, durante la formación fetal del pene, de los cuerpos cavernosos, que son dos estructuras elásticas donde se concentra la sangre que da lugar a la erección. De modo que uno de los cuerpos cavernosos queda bastante más largo que el otro, provocando que el pene se curve considerablemente cuando está en erección.
Esa curvatura puede ser hacia abajo (denominada como de tipo ventral), que es la más habitual, lateral (ventro-lateral izquierda y, menos frecuente, ventro-lateral derecha) o hacia arriba (dorsal), que es menos común. Su corrección es de tipo quirúrgico.
Para investigar este tema de un modo más profundo, he tenido la suerte de conocer a un chico de 27 años que me ha contado con todo detalle su propia experiencia. Se trata de un testimonio que sin duda puede ayudar a otros hombres a sentirse identificados, y al resto de las personas a saber de la existencia de este problema y poder mostrar mayor comprensión ante el mismo.
Al parecer, esta curvatura aunque está presente desde el nacimiento, suele percibirse únicamente con las primeras erecciones, durante la pubertad, y así fue como le ocurrió a este chico. En su relato me cuenta cómo veía que su pene se curvaba hacia abajo, “como un plátano”, en las primeras erecciones involuntarias, ya fuera en la ducha, al despertarse por la mañana, etc. En principio, pensó que esto era absolutamente normal, sin embargo, comenzó a ser consciente del problema cuando después de practicar deporte, en los vestuarios, veía a otros compañeros desnudos y ahí empezó a sentir miedo de tener una erección involuntaria y que se rieran de él. Poco a poco sus temores fueron a más, pensando en qué pasaría si conocía alguna chica y quería tener relaciones sexuales. Desde por la mañana cuando se levantaba e iba al baño a orinar, y veía su pene apuntando al suelo, ya comenzaba el día sintiéndose mal. Fue un tema que guardó por vergüenza durante mucho tiempo, lo que le originó un malestar constante consigo mismo, cambios de humor y, por supuesto, evitaba totalmente hablar de temas sexuales.
Un día decidió buscar información sobre su problema, habló con otros chicos que lo padecían, descubrió opciones quirúrgicas, y comenzó a tener esperanzas de superar su gran complejo.
También habló de ello finalmente con una chica, pero no recibió mucha comprensión por su parte. Eso unido a que existen diversos grados de curvatura, siendo el suyo de los más severos, le ha condicionado mucho a la hora de relacionarse con mujeres. Para él, pensar en que una chica pudiera verle en erección con la forma curvada de su pene, es impensable. No sé cómo os sentiríais en su situación pero yo creo que es mayor el temor que manifiestan estas personas que lo que pudiera pasar realmente, porque imagino que cualquier hombre o mujer que se topara ante esta situación sabría, o debería saber, que independientemente de cómo sean tus genitales o los de tu pareja puedes pasártelo bien en la cama. Desafortunadamente, a menudo, nos olvidamos de tener en cuenta que existe una gran diversidad de cuerpos y que la sexualidad va más allá de los genitales.
Cuando imagino la enorme inseguridad hacia su cuerpo que los hombres que padecen este problema pueden llegar a sentir, me pregunto hasta qué punto esta sociedad ha otorgado tanto valor al pene. Incluso es tan fuerte la presión que sienten estos varones, con respecto a su falo, que en muchas ocasiones esa preocupación por la curvatura les provoca además dificultades de erección. Por otro lado, es importante tener en cuenta que a pesar de que la mayor parte del problema derive de una cuestión estética, existen otros aspectos que se ven afectados, como el sexual e incluso el reproductivo, ya que en casos graves el coito se convierte en algo bastante molesto para la pareja, haciéndose prácticamente imposible. Si bien es evidente que este problema va mucho más allá de eso, puesto que como se ve en el relato de este chico, la inseguridad que provoca lleva a evitar cualquier tipo de intimidad.
Hay que saber que una curvatura pequeña (menor de 15 grados), es algo común en la mayoría de los hombres, puesto que las personas no somos totalmente simétricas, pero desde el punto de vista médico, esto no necesitaría cirugía. Sin embargo, cuando la incurvación es mayor de 30 grados ahí es cuando surgen las dificultades y empieza a considerarse un problema de salud sexual.
El chico de mi historia finalmente se armó de valor y lo habló con sus padres, que lo han animado a acudir al médico y a tomar la decisión de someterse a la cirugía, a pesar del respeto que le produce. Hablar de ello le ha ayudado mucho y se encuentra con fuerzas para afrontar su problema. Él mismo reconoce que, aunque se sienta mucha vergüenza, es un tema que hay que hablar y buscar ayuda. A mí me ha hecho pensar que, sobre todo, es fundamental el apoyo de las personas que están alrededor y la actitud que manifiesten ante el varón que se encuentre en esta situación. También me ha hecho reflexionar acerca de la importancia de la educación sexual, de enseñar a los niños y niñas a hablar sobre esos temas con naturalidad, de una educación en respeto a las diferencias y que aprendan a amar sus cuerpos por encima de todo.
Seguramente el chico de mi historia se habría ahorrado mucho malestar si le hubieran enseñado todo eso ¿no creéis?