Últimamente se está hablando, mucho, muchísimo sobre la inclusión forzada en los diferentes grupos y acciones sociales.
Esto es debido a que en nuestra realidad cultural y virtual, dominada por individuos de raza blanca y heterosexuales, se están empezando a introducir personas «ajenas» con el propósito de crear un grupo humano diverso, racial y sexualmente, muy diferente a lo que hemos conocido hasta ahora. Personas de otras etnias, de otras orientaciones sexuales y, sobre todo, mujeres. ¡Qué descaro!
¿Cómo se atreven a cambiar algo que siempre ha sido de una manera?
Pues porque, sinceramente, no siempre ha sido así. Y, por muy chocante que parezca, el significado de la palabra «siempre» difícilmente supera los 50 años. Cuando estudias historia te das cuenta de que, aunque 50 años te puedan parecer toda una vida, los sucesos que se mantienen, en ese tiempo y lugar geográfico, son apenas un suspiro en la historia de la humanidad. Tan variable y voluble como cambiante.
Pero si esto era así y el mundo iba bien, ¿por qué debería cambiarse? En primer lugar, porque el mundo no iba bien para todos, solo para una minoría, y en segundo lugar, la inclusión forzada es solo una respuesta inevitable que iba a llegar tarde o temprano a otro suceso tan importante como ignorado ha sido durante décadas. Hablamos de la exclusión forzada.
En los últimos siglos, a medida que la cultura occidental se iba asentando a través del establecimiento de fronteras, guerras y revoluciones, se ha ido generando una especie de subcultura internacional dentro del hemisferio occidental que se ha dedicado, en gran parte, a blanquear y excluir de la historia y de la cultura todo aquello que no formara parte del denominado grupo social dominante.
Este hecho, aunque pueda parecer muy confuso, cuenta con grandes pruebas en el mundo de la historia y de la historiografía y es uno de los temas aún más controvertidos del sector.
La historia reescrita.
Este hecho ha sucedido por dos motivos principalmente:
El primero, el blanqueamiento de la historia, donde la historia se ha reescrito (o se ha intentado, porque la historia real está ahí y siempre se encuentra para el que sabe buscar) para que aquellos personajes inevitablemente influyentes fueran reconocidos como blancos cis.
Uno de los casos más famosos que podemos encontrar es el blanqueamiento de los faraones del antiguo Egipto a los que, por su evidente importancia y majestuosidad, se decidió que, no sabemos quién, a falta de referencias sobre el color de su piel en los libros de historia todos los personajes de poder originarios de África debían ser de raza blanca. Mientras que obviamente sus esclavos sí debían ser negros. La lógica dicta que si todos tienen el mismo origen étnico, tanto faraones como trabajadores debían ser negros.
O el blanqueamiento de Jesús en la religión cristiana, donde alguien pensó que obviamente un judío nacido en el Sudeste asiático debía ser rubio y de ojos azules. En lugar de moreno, con piel oscura y pelo rizado. Alguien más parecido a un indio o un árabe que a un europeo.
En segundo lugar hay que resaltar la exclusión de las mujeres o, más bien, la segregación de sexos. Esta exclusión es una de las más extendidas y sutilmente ha impregnado cada segmento de la historia y de la cultura que recibimos desde la niñez. Se basa en establecer que, desde tiempos inmemoriales, los seres humanos hemos tenido unos roles específicos según nuestro sexo y que, por lo tanto, debe seguir siendo así. Pero ¿es esto cierto? Pues obviamente no. Que creamos eso, o que en algún momento lo hayamos creído, es por la exclusión forzada y activa que se ha hecho en la educación que hemos recibido.
¿Quién no recuerda las imágenes de los libros de historia, tanto en primaria como en secundaria, cuando al hablar de prehistoria se podía ver claramente cómo la mujer cocinaba o limpiaba la casa mientras el hombre salía a cazar? O, ¿cómo los hombres esgrimían espadas y luchaban mientras las mujeres se dedicaban a tareas como recoger bayas o tejer ropa? A día de hoy, en el sector de la historia y la arqueología es bien sabido que esas imágenes que todos hemos visto en algún momento son completamente machistas y que no tienen ningún fundamento pues no hay ninguna prueba que las respalde. Pero uno de los mayores dilemas de la prehistoria es que, a falta de datos y relatos, muchos arqueólogos han rellenado los huecos con sus ideales y mentalidades contemporáneas con intencionalidades claras, lo que provoca que en una cultura machista se dé por supuesto un pasado machista a la hora de interpretar y rellenar vacíos de información.
Obviamente, este hecho es bien sabido, hoy en día, entre los profesionales y se intenta hacer un gran trabajo para escarbar entre capas de machismo para sacar la historia real y objetiva que existe bajo tanta ideología. Pero hasta llegar a conseguir eso, sumado a que la historia, al hablar de descubrimientos y méritos, se ha enfocado en el hombre ignorando por completo cualquier mérito establecido por una mujer, ¿quién no ha sido afectado en mayor o menor medida por esta exclusión forzada en lo que nos han vendido como la historia de la humanidad?
¿Quién no ha crecido creyendo inconscientemente que la historia de la humanidad era blanca y masculina? ¿Llena de mujeres en segundo plano y limpia de etnias?
La historia no es machista, los machistas han creado una historia machista, la cultura no es machista, los machistas han creado una cultura machista para justificar y perpetuar su dominio. Durante siglos, la historia y la cultura ha sido manipuladas a través de la exclusión forzada de cualquier cosa que se saliera del imaginario del hombre cis para justificar su dominio y superioridad. Y la inclusión forzada no es más que la reacción consecuente a una acción de tal magnitud.