No tengo que contaros cómo está el mundo de la juguetería erótica de avanzado. Hoy día se pueden encontrar artilugios de todo tipo y para todo tipo de públicos, y lo digo tanto por edad, como por inclinación sexual, precios o estilos de juegos con los que quieras disfrutarlos. Desde los más discretitos hasta alguno de los más aparatosos, todos deberíamos probar alguno de ellos al menos una vez en nuestra vida. Pero hablando de este tema con muchos amigos sigo descubriendo con asombro cuántas personas, sobre todo hombres, aún no lo han hecho. ¡Y gente bien joven! Que ya sabemos que las generaciones de nuestros padres no eran muy proclives al uso de estos complementos en sus relaciones, pero que en nuestra generación aún conozcamos chicos y chicas que nunca los hayan disfrutado me resulta totalmente increíble. Ya os he comentado en otras ocasiones algunos de mis favoritos y varios asuntos al respecto, pero lo que quiero contaros hoy es cuánto me gusta ayudar a los amigos que se están iniciando en este mundillo…
Me saltaré los detalles de la experiencia que tuve con una pareja que siempre tuvo muchos reparos a utilizar aparatos con pilas porque estaba convencido de que hasta el anillo vibrador más simple podría soltarle una descarga mortal en su apreciado miembro. Aunque esto no suele ser, por fortuna, lo habitual. Fue mucho más divertida la ocasión en la que le regalé un paquete muy completito a un asiduo de mi apartamento los viernes por la noche. Él nunca había pensado en comprarse nada, más por falta de costumbre que de ganas, así que cuando vio el arsenal que empezaba a mostrarle ya desnuda en mi cama los ojos se le iluminaron con picardía. Comencé encendiendo las velas de aceites aromáticos para masajes y que en cuanto estuvieron preparadas extendí con mimo por su espalda primero, para continuar derramándolo con pasión directamente en su pecho. Las caricias de mis manos y las sensaciones que el calor del aceite le aportaban, le hicieron entrar en ambiente más rápido que otras veces. Sin embargo decidí hacerle esperar para ir incrementando su deseo por mí y pasé a lubricarle con un gel de calor que le vino de perlas a la hora de probar uno de los huevos masturbadores que también había comprado. Tumbado en la cama, desnudo, expectante y feliz a la vez, se dejó hacer sin problemas. Con unos pequeños movimientos de mi muñeca aquel pequeño juguete de silicona estaba consiguiendo subir su entusiasmo a pasos agigantados, por lo que opté por cambiar a otro de mayor tamaño, más acorde con la situación. Mi amigo estaba encantado y disfrutando muchísimo de aquella experiencia. Lo único que lamentaba era no haberlos tenido antes porque estaba descubriendo todo un mundo de juegos muy satisfactorio. Por supuesto, yo también estaba disfrutando lo mío, porque un amante que goza con lo que yo le hago es además de muy halagador, muy excitante para mí y más de una vez he llegado al orgasmo ofreciendo placer de ese modo a mi pareja. Verle tan entregado a la penetración de aquel juguete, que yo movía para él, me hizo entender que ya había llegado el momento de abandonarlos y pasar a acoplarnos piel con piel. Quedaba mucha noche por delante, y el resto de material que traía la caja se podía ir probando a lo largo de la misma en distintas sesiones. Y tampoco conviene ser muy ansioso con estas cosas. Todo es bueno en la proporción adecuada y hay que saber dosificar los placeres tanto solos como acompañados. Y compartir lo que los juguetes eróticos nos provocan es la mejor parte de utilizarlos.
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