“Hola, ¿quedamos para follar?” Eso tal cual me preguntaron por Facebook no hace mucho. Ni Tinder, ni Apalabrados, ni Happn, ni Badoo, ni Wapa, ni ninguna otra app exclusiva para ello.
Ya os conté hace unos meses mis experiencias con las nuevas tecnologías y aplicaciones existentes para ligar, y que fue bastante satisfactoria. Sin embargo, cuando no estás por la labor, el que te asalte un desconocido, o el amigo del amigo de un amigo al que le ha gustado tu foto del perfil, para invitarte a hacerlo es, cuanto menos, sorprendente de primeras. Pero me gustó que fuera directo a lo que iba buscando. Cuando no es lo que me interesa no me gusta que la gente se ande con rodeos para terminar ahí. En otra ocasión os desvelaré si acepté esa oferta o no y por qué, ya que hoy prefiero explayarme en todo lo contrario: y es nada más y nada menos que en cuando esto es lo que quieres pero no se llega a buen puerto.
A mi amiga Nieves, muy dada a estos lúdicos menesteres, la estuvo rondando un viejo conocido unos pocos meses por Facebook. Al principio con un trato sólo de amigo, recordando batallitas y lugares comunes, para muy pronto entrar a conversaciones más íntimas y de ahí a que tuvieran un tono picante, pasó poco tiempo. Como ella siempre está en muy buena disposición para el sexo, estaba encantada con aquél reencuentro. Lógicamente después de tanta charla, pasaron a mayores por diversas vías telemáticas. Y de este modo tuvieron varios calentones virtuales que remataron sobre todo por whatsapp lingüísticamente, fotos incluidas. Hasta que un día decidieron quedar para hacerlo en el mundo real y orquestaron un estupendo plan para encontrarse y disfrutar de una estupenda noche de sexo.
Nieves estaba pletórica. Se había preparado su mejor conjunto de ropa interior, negra de encajes, y me había agotado de tienda en tienda como una adolescente novata para ayudarla a encontrar el vestido ideal, que fuera lo suficientemente sexy como para no parecer una poligonera pero que indujera a su amigo nada más verla, a levantárselo sin pensar en otra cosa. Por supuesto que no era su primera vez en nada, pero ella siempre se ilusiona como si fuera la última vez que va a follar. Lo tenía todo pensado: la decoración de la habitación, el ambiente musical, la cena ligera para reponer entre el primer polvo y los siguientes, e incluso los diálogos que iban a mantener y por dónde iban a empezar la faena. Pero una hora antes del tórrido encuentro él le mandó un mensaje y dándole una excusa asombrosamente absurda la dejó plantada sin la más mínima intención de aplazarlo hasta convenir otra fecha mejor.
Y si hay algo más triste que el que no te salga plan cuando quieres, es que te salga pero acabe antes de empezar. ¡Muy decepcionante! Por supuesto, el orgullo de mi amiga, además del acumulado de contactos que tiene esperando turno, todo hay que decirlo, hizo que del tirón lo borrase de todas sus redes y ni le pidiera explicaciones. Y así hasta el día de hoy. Lo mejor de Nieves es que se repone estupendamente de estos “imprevistos”, como ella los llama, y enseguida encuentra nueva distracción.
Y yo me pregunto ¿qué puede llevar a un hombre que por Internet se desvive en follar verbalmente, y que está aparentemente deseando pasar un rato de sexo divertido a escabullirse vilmente cual comadreja asustada? ¿Le excitan nada más que las fotos eróticas y las situaciones de encuentros imaginarios? ¿Quizás crea que no va a dar la talla? ¿Sólo le pone la posibilidad de hacerlo pero no el hacerlo de verdad? ¡Quién lo sabe! ¡Pero luego que no digan que las complicadas somos las mujeres!
* Ilustración de Francisco Asencio
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