¡Hay que ver la de formas que tenemos de expresar lo que nos gusta y lo que queremos, tanto en el amor como en el sexo!
En algunas ocasiones coinciden, pero no es lo habitual. Es más, algunas teorías dicen que la gente más romántica y entregada en el amor es luego más parada para el sexo y al revés. No sé si eso se cumple o no, porque nunca me ha dado por fijarme, pero sí que he podido comprobar en este cuerpo que en el sexo hay muchas formas de manifestar lo que uno desea en el momento del acto y muchas maneras diferentes de excitarse durante el mismo.
Y me parece muy bien, que haya variedad, porque si no sería muy aburrido. Aunque ahora voy a referirme exclusivamente al lenguaje que utilizamos o del que prescindimos.
Pongamos como primer ejemplo a mi novio actual, al que le encanta que le cuente con detalle mientras follamos lo que me hacían otros amantes. Sin embargo a mí no me gusta recordarles cuando estoy con él, por varias razones. La primera, porque a veces me acuerdo de cuánto me gustaban aquellas cosas y no es cuestión de ponerse a comparar; la segunda, porque hay algunos a los que aborrecí tanto que no quiero ni pensar en lo que alguna vez pude haber disfrutado con ellos; y la tercera, y más importante, porque de repente, hablando de ellos, parece que estuviéramos todos en una orgía a la que yo no he invitado a nadie. Así que, la verdad, es que me cuesta horrores darle el gusto, pero yo lo intento. Si a él eso le pone en acción, ya haré yo el esfuerzo de recordar por la cuenta que me trae.
A mi íntima amiga Patricia también le sucede igual, aunque en este caso es a ella a la que le pone a cien que su amante le cuente las cositas que le hacía su novia anterior. Y es algo que no llego a comprender. Yo, por el contrario, prefiero que me vayan contando lo que me van a hacer, o cuánto les excitó algo que me hicieron con anterioridad o que les hice, o que me relaten despacito lo que les gustaría hacerme después y así, ser la protagonista en exclusiva de cualquier conversación que pueda surgir. Es más, que a ninguno se le ocurra contarme lo bien que se la chupaba su anterior rollito o cómo se la ponía de dura verla desnudarse para él, porque en ese mismo instante abandono y me marcho, algo que ya tuve que hacer hace unos años con un amante al que no he querido volver a ver.
Pero también podemos encontrar otro estilo, como el de mi amigo Pedro, al que le pone mucho más disfrutar del momento con una actitud trascendente y filosófica y se vuelve loco cuando le dicen palabras muy románticas y rebuscadas, incluso teniendo claro que sean mentira. Dice que en esas situaciones a él le estimula muchísimo el pensar en el significado del amor eterno y todo eso, aunque le dure el rato que le dure el polvo. Y, por descontado, hay parejas muy enamoradas a las que este punto romántico les es suficiente para disfrutar al máximo uno del otro. Claro, que esto, a mí, tampoco me convence por completo.
Luego están los que adoran las palabras sucias como mi primer novio: decirme y que le dijera guarradas y barbaridades. Y eso está divertido un rato pero no como monotema, porque al final cansa.
Lo bueno es que cada persona busque su vocabulario, el justo, adecuado y excitante. Aunque quizás haya quien decida callar porque entienda el silencio como el mejor modo para concentrarse y sentir esa pasión con más fuerza. Pero hay que contar lo que nos hace estallar de placer, compartirlo con la pareja para conocernos y provocarnos así el mayor de los goces.
Para mí lo perfecto sería poder combinar algunas de las que he expuesto aquí siempre aderezadas con una buena dosis de humor, algo para lo que el lenguaje tiene suficientes recursos. Con todo, lo más importante es que me hagan sentir la reina del momento, la más deseada, porque sólo así yo podré hacer que mi pareja se sienta el rey del mundo.