A lo largo de la historia se han llevado a cabo muchos experimentos relacionados con el sexo. Algunos, sin duda, han hecho grandes aportaciones a la sexología, como los estudios de Kinsey y, posteriormente, las investigaciones de Masters y Johnson. Sin embargo, en ocasiones otros experimentos (por llamarlos de alguna manera) no tuvieron nada de científico ni de ético.
Masters y Johnson: La respuesta sexual humana
Un ejemplo de este tipo de cosas lo encontramos en la Edad Media, en lo que se llamó: “Test de la mujer honesta”. Enmarcado en el cristianismo, donde existía una deuda marital y el divorcio estaba prohibido, si el marido se recusaba a tener sexo con la esposa, esta podía pedir el divorcio para librarse del matrimonio, iniciándose una acción judicial carnal, que probara la masculinidad del marido o su impotencia. Para ello se llevaba a cabo, en primer lugar, un examen médico, y si no había ningún problema se procedía a la segunda etapa que consistía en que la pareja debía practicar el coito delante de varios testigos (generalmente curas y parteras). De manera que, si el hombre eyaculaba, la virilidad estaba probada y el divorcio era negado. Como es lógico, en esa situación la mayoría de los hombres eran incapaces de completar la tarea.
Se llegó a dar el caso de situaciones en que una prostituta era llamada por el juez, para que el hombre llevara a cabo una exposición pública de su masculinidad. Si el marido respondía, no se probaba su impotencia y, por tanto, la esposa era obligada a seguir casada. Al parecer, en Venecia, un hombre llamado Nicolo decidió mostrar su virilidad pidiendo directamente al juez y otros testigos que fuesen con él a un burdel.
Afortunadamente, en 1675, un tribunal propone dar fin a este tipo de test sexual, al considerarlo injusto legalmente. Sin embargo, hoy en día la impotencia aún es causa legal para divorcio en algunos lugares del mundo.
Otro de esos experimentos sin pies ni cabeza fue el de los llamados “Castrati”, iniciado en Italia, en el siglo XVI. Todo comienza cuando la Iglesia, al considerar a las mujeres impuras, prohíbe que canten en misa y en la ópera. Entonces se plantea el problema de quién alcanzará las notas altas. Era necesario un sustituto masculino para la voz femenina, y no se les ocurrió otra cosa que castrar niños. Así, cuando estos tenían entre 8 y 12 años les cortaban los conductos de sus testículos para que se atrofiaran, y se evitaba de esta forma que produjeran testosterona, por lo que la llamada mudanza de voz en la pubertad no se daba y preservaban sus voces en tono alto.
Tráiler de la película Farinelli (Stefano Dionisi como Farinelli) de Gérard Corbiau
Esa idea se extendió por toda Europa, llevándose a cabo con huérfanos y también con hijos de familias pobres, ya que teóricamente suponía una gran oportunidad para ellos. Sin embargo, el procedimiento no siempre era hecho por médicos, por lo que muchos morían por sobredosis de opio o por infecciones.
Algunos castrati (muy pocos) alcanzaron éxito y riqueza. Además, se convirtieron en una especie de símbolo sexual para las mujeres, que no tenían que preocuparse de quedarse embarazadas con ellos, y porque al parecer estos hombres eran capaces de mantener la erección bastante tiempo por falta de sensaciones. Farinelli fue el más popular del siglo XVIII, deseado como amante por muchas damas de la nobleza.
Hasta 1861 la castración con fines musicales no se hizo ilegal en Europa. Y en 1902 se prohibió definitivamente la utilización de castrati en los coros de las iglesias.
Otro de esos experimentos sin ética se llevó a cabo alrededor de los Años 50, en Estados Unidos. Fue un proyecto secreto de la CIA, donde se mezclaban sexo y drogas, llamado “Operación clímax de medianoche”. Este experimento formaba parte del programa MK-ULTRA, con la intención de controlar la mente de las personas. Por supuesto todo ello financiado con dinero de impuestos americanos.
En el experimento contaban con prostitutas para hacer preguntas confidenciales a hombres de la población civil (se pretendía posteriormente usar el chantaje sexual para extraer secretos a espías extranjeros). Estas prostitutas fueron reclutadas para seducir hombres en los bares de alterne con la ayuda de pequeñas cantidades de LSD introducidas en sus copas disimuladamente. Después los llevaban a casas de seguridad de la CIA donde se filmaba todo lo que sucedía a través de un falso espejo.
Durante 9 años se experimentó con hombres que desconocían estar formando parte de este proyecto, hasta que se suprimió por estar fuera de control y no alcanzar resultados conclusivos. Cuando se supo todo esto, por supuesto, fue un escándalo nacional y se inició una investigación al respecto.
Estos son sólo algunos experimentos, o más bien atrocidades, que se cometieron a lo largo de la historia en asuntos relacionados de alguna manera con diversos aspectos del sexo. Como vemos la falta de ética y también el desconocimiento sexual son los motivos principales para que se dieran esas situaciones. Afortunadamente, la sexología, así como el resto de ciencias, ha crecido mucho en los últimos siglos, aunque, sin duda, todavía queda mucho por descubrir.