Que Pablo es un hombre encantador quizás lo había dicho porque es mi actual pareja y no podría ser menos. Pero la cuestión es que mi novio lo es con todo el mundo, y su carácter abierto y conciliador es muy remarcado por todos sus amigos y amigas. Entre ellas, incluyo a su ex, una chica con la que sigue llevándose muy bien y hablando a menudo.
Tanto, que hace una semana, cuando ella tuvo que quedarse en nuestra ciudad por negocios, él la invitó a quedarse en su casa en lugar de en un hotel. Nosotros hemos decidido mantener nuestra independencia y cada uno tiene su piso, pero las llaves del del otro. Por eso, el jueves pasado cuando tuve que ir a cambiarme de ropa a casa de Pablo entré del tirón y sin llamar, mientras él hacía su jornada laboral, sin acordarme de que me había comentado que Elena, su ex, estaría allí.
La primera impresión, después del susto que me llevé porque no me esperaba a una mujer en camiseta y braguitas en el sofá de mi novio, fue buena. No nos conocíamos, aunque cada una había oído hablar de la otra y visto algunas fotos.
Morena de piel y con el pelo castaño, tenía la cabeza llena de unos rizos muy divertidos que le saltaban por los hombros con cada movimiento que hacía por leve que fuera. Como los celos nunca han formado parte de mi ADN, enseguida nos pusimos a charlar mientras yo me desvestía, en el dormitorio de Pablo, para quitarme el vestido en el que me había embutido bien temprano para la reunión de área y que un accidente fortuito había manchado de café de cuello a cintura.
En lo que trasteaba por los cajones buscando ropa mía adecuada para cambiarme y volver al trabajo, Elena dejó su portátil y, acercándose a la estancia, empezó a preguntarme por mi relación con su ex. Sin embargo, no había en su tono ningún tipo de ira ni reproche, sino por contra, un tono dulce y curioso, aderezado con gestos sexis y ligeros roces de su mano sobre mi piel desnuda. Su voz aterciopelada me produjo una excitación inesperada que me estaba costando entender, a la vez que me encandilaba cual canto de sirena. Sin pudor por mi desnudez ante aquella extraña, la escuchaba embelesada casi susurrarme los detalles de sus encuentros sexuales con Pablo, muy parecidos a los míos, mientras alababa las virtudes de nuestro hombre en común, para con las mujeres. Y como por arte de magia, de repente, me encontré diciendo en voz alta lo que yo disfrutaba con él y explicándole minuciosamente, como a una súper amiga intimísima, todo lo que me hacía que tanto me gustaba.
Era como pensar a dos voces y recrearnos en unas escenas sexuales compartidas pero separadas en el tiempo. Elena hablaba cada vez más cerca de mi rostro. Su aroma fresco y natural de recién duchada me embriagaba. Sus manos hacía mucho que me acariciaban los brazos con decisión, y su boca en mi oreja alternaba las palabras con besos suaves. Y sin darme apenas cuenta, cual mosca envuelta en una tela de araña de seda, me encontré perdida en el cuerpo de otra mujer que rezumaba sensualidad y pasión por todos sus poros abiertos. Tanto como yo a cualquier tipo de placer que la vida me quiera otorgar. Esa es una de mis máximas. Por lo que, sin desaprovechar la ocasión, recorrí los pechos de Elena con mi lengua y bajé hasta su pubis deseosa de lamer hasta el último rincón de ese cuerpo desconocido y entregado a mí con lujuria. Ella no había dejado de contar sus intimidades con Pablo y a veces me sentía casi como si estuviera haciendo el amor con él.
Terminamos con ansias de apaciguar aquel apetito voraz de sexo y de inmediato, porque tenía que volver al trabajo, me duché, me vestí y me despedí de ella con una sonrisa y un «encantada de haberte conocido». A lo que Elena me respondió igual de sonriente con un «ha sido un placer, Amy. Hasta la próxima».
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Me encantó y a la vez me quedé con ganas de leer qué más pasó y que más pasará. Yo enamorada desde siempre de Amy y sus aventuras y que cada día son más maravillosas. Y está, para mí, de las top 10.
Sin duda me sentí como si fuera yo la que estaba ahí con Amy