No han sido muchas las veces en las que me han ofrecido algún tipo de droga para pasar un buen rato, pero alguna ha habido. Sobre todo, han venido de parte de algún “caballero” que me prometía todas las maravillas del sexo y más, juntas en la misma noche si lo mezclábamos con esas sustancias. Sin embargo, yo no soy para nada partidaria de estas prácticas, y siempre he dicho que no. Prefiero llevar una vida sana y saludable y que además no es nada incompatible con la diversión. Aunque obviamente, a lo largo de mis años más jóvenes he tenido ocasiones de probar los efectos que en mí producían otro tipo de excesos, como los del alcohol, pero que no solía ver en los demás: y es que me vuelvo híper sexual y desinhibida del todo.
Como lo más preocupante para mí siempre ha sido perder el control sobre mí misma respecto a cualquier cosa y eso no me gusta nada, ni siquiera cuando me ha sucedido estando sola, por eso un buen día decidí no volver a beber más cubatas de la cuenta. Sin embargo, hoy os lo quiero contar aquí porque tengo que reconocer que alguna vez fue divertido.
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La euforia con el alcohol es un síntoma bastante común, o al menos el más común entre la mayoría, aunque siempre tengo que contar la excepción que abandera mi amiga Susana ya que ella se harta de llorar y se vuelve inconsolable cada vez que se emborracha. Pero en mí lo habitual es que el subidón de los gin tonics, ya me ponga muy caliente y mi sensualidad comience a desplegarse a diestro y siniestro, insinuándome a casi cualquiera sin importarme ni sexo ni edad. Si eso lo mezclamos con risas y música bailable a todo volumen entonces ya pasamos a otra dimensión. De entrada, la sensación de calor intenso siempre hace que empiece a quitarme ropa, incluso cuando llevo poca, y en más de una ocasión mis amigos han tenido que convencerme para que me dejara puesto el sujetador o al menos las bragas. Después, noto que empiezo a pensar muy deprisa y a encadenar ideas de todo tipo. No obstante, parece ser que lo malo viene después cuando me empeño en compartir con todos esas ideas incluyendo las amplias argumentaciones.
Pero volviendo al tema que nos ocupa, mi síntoma más acusado es que el exceso de copas en mi cuerpo me produce muchas ganas de follar: sola o acompañada. Cuando he tenido con quien enrollarme, ni siquiera he esperado a que se fueran todos y he empezado a meterle mano a mi pareja sin pudor alguno pasando rápidamente a sentarme encima de la incontrolable erección de más de un sorprendido novio; o, de igual modo, me he abalanzado sobre las tetas de alguna amiga a la que no le incomodaran mis inexpertos lametones de mujer hetero. Y siempre lo he pasado muy bien.
Sin embargo, las ocasiones en las que mi estado civil ha sido “soltera y sola”, he disfrutado muchísimo más con estos ratos de suma excitación. Aunque en esos casos los momentos verdaderamente aprovechables, sexualmente hablando, han llegado una vez que los amigos se habían marchado y yo había podido encontrar calma para desarrollar todas las fantasías que rondaban mi cabeza. De ese modo me he descubierto más zonas erógenas que estando acompañada y con finales plenamente satisfactorios. Siempre, eso sí, con la inestimable ayuda de la última tecnología en juguetes eróticos.
El problema, aunque sólo en una minoría de estas veces, lo que siempre me ha llamado más la atención de mis reacciones es que todos esos pensamientos que como flechas cruzaban mi cabeza cuando estaba en ese estado de trance, me aturdían tanto que me descentraban de mi objetivo y no era capaz de llegar al orgasmo. Si me encontraba en éxtasis, sola, con un maravilloso dildo navegando en mi interior, de repente me acordaba del viejo charcutero que me había despachado a mediodía, y lo relacionaba del tirón con los cuchillos que en tan mal estado tengo en mi cocina, y eso con la última vez que había terminado a cuatro patas con mi novio en el suelo de la misma y del gatillazo de él, con lo cual toda mi libido se venía abajo y la frustración anulaba mi capacidad de llegar a buen término.
Otras veces, cuando todas las caricias que mis manos me habían prodigado delante del espejo del dormitorio me tenían a punto de reventar de placer, las manchas en el mismo me recordaban exactamente la configuración de los países del Este y por qué se habían producido todos los movimientos geopolíticos de los últimos años, de tal modo que las ansias de comprobar en internet si la población emigrante de esa zona había decrecido mucho o no, superaban al ímpetu con el que llegaba a mi pelvis el esperado torrente de lujuria que pretendía desbocarse en mi interior.
En definitiva, opté por dejar el alcohol en exceso.
Es mucho mejor disfrutar del sexo conscientemente que no prestarle la atención debida y encima ni siquiera sacarle rendimiento literario a todo ese continuo flujo de ideas descabelladas que ni tan siquiera era capaz de anotar para redactar con lógica después. Y además tengo que reconocer que lo mejor después de un buen polvo, es esa sensación de ser capaz de no pensar en nada.
4 comments
Mi opinión es que sexo y drogas no son buenos compañeros. Y lo digo por la siguiente razón: Las sensaciones placenteras que nos provocan las relaciones sexuales deben ser sentidas con todos los sentidos. Es decir de una manera consciente al cien por cien. Además para un sexo saludable y pleno, no hacen falta ni drogas ni alcohol que nos puedan desvirtuar esas sensaciones a las que me refiero.
Excelente artículo!!
Saludos
Estamos totalmente de acuerdo contigo. Besos fuertes.
Me encantó! Yo jamás he sido de excesos en esos temas. Y más bien he sido del tipo inocente y bien portada. Así que se me hace muy interesante, además de muy erótico leer las aventuras de Amy en este tema. Como bien dice Amy y en su comentario, Carla, los excesos son malos. Además de riesgoso porque hoy no todas las personas respetan y es mejor estar atentas. Ya en confianza y con seguridad, un poco de exceso -de vez en vez- siento que también puede ser parte de la vida sexual.
Y finalmente, siento que quizás algunas necesitamos a veces un poco de ayuda para soltarnos y qué mejor que hacerlo (si se decide así) conociendo qué podemos sentir o no.
A mí siempre me han dicho que fumar después del sexo es increíble. No lo sé, se me hace poco creíble y más porque el sexo debe ser la cúspide. Sin embargo, la fama (que quizás solo sea eso) hace que muchas y muchos hayamos al menos pensado en cómo será?
Fantástico como siempre, Amy y Más Allá del Placer
Gracias Mónica.
El sexo por sí solo es maravilloso, como dice Carla embadurnarlo de sustancias hace que no lo disfrutemos de la misma manera. Hay que tener los 5 sentidos despiertos para disfrutar plenamente. Hay muchos que dicen que los «excesos» les ayudan a desinhibirse… Te aseguro que hay muchas técnicas que sirven para ayudar a esa desinhibición y ninguna de ellas incluye ni drogas ni alcohol.
Besos fuertes!!