¿No habéis hecho el amor nunca en una habitación llena de espejos? ¿Una de esas habitaciones con un techo todo de espejos y espejos hasta por los laterales? ¡Yo tampoco! Pero tiene pinta de ser muy excitante.
Al menos el básico de hacerlo en un dormitorio con una gran luna en la puerta corredora del armario empotrado, eso sí, ¿verdad? O si no, con un espejo de pie pequeño, o al menos con vuestro reflejo en el cristal de una ventana, o incluso en la tele. Porque si no habéis vivido nunca la experiencia de veros reflejados y poder ver a vuestra pareja mientras estáis haciéndolo, ¡ya estáis tardando!
Se puede disfrutar con dos actitudes distintas, desde dos puntos de vista diferentes. Por un lado el de imaginar que estás viendo una película porno, pero recreándote en esa extraña sensación de no ser tú la protagonista, como le pasa a esa gente que habla de viajes astrales y sienten que han salido de sus cuerpos y se ven desde lejos, pero mucho más gozozo, claro. De hecho sería algo similar a como se ven quienes se graban en video haciéndolo, que es una versión más elaborada de todo esto de lo que hablo. Sin embargo, también puedes optar por mirarte sin más y ser perfectamente consciente de que tú eres la absoluta reina de esa escena de alto contenido sexual, ¡que te está sucediendo a ti, allí y en ese mismo momento! Esta es la que más me gusta a mí sin duda alguna.
No hay nada más excitante que verse, mirarse mientras tu chico está mordisqueando tus pezones o deshaciéndote a lametones. Disfrutar mirando el propio cuerpo, todas esas zonas que habitualmente no te miras y en ese momento están ahí delante. Y es sumamente erótico observar a tu pareja desde otros ángulos, ver cómo se mueve rondándote, hasta llegar bien dentro de ti. Poder contemplar su culo mientras empuja, o cómo se pierde entre tus piernas para alcanzar al clítoris. Por supuesto también es impagable la sensación de verle disfrutar a él cuando por las posturas que vais manteniendo se hace difícil el contacto visual. Y si en pleno sesenta y nueve puedes echar un vistazo al espejo y observarle, aún tu placer será mayor.
Aquellos que no dispongáis de espejos en el dormitorio, o en vuestro sitio favorito para daros un buen revolcón, tenéis que instalarlo sin dilación. Y cuanto más grande sea, mejor.
A mí, personalmente, lo que más me excita es saber que mi amante se complace mirándome en el espejo y pillarle mirando de reojo cuando me encuentro de espaldas a él y yo no puedo verme. Pero también me ayuda a calentarme mirarnos juntos, y satisfacernos tocándonos uno al otro frente al espejo, viendo cómo nuestras manos suben y bajan recorriendo la piel, y las expresiones de gozo se van adueñando de nuestros rostros. ¡Probadlo!
En definitiva otra manera más de alimentar nuestro cerebro que, al fin y al cabo, es el que marca las directrices en esas estupendas ocasiones en las que debemos aprovechar al máximo todos los recursos a nuestro alrededor. Con nuestras parejas o en la más estricta soledad. ¿O es que eso tampoco lo habéis probado?